Capítulo 4

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Marnie

Miro hacia el frente, sin apenas registrar las palabras que salen de la boca de mi progenitor o la mirada tan retadora con que le corresponde Artem. Cuando creo que comenzarán una disputa, él lo ignora abismalmente y se dirige a mi.

─Estás hecha un asco ─¿Qué, de qué?

¿Eso es lo primero que dirá?

Evalúa mi aspecto con detenimiento, deteniéndose en la sangre que estropeó mi pijama. Una pequeña salpicadura que no es nada comparada con las de mi madre, que parece Chloë Grace Moretz en esa película tan sangrienta "Carrie".

─Y dicen que los caballeros ya no existen ─Murmuro asperamente. Esquivo su mirada y observo a mi padre, su expresión lo dice todo. Odia ser ignorado, una falta de respeto que ningún hombre debe tolerar, según él.

Mi padre es de esos hombres a la antigua, de respeto y honor. Su palabra es ley y sus acciones reflejan su buena reputación y dignidad. No es un hombre heroico que se pasea con capa, salva gatitos de los árboles o ayuda a ancianitas a cruzar la calle. No, para nada. Es machista, necio, rudo, partidario de ideas y actitudes antiguas, y extremadamente fiel a sus propias leyes. En este caso, odió que Artem no lo mirara a los ojos e ignorara sus provocaciones. Si, otra característica de su persona, es violento y un provocador bárbaro.

─Necesitas un baño ─Continúa.

¿Un baño?

» Vamos arriba —Ordena—. Kirill, Marko, vigilénlos.

¿Dijo vamos?

Me da la espalda y se dirige a las escaleras, y las sube trotando. Y desaparece. No sé si no notó que jamás lo seguí, que me quedé por completo paralizada, pero parece que no le importa en lo absoluto.

Escucho el sonido de una garganta, carraspeando.

Kirill.

—Deberías seguirlo —¿Porqué su voz suena amenaza? Cada cosa que dice suena mortal, un ataque directo sin importar que es lo que diga.

Obedezco. ¿Qué otra cosa podría hacer?

Ignoro a mi padre, que sigue con rabia grabada en su rostro y recorro el camino trazado por el Pakhan.

Cuando llego a la puerta de mi habitación, desde afuera lo veo, está junto a mi placard. Tiene un cajón abierto y está eligiendo ropa.
¿Para mí? ¿Ese es el cajón de mi ropa interior?

—¿Qué crees que estás haciendo? —Ingreso con agresividad en la habitación y en su espacio, apartándolo de mis malditos calzones. Lo empujo con fuerza y pretendo dar un segundo empujón cuando... Me embiste y me presiona contra la madera, sujetándome por el cuello con su enorme mano.

Se inclina sobre mi y me mira directamente, muy de cerca.

El golpe me sacó el aire, no fue muy duro pero podría haberlo sido. Su tamaño, su peso y la oscuridad atrapada en sus iris, me dicen que no uso toda su fuerza y que si él lo quisiera, podría matarme. Fácil y rápido.

Y cuando creo que lo hará, retrocede.

—Desvístete.

¿Qué?

—No —Sigo adherida al mueble, como un sticker. Y respiro con pesar, los cachetes me arden y las piernas me tiemblan.

—Desvístete —Repite. Y retrocede sin darse la vuelta. Cuando llega hasta mi cama y la madera golpea sus pantorrillas, se sienta tranquilamente.

¿Lo que está pasando es lo que creo? ¿Quiere verme mientras me quito la ropa? ¿Está esperando que le haga un striptease?

—¿Contigo aquí? —Susurro entrecortado. Mi lengua sigue seca.

Un Huésped Indeseado © (INTRUSOS I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora