¿Qué Debo Hacer Sin Ti?

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Han pasado varios meses desde que fui admitida en las Firehawks, y el trato que he recibido de parte de las integrantes ha sido como el de una familia. En cada partido ganado, celebrábamos juntas con sonrisas y alegría, y en las derrotas nos animábamos mutuamente, yendo a comer a lugares de comida rápida para levantar el ánimo y seguir mejorando.

Formar parte del equipo fue como un sueño hecho realidad, especialmente al estar rodeada de personas a las que admiraba profundamente, como Valentina Ortiz.

El trato de Valentina es algo que siempre llevaré en la memoria. En cada práctica, me felicitaba por cada mejora, a veces me invitaba a salir con las demás o me ofrecía palabras de aliento que significaban mucho para mí en ese entonces.

Durante uno de nuestros entrenamientos diarios con las Firehawks, nos encontrábamos hidratando en los vestuarios después de una sesión especialmente intensa. Val se acercó lo suficiente para que notara su presencia y me saludó con su característico gesto amigable.

-¡Minnesota! ¿Cómo estás manejando la práctica de hoy? La entrenadora Roberts parece algo molesta, así que pensé que podrías estar más cansada de lo habitual.- Me comentó, esbozando una pequeña sonrisa.

-Me he acostumbrado bastante a enfrentar los días difíciles con la entrenadora, así que no te preocupes por eso. ¿Y tú, cómo lo has llevado?- Comenté, tratando de mantener la conversación fluida, aunque no soy la mejor en eso.

-Estoy en las mismas; el mal temperamento de la entrenadora no sorprende si llevas un tiempo en el equipo. Pero, a pesar de todo, la práctica de hoy ha sido excelente. Buen trabajo, pequeña gigante.-

El nuevo apodo me hizo sonrojar de inmediato. Val tenía la costumbre de llamarme con apodos peculiares desde que la conocí. Aunque no me resultaba incómodo, me parecía encantador que se tomara el tiempo de inventar esos nombres tontos.

-Solo fue una práctica más, Val, pero gracias. Me esforzaré aún más para mejorar.- Respondí tímidamente, mientras escondía un mechón de cabello alborotado detrás de mi oreja, tratando de despejar un poco mis pensamientos con ese gesto.

-Ese es el espíritu, Minnesota. Por cierto, casi lo olvido. ¿Tienes un momento para hablar a solas? Si no es un problema.- Preguntó Val con un tono que me resultaba difícil de interpretar.

Cuando escuché su petición, supuse que tenía que ver con el hockey o algo relacionado, así que asentí sin cuestionarlo. Me sentía intrigada por saber qué quería decirme.

-Está bien, dame solo un momento para guardar mi equipaje, no tardo.- Dije mientras me dirigía hacia mi casillero, recogiendo todas mis cosas del entrenamiento. Las demás Firehawks se despidieron, dejando los vestuarios casi vacíos, excepto por Val y yo.

-Listo, ya terminé. ¿Qué querías decirme, Val?- Pregunté al acercarme con la bolsa colgada del hombro. Aunque era algo pesada y me resultaba incómoda, en ese momento no era lo más importante.

Valentina se aclaró la voz antes de volver a dirigirme la palabra, un gesto que me pareció inusual. Observé con atención cómo su nerviosismo se hacía evidente en sus acciones y en la expresión de su rostro.

Esta mezcla de inquietud y seriedad me hizo preguntarme qué tan importante podría ser lo que tenía que decirme. Me crucé de brazos, esperando pacientemente mientras me preparaba para escucharla.

-Tal vez te parezca extraño lo que voy a decirte, pero espero que puedas tomarlo de la mejor manera posible. Si decides que no es lo que quieres, lo entenderé perfectamente. No quiero que esto afecte nuestra amistad.- Sus palabras salieron con cierta tartamudez, lo que intensificó mi preocupación.

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