III

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Capítulo 3:
Lidiar con idiotas.

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Durante el primer bloque de clases Katsuki estuvo intentando motivarse con la consigna poco fiable de que tan solo tenía que aguantar un par de días más. No podía ser tan difícil, ¡Él era Katsuki Bakugō, maldición! Algo así no podía hacerlo perder los estribos tan fácilmente.

Pero, cuando sonó el timbre y rápidamente sus compañeros de clase se juntaron alrededor de él y comenzaron a conversar sobre qué debían hacer a continuación, supo que nada sería fácil.

Sus orejas rápidamente se pegaron a su cráneo con disgusto, intentando con todas sus fuerzas que todos los sonidos que escuchaba se hicieran menos estridentes y así poder despejar su mente. Su nueva audición sensibilizada le estaba dando mucho dolor —y de por sí él tenía buena audición—, el estrés lo dejaba agotado y la incomodidad que sentía ni siquiera le dejaba paso a enojarse propiamente.

Repentinamente, sintió como un saco escolar lo envolvía cálidamente y se sintió tranquilo casi de manera instantánea. La ropa poseía un olor refrescante y hogareño, relajante como una brisa de verano y familiar con ese aire nostálgico que por unos momentos lo llevó de regreso a su infancia, a esos momentos felices. Instintivamente buscó más de este aroma peculiar que sentía tan familiar.

No se había dado cuenta de que tenía su hocico escondido entre sus patas y que había estado gimoteando de dolor, pero olvidó toda la vergonzosa situación cuando, a pesar de todo el ruido seguía ahí este pasó a segundo plano, pues su cerebro estaba muy feliz enterrando su nariz en el saco escolar, deseando cubrirse del aroma familiar que le brindaba una sensación de calidez.

Levantó la cabeza y miró a su alrededor, buscando a quién había conseguido brindarle paz, encontrándose rápidamente con esos grandes ojos esmeralda brillante mirándolo con una sonrisa amable, este se encontraba únicamente con su camisa y esa ridícula corbata de nudo desordenado.

Se sintió repentinamente avergonzado y tímido de golpe, desviando la mirada de inmediato e intentando convencerse de que sus acciones anteriores por buscar más del perfume de Izuku en la ropa y cobijarse en su saco pasaron desapercibidas —aunque era obvio que el pecoso ya había guardado aquella acciones en su memoria como un tesoro, cosa que le provocó un revoltijo de emociones agridulces, como siempre sucedía cuando se trataba de su rival—.

—Chicos, deberían bajar un poco el volúmen —sugirió Deku con un tono de voz suave y tranquilo, señalando a la pequeña bola de cabello cenizo con uno de sus dedos—. Kacchan debe estar escuchando todo mucho más fuerte y por lo visto le duele.

Para la sorpresa del can, todos habían prestado atención a lo que decía el pecoso y rápidamente dejaron de gritar, mirando al cenizo con expresiones de culpa.

—¿Es eso así? ¡Perdónanos, Bakugō! —Ochako recibió un gruñido cuando sin querer elevó la voz—. Ah, lo lamento… —la castaña se sonrojó con vergüenza y le hizo un gesto de disculpa juntando las palmas de sus manos y cerrando los ojos con pena.

«Vaya, al parecer el inútil no es tan inútil al final», aunque eso lo sabía hace muchísimo tiempo. Katsuki le dedicó una mirada tranquila a Izuku por unos momentos. El peliverde ensanchó su sonrisa.

Una Bomba Peluda ⌇ BakuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora