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Capítulo 2:
Nuevo estilo de vida.

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Despertar esa mañana fue un golpe muy duro para Katsuki.

Nunca había visto el mundo tan gigantesco y complejo, eso le irritaba.

Ciertamente le desagradaba el sentirse tan desprotegido, inútil y pequeño. La noche anterior se había quedado dormido rápidamente en una esquina de la habitación sobre una frazada que el Cabello de Mierda había colocado para él, esperando con gran anhelo que al despertar su cuerpo volviera a la normalidad y así poder entrenar para compensar de alguna forma el tiempo perdido.

Es por ello que cuando abrió los ojos y lo primero que vio fue el piso de la habitación de Kirishima, entendió que el quirk definitivamente no duraba veinticuatro horas y que tendría que lidiar con un montón de adolescentes insoportables fanáticos de los animales hablándole chillón y pensando que por ser un perro ahora era una especie de tonto que necesitaba ayuda constantemente.

Por supuesto, nada es tan fácil. Mucho menos para él, así que simplemente resopló y sabiendo que venían tiempos difíciles se dispuso a comenzar su día.

Fue extraño que el caminar sobre cuatro extremidades se sintiera tan natural, pero lo adjudicó a que cuando son bebés, primero aprenden a gatear y después a movilizarse de manera bípeda. Además de que el día anterior ya se había acostumbrado a desplazarse de aquella forma, pues no había dejado que nadie —además de su sensei— lo cargara en brazos, era vergonzoso y le recordaba su inutilidad.

«Al menos no me veo como Bambi aprendiendo a caminar», fue lo que pensó a modo de confort mientras se acercaba a la cama de Kirishima y pensaba en una forma de despertarlo, porque ambos tenían horarios distintos y al parecer los perros tienen siestas a lo largo del día, por lo que dormiría menos horas.

Su cola cayó sin ganas tras él al darse cuenta de que, quisiera o no, tendría que ladrar para despertar al Pelo Mierda. Y esta situación no sería tan terrible si tan solo esperara un par de horas más a que suene la alarma de su amigo, pero resulta que aparentemente la vejiga de un perro no es tan resistente como la de un humano… y él claramente no haría sus necesidades en la habitación del chico, no era así de desvergonzado y desconsiderado. Además tenía hambre, y aunque no le emocionaba la idea de comer croquetas, reconocía que necesitaba alimentarse.

Sin más opción, se mentalizó y comenzó a ladrar a diestra y siniestra, avergonzado de que sus gritos que antes al menos lograban asustar a Denki, ahora solo causan risas por lo chillón e inofensivo que sonaba.

«Al menos son lo suficientemente insoportables», ese fue su consuelo cuando vio que el pelirrojo se daba vuelta y fruncía el ceño, aferrándose a Morfeo con uñas y dientes. Pero él siguió ladrando, y Kirishima no fue lo suficientemente fuerte, acabando por sentarse con los ojos aún cerrados y su cabello teñido cayendo sobre los hombros.

Katsuki no detuvo sus llamados de atención y caminó rápidamente hacía la puerta con sus uñas sonando con cada paso. Se paró sobre sus dos patas traseras y comenzó a rascar la puerta, inconsciente de que desde el punto de vista de Kirishima, prácticamente estaba bailando bachata por el movimiento que su cuerpo pequeño y esponjoso hacía.

El pelirrojo, empático con la situación, se guardó sus comentarios, pues sabía que molestaría a su amigo canino y teniendo una idea vaga sobre lo que posiblemente necesitaba el pomerania, se apresuró a espabilar y colocarse el calzado para poder llevarlo al patio de los dormitorios.

Una Bomba Peluda ⌇ BakuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora