Capítulo 3: Paz interior

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Al poco de llegar a su casa Ana recibió una llamada, era su amiga Natalia preguntando si se encontraba bien y si no hubo ningún problema. Ana le dijo que no sucedió nada, que simplemente habían hecho el trabajo y conforme terminaron ella se fue. A Ana no le gustaba mentirle a sus amigas, pero pensó que por el momento lo mejor era no revelar la debilidad de Manuel.

Después de contestarle Ana estuvo un rato investigando sobre el fetiche de pies, ya que sabía que sería la única forma de pedirle favores a Manuel. Se encontró con todo un mundo: adoraciones, lamidas, hipnosis, footjobs, etc...

Decidió mantener su filosofía de ir poco a poco, no quería arriesgarse a echar por tierra su plan de estudiar con Manuel.

Después de casi una hora investigando, ya se hizo una idea de lo que le iría haciendo a Manuel y se puso a intentar estudiar por su cuenta, no duró mucho hasta quedar completamente dormida.


A la mañana siguiente Ana revisó su teléfono y se encontró un mensaje de Manuel:

*Si quieres que te ayude con el examen te espero en mi casa a las 16:30, me agradaría que seas puntual.*

Ana sabía que no se podía permitir el más mínimo error con Manuel, ya que podría tumbar por completo su plan y que sus pies dejaran de ser efectivos, así que decidió medir con cautela todos sus movimientos.

El día en la universidad fue como cualquier otro, Manuel apenas interactuaba con nadie y poco más.

Tras varias horas que le parecieron infinitas a Ana, llegó la hora de salir de clases y se fue rápidamente a su casa a prepararse. Se cambió sus zapatos y calcetines por unas sandalias abiertas que dejaban ver sus pies claramente y se pintó las uñas de negro, Ana tenía claro que después de estudiar iba a usar sus pies otra vez.

Finalmente llegaron las 16:30 y Ana, muy puntual, estaba en la puerta de Manuel y llamó al timbre.

- ¡Hola! - Saludó con ánimo. - He venido a estudiar y a seguir con tu tratamiento.

- No sé si quiera seguir con eso... - Dijo Manuel. - Esta mañana me he sentido muy raro después de darle vueltas, te ayudaré con el examen pero no quiero más tratamientos.

- Está bien... - Ana no se iba a rendir tan fácilmente, en cuanto tuviera una oportunidad le pondría los pies en la cara.

Pasaron directamente a la habitación de estudio y (valga la redundancia), se pusieron a estudiar. Tras varios minutos y debido al calor que hacía, Ana decidió quitarse silenciosamente las sandalias, debido a que eran abiertas la habitación ya olía a sus pies, por lo que no dijo nada.

- Ah por cierto. - Dijo de repente Manuel mientras ponía las medias del día anterior en la mesa. - Esto es tuyo.

- ¿Dormiste bien con ellas? - Preguntó Ana.

- ¿Qué clase de pregunta es esa? - Dijo Manuel.

- Una pregunta de tu psicóloga. - Respondió Ana.

- Te he dicho que no quiero seguir con eso... - Dijo Manuel un poco molesto.

- ¿Ah no? - Dijo Ana sensualmente mientras ponía sus pies en la mesa y empezaba a mover sus deditos.

Manuel no dijo ni una sola palabra, solo se quedó embobado viendo cómo se movían aquellos hermosos deditos de los divinos pies de su compañera, cuanto más los veía, más cansado se sentía, más se alejaba su mente de la realidad y más se excitaba.

- Te receté el olor al menos una vez al día. - Dijo Ana sin dejar de mover sus deditos. - Y por lo que puedo ver, necesitas una receta más contundente.

- No... por favor... - Dijo Manuel intentando separar en vano su mirada de esos hipnóticos pies.

Ana se levantó y se acercó a él, tapó su nariz con sus medias y lo tumbó en el sofá como el día anterior, y esta vez ella le colocó un pie en sus labios y el otro tapándole los ojos.

- Está claro que necesitas una dosis de mis pies más contundente. - Dijo sensualmente. - Mis medias aún huelen, así que quiero que tu sentido del olfato se rinda ante mis pies, y tu sentido de la vista también. - Dijo Ana mientras movía los deditos del pie a los ojos de Manuel.

Manuel empezó a sudar, no se sentía cómodo con la situación y se estaba conteniendo para no estallar de ira y golpear a Ana, pero conforme pasaban los minutos, se empezó a sentir diferente, nuevamente sentía cansancio, se alejaba de la realidad, solo sentía los pies de Ana.

Con el otro pie, Ana acariciaba suavemente sus labios y sus mejillas, tomó otro trozo de papel y le dijo:

- Está claro que este tratamiento es efectivo. - Le dijo al verlo en trance. - Pero necesitas hacerlo de manera muy continua, hasta el día del examen vendré aquí y te trataré con mucho gusto.

- No... no lo harás... - Dijo Manuel intentando defenderse.

Ana tapó sus labios y sus ojos con sus pies y le susurró:

- Solo siéntelos.

Ana notó como pese a sus esfuerzos, Manuel no escapaba a sus pies, pensó que tanto tiempo sin satisfacer sus profundos deseos lo sumergió en un trance del que no podía escapar, solo obedecer.

- ¿Cómo te sientes? - Le preguntó Ana casi susurrando.

- Muy... tranquilo... y... excitado... - Dijo Manuel casi sin darse cuenta de que se había ido de la lengua.

- Bien, así me gusta. - Dijo Ana apartando lentamente sus pies de él. - Mañana más y mejor.

- No, no quiero más de esto. - Dijo Manuel recuperando la compostura.

- ¿Estás seguro? - Dijo Ana dejando sus hermosas plantas a la vista de Manuel y moviendo sus deditos.

La ira en Manuel volvió a desaparecer, solo era capaz de admirar aquellos pies y, sin poder resistir la tentación, se acercó a ellos y les dio un cálido beso.

- Lo estás haciendo muy bien, pero aún necesitas más. - Dijo Ana separando sus pies. - Pero ya será mañana, hoy hay que seguir estudiando.

Ana decidió dejar un pie encima de la mesa para recordarle a Manuel indirectamente que no intentara negarse a nada, siguieron estudiando durante varias horas. Manuel respondía con claridad las dudas que le surgían a Ana y, en general, ella logró aprender una parte considerable del temario.

Cuando terminó el día Ana le agradeció que le ayudara, le acercó su pie y le dijo:

- Bésalo. Es bueno para tu salud. - Le dijo guiñándole un ojo.

Manuel se acercó a ese lindo pie y, tras olerlo un poco, lo besó suavemente.

Los 2 quedaron en reunirse al siguiente día para continuar los estudios y el "tratamiento" de Manuel.

Los pies de mi compañera de claseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora