Daniela sabe que si tuviera un poco más de sentido común, pondría distancia entre ellas.
Ella lo sabe. Sabe que este es el peor camino posible para sus sentimientos.
Pero es más que eso: no se trata sólo de esos sentimientos. También se trata de la forma en que María José le dice una noche: "No he tenido una amiga como tú en toda mi vida".
Y cómo se lo contesta porque es verdad.
Cuando cenan la semana siguiente, Mariana le dice de forma sarcástica: "Me alegro de que seas amiga suya. Es estupendo". Da un sorbo a su agua antes de mirar a Daniela con complicidad. "Vas a estar muy jodida, y no de forma divertida".
***
Daniela se da cuenta de lo jodida que está el Día de los Caídos.
Daniela va a recoger a María José y Anto para la barbacoa de su hermano, frunciendo el ceño cuando no hay pasos veloces y emocionados yendo a responder a la puerta. Anto siempre corre a abrir la puerta cuando sabe que Daniela viene. Y sinceramente, la adora. Hay un lugar especial reservado en su pecho para la sonrisa que Anto le dedica cada vez que la ve.
Cuando llama a la puerta por tercera vez, se siente bastante preocupada de que algo haya pasado porque ni María José ni Anto se han olvidado nunca de los planes. María José tampoco ha respondido a sus llamadas, lo que... odia esa sensación de dolor en el estómago, pero está casi a punto de tirar la puerta abajo.
Sin embargo, antes de que pueda hacer algo drástico, la puerta se abre lentamente.
Daniela abre los ojos al ver a María José. Con bolsas bajo los ojos y el pelo alborotado, tiene un aspecto que nunca había visto.
Por un momento, María José parece confundida al verla también, antes de que un momento de claridad la invada. "La comida al aire libre". Su voz es nasal, claramente congestionada. Tiene sentido con lo decaída que parece. Sacude la cabeza, con las mejillas pálidas y los ojos llorosos. "Lo siento mucho. Yo quería enviarte un mensaje, pero estuvimos despiertas casi toda la noche, y he estado dejando que Anto juegue con mi teléfono toda la mañana".
Se ha enterado de que Anto se resfrió ayer por la mañana en su colegio. Y por lo que parece, María José también está resfriada.
"Lo siento", vuelve a decir María José, apoyándose en el marco de la puerta mientras tapa un bostezo. "¿Le das las gracias a tu familia por invitarnos? Anto se va a enfadar mucho cuando se dé cuenta de que se lo perdió".
Le da las gracias a su familia. También les dice que ella tampoco puede venir.
"No debe de ser fácil cuidar de un niño enfermo, y menos cuando tú también lo estás", le dice a María José en voz baja pero con firmeza cuando ella protesta débilmente para que Daniela se quede.
María José se resiste todo lo que puede antes de rendirse y echarse una siesta en su cama. Daniela va de puntillas por el salón, intentando no despertar a Anto, que está tumbada en el sofá mientras limpia pañuelos.
Cuando Anto se despierta, con cara de tristeza, se le encoge el corazón. Duda, dispuesta a ir a buscar a María José si eso es lo que quiere Anto. Pero en lugar de eso, le pide a Daniela que se siente con ella, extendiendo un brazo hacia ella desde debajo del bulto de mantas en el que está acurrucada.
Tiene una fobia bastante presente a enfermarse desde hace años, pero no se lo piensa dos veces antes de acomodarse junto a Anto, que aprieta su cabecita febril contra el hombro de Daniela. "¿Puedo jugar con Nora cuando me ponga mejor?".
Daniela se pasa una mano por el pelo y se lo aparta del cuello húmedo. "Por supuesto. Pueden volver a dormir en mi casa si quieren. Podemos tener un maratón de Chopped y tratar de cocinar nuestra propia cena, si quieres." No sabe de dónde le ha venido a Anto el gusanillo del Food Network en el último mes o así, pero está cautivada con todos los programas de concursos.
"¿Podemos?" Hay un entusiasmo allí, pero extremadamente moderado.
Como si no tuviera energía para mostrar su felicidad.
Es un sentimiento desconocido, esta abrumadora simpatía por Anto y el impulso de protegerla cuando se resfría miserablemente contra ella. "Por supuesto."
No quiere darse cuenta de que está enamorada de María José tomando sopa de pollo, mientras Anto se tumba contra ellas, roncando por la congestión.
María José sostiene su tazón de sopa -hecho de una lata; la madre de Daniela estaría tan decepcionada de ella- cuidadosamente equilibrado en su regazo mientras recuesta la cabeza contra el sofá. Sus ojos aún están cansados, pero un poco más alerta, mientras dice: "Si no tienes cuidado, me volveré demasiado dependiente de que me salves el día".
Es cálida pero también... hay una vulnerabilidad bajo sus palabras. Y como María José es tan parecida a una puesta de sol -con todas las capas que la hacen ser quien es, cada una de ellas diferente y absolutamente hermosa, pero a veces ocultando lo que hay en el cielo-, Daniela no puede leer todas las emociones que hay bajo esa vulnerabilidad.
Pero es en ese momento cuando las cosas se ponen en su sitio, y su corazón late con la certeza de que tiene que llamar amor a esos sentimientos.
Como en este momento, comprende por qué todo en el mundo -guerras y canciones y toda la literatura- se remonta a esto. Le hace pensar que, por una vez, comprende lo que ha estado persiguiendo todos estos años. Ella ha querido amor, y ha pensado que entendía lo que significaba.
No es hasta este momento en el que María José la mira como si llevara una capa -en el que confía en que Daniela va a estar aquí durante este momento, confía en que puede mostrarle estos momentos de debilidad-cuando lo siente.
No quería enamorarse de María José. Pero aquí está, acurrucada con una familia que no es del todo la suya, y nunca ha querido nada más.
Así que... si, estaba jodida.
Holi, les dejo un capítulo chiquito, pero ya estoy preparando el siguiente (:
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Cuando menos lo esperas - Caché
FanficDaniela Calle sabe tres cosas con certeza. Primero, va a ser la abogada de divorcios más solicitada de Boston antes de los treinta y cinco. Segundo, dado lo terrible que es su historial romántico, enamorarse no está en sus planes. Y tercero, la Nav...