Capítulo 27

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31 de octubre

—Ha sido el mejor Halloween —comentó Anto, con la voz un poco chillona por la emoción, y por el hecho de que llevaba dos horas comiendo dulces y seguía prácticamente vibrando de pie, mientras subían por el sendero hasta la puerta de Daniela .

Era el segundo Halloween consecutivo en el que muy poca gente había reconocido el disfraz de Anto, la protagonista del libro Divinity, pero a ella no le había importado. Sobre todo, porque Nora también era un personaje del libro, y habían planeado con ilusión sus disfraces en conjunto.

—En serio —Daniela coincidió con Anto—. El mejor dulce o truco.

—Eso fue porque nos robaste todas nuestras Milky Ways —dijo Nora por encima del hombro, riéndose de su tía.

—¡Y me lo pasé muy bien haciéndolo!

María José se limitó a sacudir cariñosamente la cabeza a todas ellas mientras abría la puerta.

—Bueno, chicas, son solo las siete. ¿Qué más quieren hacer?

—¡Nora va a venir a jugar a mi habitación y vamos a repasar todos nuestros caramelos! —Anto tomó a Nora de la mano y las dos empezaron a correr escaleras arriba.

Con el brazo entrelazado con el de Daniela , María José notó cómo se tensaba cuando los pasos de las chicas desaparecieron escaleras arriba bajo el estruendo de las risas.

María José giró sobre sus talones para mirar a Daniela y arqueó una ceja, preocupada.

—¿Estás bien? ¿A qué viene toda esta sensación de tensión?

Necesitaba saberlo, porque hacía más de un mes que no vivían momentos tan tensos.

Los ojos de Daniela buscaron los suyos.

—Eh... lo que dijo Anto me hizo sentir un poco... —Se interrumpió, arqueando una ceja interrogativa hacia María José.

Que repitió las palabras de su hija en su cabeza hasta que se dio cuenta de lo que Daniela estaba hablando: «Mi habitación».

—Su habitación —murmuró, saboreando las palabras en sus labios, la permanencia de esta haciendo que ella misma se sintiera un poco tensa.

Sería fácil detenerse ahí, pero en los últimos dos meses había reflexionado mucho sobre esto. El futuro iba a llegar, pasara lo que pasara, y no iba a presionar nada, pero tampoco iba a detenerlo. No podía.

Pero tenía que... abrazar los pasos hacia delante tanto como pudiera.

Ella y Anto pasaban la noche en casa de Daniela al menos una vez a la semana. A veces más. Y Anto tenía una habitación que Daniela amuebló con la aportación de Anto, donde esta guardaba varias pertenencias.

Era... era su habitación. Fingir lo contrario sería un perjuicio para sí misma, Daniela , y Anto, todo a la vez.

—Su habitación —repitió Daniela , observando atentamente a María José, con los ojos un poco cautelosos.

Aunque sintió una ligera inquietud en el estómago, tragó saliva y asintió. La sonrisa que se dibujó en sus labios no era forzada, aunque estuviera un poco cargada de nervios.

—A menos que conozcas a otra chica que duerma en esa habitación las noches que no estamos aquí... —Se interrumpió y soltó una carcajada que dejaba entrever sus nervios, pero no era como si pudiera ocultárselos a Daniela .

Se encontró de frente con la mirada interrogadora de Daniela , sin retroceder ante la intensidad de su mirada. Y tampoco intentó ocultar nada de lo que sentía.

Lo único que sabía era que, en recompensa por su honestidad y tal vez por su valentía —porque quizá no fuera realmente valentía, pero lo sentía así—, Daniela sonrió alegremente. Deslizó la mano por el pelo de María José, el agarre cálido y fuerte y familiar, mientras tiraba de María José hacia abajo.

Daniela se puso de puntillas y apretó los labios contra los de María José. El beso fue cálido y entusiasta, con un ligero sabor a chocolate. Y algo en su beso calmó esos nervios. María José sonrió de verdad cuando Daniela se apartó.

—Este mismo día, el año pasado, me llamaste cariño. Así que puede que ese Halloween fuera el mejor —susurró Daniela , con los ojos oscuros brillando de felicidad.

María José negó con la cabeza.

—No digas que ese día en que te mandaron al hospital fue bueno. No está permitido.

—Me encanta cuando impones la ley —bromeó Daniela , antes de ponerse de puntillas de nuevo y pellizcar la mandíbula de María José—. ¿Por qué no te enseño mi habitación mientras las chicas están ocupadas?

Las manos de María José se posaron en las caderas de Daniela mientras la seguía a ciegas.

Cuando menos lo esperas - CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora