Capítulo 1

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Marnie

¡Oh, por Dios! ¿Qué he hecho? Él mastodonte desconocido me observa con fuego en los ojos, una ira profunda y cruda que no estaba ahí al iniciar su irrupción. Haberle disparado causa ese efecto, al parecer. Aunque, ¿quien lo manda a meterse en casa ajena a las dos de la mañana? Y lo peor, no está solo, él y su grupo de amigos tienen la perfecta pinta de asesinos en serie en plena matanza. ¿Dónde compran su ropa? ¿En “Charles Manson boutique”, donde prometen darles su mejor versión homicida o les devuelven su dinero? ¿Habrá ofertas? ¿Tendrán tienda virtual?

Me equivoqué, soy consciente de eso. No por haberle disparado a un ladrón en mi casa, simple defensa personal y de propiedad. Mi error está en no haber dado en el blanco y haber eliminado la amenaza, como mi padre me enseñó. Sino, haberme asustado con tan potente explosión y quedarme en “modo tieso”.

No voy a volver a disparar, él sabe que no voy a disparar, y yo sé que él sabe que no voy a disparar, y él sabe que ya me reseteé y no voy a poner resistencia.

¿Qué estoy diciendo?

Se está acercando, lo tengo a unos metros, ya me alcanza, me muero, me va a matar, ya morí, me va a usar para redecorar la cocina y mi sangre pintará las paredes.

Muévete Mar, muévete pendeja.

¿Y mis papás? ¿No escucharon el disparo? Mi mamá seguro que no, a esa señora puedo tocarle música acompañada de la orquesta más grande junto a su oreja y no habrá respuesta. Pero, ¿mi papá?, ¿dónde quedó el Capitán Masen, “La calma en la tormenta”, “El vigía feroz que protege su fortaleza”?

Una acá se puede morir tranquilamente y nadie se entera...

—Cometiste el peor error de tu vida —Su voz me hace saltar en mi lugar, la primera reacción y es involuntaria, habla lento y ronco, casi… sensual… ¿Quién habla así si no se está recién levantado? ¿A quien quiere impresionar señor?

—¿Quiere un poquito de agua? —¿Qué estoy preguntando? Me están asaltando y, ¿les ofrezco agua?

Me gano unas risas de la audiencia, desvío la mirada hacia atrás del “Roncudo”, tres sujetos con ¿qué son esas? ¿metralletas?

Señores vinieron con mucho armamento y esta es una casa de pobres. Lo más caro que tengo son unos aretes dizque de oro, que me regaló mi abuela, pero se les está yendo el color. No creo que sean la gran cosa. Y perdóname abuela, pero por esas cosas yo no muero.

Vuelco la mirada al sentir el contacto.

El tipo detiene su marcha, y el cañón de mi arma reposa contra su pecho, puedo sentir su calor corporal, también un olor fuerte de Vodka y cigarrillos.

¿Señor no se lavó la boca antes de ir a la cama? No, salió mejor a delinquir. Mínimo una lavadita, no se puede visitar a los vecinos sin una sonrisa blanca y brillante.

¿Porque tuve que bajar? Estaba muy bien en mi cama, leyendo mi novela de la semana. Justo estaba en la parte en donde el bello, hermoso y sabroso italiano con problemas psicológicos se puso en el hombro a la protagonista, dispuesto a llevársela, pese a quien le pese. Y mi pancita gruñó.

Mi plan fue bajar sin hacer ruido ni prender las luces, asaltar la cocina de mi madre y robar un poco de su estofado, lo último que pasó por mi cabeza es ser la asaltada.

—Le voy a disparar —Anuncio. Por favor, que no note que me estoy por hacer pis encima.

—No —Niega imperturbable—. No lo harás.

—Si.

Comienzo a asentir con la cabeza, cada vez con más prisa. Que alguien me detenga, parezco bebe sin fuerza en el cuello.

Un Huésped Indeseado © (INTRUSOS I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora