CAPITULO 41

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Día de la inauguración

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Mientras Colt y Shelly se arreglaban, en otro lado de la ciudad, Rosa se miraba al espejo, insegura, pero con una leve sonrisa en su rostro. Sus amigas la observaban con atención desde el fondo del cuarto.

—Ya estoy lista, chicas —dijo con tono despreocupado, sin anticipar lo que se avecinaba.

Bea, siempre observadora y con un ojo crítico para los detalles, frunció el ceño apenas un segundo antes de lanzar su inevitable pregunta:

—¿Irás vestida como siempre?

Rosa encogió los hombros con total indiferencia, su expresión permanecía serena.

—Sí, ¿algún problema?

Bea suspiró para sus adentros, no queriendo iniciar una discusión en ese momento, cuando un toque en la puerta interrumpió la atmósfera. Instintivamente, Bea fue a abrirla, revelando a Jessie, ya vestida y lista para la noche.

—¡Bea! ¿Ya estás lista? —preguntó Jessie con entusiasmo.

—¡Jessie! ¡Estás lindísima! —exclamó Bea, admirando el atuendo de su amiga.

—Dime algo que no sepa —respondió Jessie en tono burlón, con una sonrisa traviesa.

—No tienes remedio —replicó Bea, riendo ante la típica respuesta de Jessie.

—¿Dónde están Rosa y Emz? —preguntó Jessie, mirando a su alrededor.

—Llegas en el momento justo. ¡Tienes que ayudarme con Rosa! —dijo Bea, prácticamente arrastrando a Jessie hacia la habitación donde Rosa aún se miraba al espejo.

Al entrar, Rosa saludó a Jessie con una sonrisa amable.

—¡Jessie! Qué bonita estás.

—Muchas gracias, Rosa.

—Jessie, por favor, dile algo a Rosa —suplicó Bea, esperando que Jessie mencionara algo sobre la decisión de Rosa de usar su ropa habitual.

Rosa soltó un suspiro, un tanto exasperada, y miró a Jessie, buscando apoyo.

—Agh, Jessie... ¿Tú crees que haya problema si voy con mi ropa de siempre?

Jessie, siempre cuidadosa con sus palabras, suspiró suavemente y con una sonrisa comprensiva le respondió:

—No es que haya un problema, Rosa... pero, ¿no crees que podrías, solo por esta vez, arreglarte un poquito más?

Rosa volvió a mirarse en el espejo, cruzando los brazos mientras una chispa de duda aparecía en sus ojos. Nunca había sido de las que pensaban demasiado en lo que vestían. Soltó un suspiro.

—Pero... es la única forma que sé de arreglarme, chicas.

Bea, intentando mantener la situación ligera, sonrió con diversión brillando en su mirada mientras trataba de convencerla.

—¿Y si pruebas con algo diferente? Creo que tenemos algo por allí en el armario.

Con rapidez, Bea se levantó, caminando hacia el armario con energía renovada.

Jessie, siempre llena de entusiasmo, se unió con una sonrisa brillante.

—¡Sí! Seguro encontramos algo cómodo y que resalte lo linda que eres.

Rosa, aunque aún dudosa, sintió una chispa de curiosidad mientras sus amigas intercambiaban sonrisas cómplices. Bea y Jessie se movían con agilidad, buscando entre la ropa, llenas de emoción.

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