CAPITULO 43

79 7 5
                                    

Horas antes de la inauguración

.
.
.

Era un día agitado, la inauguración se acercaba, y 8-bit no podía apartar la vista de su laptop. Sentado junto a Rico, quien yacía inconsciente, sus sistemas parecían trabajar en algo más profundo. 8-bit, preocupado, miró a Rico, observando cada detalle de su estructura.

—Ya deberías haber despertado —murmuró en voz baja—. ¿Acaso hay algo que te está sucediendo?

De repente, la escena cambió, sumergiéndonos en el interior de la mente de Rico. Para su sorpresa, Rico no estaba en su cuerpo. Lo sabía. Sentía un dolor que no le pertenecía, un peso ajeno. Era él, Ricochet, su predecesor, estaba sentado contra una pared fría y oscura, su estructura metálica desgastada, con los circuitos del abdomen desgarrados.

Rico abrió los ojos, sintiendo el dolor en su cuerpo. Un dolor que no era suyo. Miró a su alrededor, aturdido y desorientado.

—¿Dónde estoy? —Rico susurró, aturdido. Miró sus propias manos y vio el cuerpo dañado de Ricochet. La confusión lo abrumaba. Sabía que algo estaba mal, muy mal.

Se llevó una mano a su abdomen, donde los circuitos estaban desgarrados. Sentía el daño. Dolía, pero de una forma diferente. No física, sino emocional. Dolía porque reconocía ese daño, ese cansancio. La desesperación lo invadió.

Mientras trataba de entender su entorno, una voz familiar lo interrumpió, suave, casi agotada. Ricochet le comenzó a hablar desde sus adentros, ambos se encontraban en un solo cuerpo, el de Ricochet.

—Hey... compañero —dijo Ricochet, con una risa débil—. Al final de todo, lograste escapar, ¿eh? Para trabajar juntos por primera vez, fuimos un buen equipo.

Rico, desconcertado, respondió:

—¿Escapar? ¿De qué estás hablando?

Ricochet rió suavemente, a pesar de su evidente mal estado.

—Vaya, parece que lo has olvidado. No te preocupes, te ayudaré a recordar.

Cinco años antes...

El ambiente era denso y opresivo. Ricochet fue lanzado violentamente dentro de una celda oscura. A su lado, otro robot, apagado, yacía inerte. A pesar del dolor, Ricochet, siempre con su carisma inquebrantable, se levantó lentamente, frotándose la espalda.

—Podrían ser un poco más cuidadosos, ¿no creen? —se quejó, mientras observaba al robot a su lado: Rico, inactivo.

Con curiosidad, Ricochet le dio un codazo decidido, activando los circuitos de Rico. Este despertó de golpe, desorientado.

—Hey, pedazo de chatarra —dijo Ricochet, divertido—. ¿Acaso eres tú mi famoso reemplazo? —se acercó al rostro metálico de Rico, observándolo con detenimiento—. ¿Pero qué te ven? Sin duda, me veo mucho mejor que tú.

Rico abrió los ojos, molesto, y empujó a Ricochet bruscamente.

—Quítate de encima —bufó—. Y para tu información, soy tu versión mejorada, vejestorio.

Ricochet soltó una carcajada, disfrutando del intercambio.

—Así que tú eres… yo.

—Rico, ese es mi nombre —respondió él, orgulloso.

—Vaya, sí que Supercell tiene creatividad.

—A mí no me digas nada —dijo Rico, sacudiéndose el polvo—. Yo no tuve voz en eso.

Ricochet suspiró, cambiando el tono a algo más serio.

—Bueno, compañero, dime, ¿cómo acabaste aquí?

Amor en Brawl StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora