Capítulo 8

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El acuerdo de divorcio entre María José y Mario se firma en el aniversario del Día D (Batalla de Normandía), lo que resulta muy apropiado.

Mario se quedará con todo el dinero de su familia -incluida esa cuenta no protegida en Singapur-, así como con la casa de dos millones de dólares en Brookline en la que habían vivido. Ella había retirado la petición de pensión alimenticia por la exigencia inflexible de María José de que nunca volvería a vivir del dinero de Mario y nunca le daría algo que la dominara.

Daniela se siente aliviada cuando Mario finalmente cede y renuncia a su vengativa proclamación de custodia. María José accede -con un suspiro- a que Daniela exija la manutención de la niña, reconociendo que puede ahorrar la mayor parte para la futura educación de Anto y otras cosas que pueda necesitar.

Ya es bastante duro para la abogada que hay en ella salir de esto sabiendo que podría haber ganado mucho más para su cliente. Especialmente sabiendo que el cliente es María José, que debería tenerlo todo.

Pero en el momento en que María José se vuelve hacia ella justo después de salir de la reunión, con una sonrisa tan brillante que el mundo podría girar a su alrededor, sus ojos centelleando hacia ella como si hubiera hecho algo mágico, Daniela se siente más satisfecha después de un acuerdo de lo que nunca había estado en su vida.

"Custodia total", dice María José las palabras con tanto asombro, saboreándolas en los labios, mientras sostiene la mirada de Daniela.

Espera un abrazo y está lista para recibirlo cuando María José levanta los brazos.

Pero, en lugar de eso, se encuentra con que María José le ahueca las mejillas y acerca su cara a la suya, tirando de ella hasta ponerla de puntillas.

Los labios de María José son tan, tan suaves. No puede pensar en otra cosa que en sus mejillas, su barbilla, su nariz, su frente... en todas partes, excepto en los labios, salpicados de besos exuberantes.

Sus ojos se entrecierran y lo único que puede hacer es sentirlo: el calor de su cercanía, el olor de María José envolviéndola, la fuerza de sus dedos enterrados en el pelo de Daniela. Todo ello se combina y se apodera de su estómago en una sensación de deseo, unida a la dulce calidez del momento.

María José es muy táctil, lo ha descubierto en los últimos meses, pero nunca nada como esto. Y Daniela aprieta sus manos fuertemente contra sus muslos para que no toque en ningún sitio de María José como le apetece hacer.

Dios.

María José se está riendo cuando se retira, y Daniela sólo puede mirar mientras su corazón late con fuerza, y espera que todo lo que late en su cuerpo no esté escrito en su cara.

***

Las tres y Robyn salen a cenar para celebrarlo.

Robyn es amable, pero observa atentamente a Daniela, como ha hecho las últimas veces que se han visto de pasada en los últimos seis meses. Daniela lo toma como una medida de que Robyn se preocupa por Majo y Anto, y ella está más que bien con eso.

Robyn y María José están charlando al otro lado de la mesa cuando Daniela se da cuenta de que Anto arrastra la cuchara por su postre de helado en lugar de comérselo.

"Más vale que tengas cuidado, porque ningún helado se desperdicia en una mesa en la que yo esté sentada", advierte con un guiño, y sumerge la cuchara en el helado para asegurarse. Es mentira, el helado no es su debilidad y está llena de comida. Más que nada, sólo quiere llamar la atención de Anto, porque se ha quedado inusualmente callada en los últimos minutos, y nunca duda cuando se trata de helado.

Cuando menos lo esperas - CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora