Dolores

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Al abrir la puerta de la habitación, Eri apareció con una gran sonrisa junto a los Tres Grandes, quienes la esperaban ansiosos.

— ¡Lemillion! ¡Nejire-chan! — gritó la niña mientras corría hacia Hado, quien la levantó con entusiasmo.

— ¡Feliz año nuevo, Eri! — Hado acomodó a la pequeña en su antebrazo para que pudiera saludar a Togata y Amajiki con una amplia sonrisa.

— ¡Eri! ¡Pequeña, qué bueno verte! — saludó Togata, extendiendo su mano para revolverle el cabello, solo para ser detenido por Hado, quien la apartó con rapidez.

— ¡Eri es mía! ¡Piérdete! ¡PBBTT! — Hado sacó la lengua en un gesto infantil, mientras Eri reía.

— ¡Oye! ¡No es justo! — exclamó Togata, llevándose una mano al pecho en un exagerado gesto de dolor.

— Siempre tan dramático, Togata. — murmuró Amajiki, escondiéndose tímidamente detrás de su bufanda mientras observaba.

Eri, con una expresión de traviesa inocencia, extendió sus brazos hacia Togata.

— ¡Vamos, Eri! ¡Ven conmigo! — exclamó él, haciéndole gestos cómicos para animarla a acercarse.

— ¡Nop! — respondió Eri, aferrándose a Hado con fuerza.

Togata hizo una fingida mueca de derrota y, en un acto teatral, se dejó caer al suelo con un suspiro profundo, provocando que todos, incluido Amajiki, rieran por lo bajo.

Después de la risa, Togata se incorporó y se sacudió el polvo imaginario de la ropa.

— Bueno, ya que estamos aquí, ¿cómo han pasado el fin de año con sus familias? — preguntó Togata, cambiando el tema de la conversación.

— Yo pasé un tiempo increíble con mi abuela. Hicimos un montón de comida y jugamos juegos de mesa toda la noche. — comentó Amajiki, con una ligera sonrisa en su rostro.

— ¡Eso suena genial, Amajiki! — exclamó Hado. — Yo he estado ocupada haciendo otras cosas.

— ¿Otras cosas? — preguntó Togata, arqueando una ceja con curiosidad. — ¿Qué cosas?

Hado sonrió juguetonamente y se llevó un dedo a los labios, haciendo un gesto de silencio.

— Eso es un secreto. — dijo con un guiño.

— ¡Vamos, Nejire! ¡No nos dejes así! — insistió Togata, acercándose con una expresión de exagerada súplica.

Hado se rió y movió la cabeza.

— No, no, no. Es un secreto muy importante. Tal vez algún día se los cuente... o tal vez no. — respondió, provocando que Togata y Amajiki soltaran un suspiro simultáneo de frustración.

Eri, observando todo con ojos curiosos, tiró suavemente de la manga de Hado.

— ¿Qué secreto? — preguntó con una inocente curiosidad.

Hado se inclinó hacia ella y le susurró algo al oído, haciendo que Eri soltara una pequeña risa.

— ¿Qué? ¡Eso no es justo, Eri sabe y nosotros no! — se quejó Togata con fingida indignación.

— Bueno, Eri es una excepción especial. — dijo Hado con una sonrisa mientras acariciaba la cabeza de la pequeña.

— ¡Eso sí que no es justo! — exclamó Togata, haciendo pucheros mientras Amajiki y Hado reían.

— ¿Qué te parece si jugamos un rato, Eri? — sugirió Hado con ojos brillantes.

— ¡Sí! — exclamó Eri, emocionada.

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