Capítulo 1: ¿Me ayudas con el examen?

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Manuel se dirigía a su clase de Psicología en la universidad, se encontraban en las 2 últimas semanas de curso y eso solo significaba una cosa: exámenes hasta debajo de las piedras.

Manuel era un chico de casi 2 metros de altura, pelo castaño y ojos marrones, tenía 23 años e iba al gimnasio desde varios años atrás, por lo que tenía una apariencia un tanto intimidante y siempre tenía cara de pocos amigos, la gente solo interactuaba con él lo justo y necesario e incluso menos, cosa que el agradecía. Sin embargo, era el primero de su clase, por lo que irremediablemente tenía momentos en los que sus compañeros le pedían ayuda. Manuel tenía un fetiche por los pies femeninos pero se prometió a si mismo no dar ese dato a conocer por miedo a que le volvieran a buscar un problema serio.

- Haber estudiado. - Respondía Manuel siempre de mala gana.

Al entrar en clase se hizo un silencio absoluto, Manuel ya conocía su fama de poco gentil y se limitó a sentarse en su pupitre mientras decía que no hacía falta destacar tanto su entrada de forma sarcástica.

Varios pupitres a lo lejos se sentaba Ana, una chica rubia y de ojos azules que era básicamente el polo opuesto a Manuel en cuanto a personalidad respecta. Mientras que Manuel era desagradable pero muy aplicado, Ana era muy sociable pero los estudios siempre suponían un quebradero de cabeza para ella. Ana tenía 24 años (había repetido un curso), medía 1.70 metros y tenía una apariencia muy dulce.

Llegando al final de la clase, el profesor dijo:

- Y con esto concluimos el repaso, les recuerdo que por problemas personales lo que queda de semana no voy a venir, por lo que haremos el examen el lunes. Espero que estén preparados.

Ana empezó a sudar de los nervios que le provocó esa frase, lo que era la parte práctica lo llevaba bastante bien, pero la teoría la traía por la calle de la amargura, decidió preguntarle a su amiga Natalia lo siguiente:

- ¿Crees que sea una buena idea si le pido a Manuel que me ayude con la teoría del examen?

- Si quieres perder el tiempo, sí. - Le dijo Natalia. - A menos que sea por una causa de fuerza mayor, ese no interactúa con nadie.

- No puede ser tan terrible. - Insistió Ana.

- Mira Ana, ese chico tiene problemas de ira. - Empezó a decir Natalia un tanto asustada. - Una vez el hijo del director de la uni intentó sacarlo de sus casillas y Manuel le hizo atravesar una taquilla del puñetazo que le dio. Lo mejor que puedes hacer es no acercarte a el, salvo que quieras perder tu dentadura y tener la cara manchada de sangre... Cuando el director le amenazó le hizo atravesar media pared de una patada, desde entonces nadie se atreve a tocarle las narices lo más mínimo.- Terminó Natalia.

"Si suspendo otra vez, tendré más problemas de los que ya tengo." - Pensó Ana. - "Espero no perder nada por intentarlo, pero está claro que tengo que medir muy bien lo que hago."

La familia de Ana tenía problemas económicos, pagar su carrera había supuesto un gran esfuerzo y sus padres la amenazaron diciendo que, si volvía a suspender, tendría que pagarlo de su bolsillo. A Ana no le molestaba la idea de trabajar, pero si teniendo más tiempo era incapaz de estudiar correctamente dicha asignatura, tener un trabajo en medio le iba a hacer prácticamente imposible aprobar.

Cuando finalizó la clase, Manuel se dirigió a su taquilla a tomar sus cosas para irse a casa, no se fijó en que Ana estaba a su lado y al girarse se asustó.

- ¿Qué quieres? - Preguntó molesto tras el sobresalto.

- Yo... hola... soy... - Ana estaba muy asustada.

- He preguntado qué quieres, no quién eres. - Dijo Manuel.

- Yo... quisiera pedirte ayuda con la teoría del examen de psicología. - Dijo algo nerviosa.

- ¿No lo llevas bien? - Preguntó Manuel.

- No. - Respondió Ana.

- Pues haber estudiado. - Respondió tajante.

- No tienes por qué ser tan desagradable, yo no te hice nada. - Intentó defenderse Ana.

Ana notó cómo se le empezaban a marcar mucho las venas y cómo la expresión de enfado de Manuel crecía.

- Que no lo lleves bien no es mi problema, ahora déjame en paz.

Tras esa última respuesta Manuel cerró su taquilla y, evitando cualquier tipo de contacto visual, se marchó del lugar.

- Te dije que estabas perdiendo el tiempo. - Dijo Natalia saliendo de la esquina del pasillo.

- ¿Me estabas espiando? - Preguntó molesta Ana.

- Me preocupas Ana, la gente sabe lo que Manuel es capaz de hacer si le agotas la paciencia, no quiero que te pase nada malo. - Dijo Natalia.

- Entiendo... - Dijo Ana. - ¿Por qué esa evasión hacia cualquiera? ¿Qué le pasa a ese chico con las personas?

- Una vez tuvo una pareja bastante tóxica y dramática. - Empezó a contar Natalia (Natalia y Manuel fueron amigos tanto en la primaria como en la secundaria, de modo que ambos conocían mutuamente sus historias). - Para intentar resumirlo, Manuel un día se cansó de la actitud de su ex y le dijo que habían terminado. Ella, después de montar un berrinche de niña pequeña y malcriada, decidió herirse a propósito a si misma, sobornó a su médico y presentó una denuncia en contra de Manuel. - Continuaba narrando Natalia. - Manuel estuvo 2 meses en prisión hasta que su familia consiguió un abogado que lo defendiera y lograran reunir las pruebas para demostrar que aquello fue una denuncia falsa. Durante su estancia en prisión Manuel desarrolló problemas de ira bastante serios, de ahí lo que les hizo al dire y a su hijo. Pese a que reconozco que ambos se lo merecían, Manuel se ha convertido en alguien peligroso. - Natalia seguía narrando. - De hecho fue al poco de salir de prisión que iba al gimnasio de forma intensiva, imagino que para tratar de deshaogarse.

- Con razón me ha evadido de esa manera. - Admitió Ana. - ¿Sabes de algo con lo que podría convencerlo de ayudarme?

- A lo mejor si le insistes educadamente... - Pensó Natalia. - Pero si yo fuera tú intentaría estudiar por mi cuenta y aunque sea aprobar raspado.

- Hay una cosa que no acabo de entender. - Dijo de repente Ana. - ¿Por qué sigue estudiando psicología si no soporta a las personas?

- Su ex le denunció a mitad de la carrera, recién salido de prisión intentó buscar algún trabajo pero nadie quería contratarlo debido a su mala imagen, sin embargo consiguió mantener su plaza en esta universidad y decidió que acabaría la carrera y ya se buscaría la vida. - Le respondió Natalia.

Ana se fue a su casa ese día bastante deprimida, no es que no quisiera ayuda de sus amigas, pero ella sabía que si quería un aprendizaje efectivo necesitaba sí o sí a Manuel.

"Todo el mundo tiene un precio, pero, ¿cuál será el suyo?" - Pensaba Ana llegando a su casa.

Ana llegó a su casa, fue directamente a su habitación, se tumbó en la cama y se quitó los zapatos. Ana tenía unos pies preciosos, con unas plantas completamente lisas y unos lindos deditos. Empezó a mover sus deditos para airear sus pies, pues esos días hacía calor y los tenía muy sudados, su habitación se inundó rápidamente del olor de sus pies, no era muy fuerte y no le desagradaba pero llegaba a notarse.

"¿Cuál es tu precio Manuel?" - Se preguntaba Ana mientras se frotaba los pies.

Al día siguiente tuvo un pequeño golpe de suerte, en otra asignatura un profesor decidió mandar un trabajo por parejas y emparejó a Ana con Manuel.

La expresión de Manuel mostraba un claro descontento, pero Ana estaba decidida a que no solo harían ese trabajo, si no que también descubriría el punto débil de Manuel.

Los pies de mi compañera de claseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora