Introducción

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"También puedo sentir, Faye."

Aquellas palabras se las había dicho llenas de dolor. Su condición no le permitía demostrar a las demás personas lo que realmente sentía, su mirada la mayor parte del tiempo se encontraba pérdida entre algún lugar u objeto, lejos de la vista de las demás. Su padre se lo advirtió, él intento dejarle claro que las personas resultaban crueles y despiadadas si no se tenía cuidado con ellas, nunca llegó a su mente como sería aquello, realmente deseaba que se quedase en sus pensamientos y no en su pecho como lo hacía ahora. Por suerte sus crisis nerviosas y ataques de ansiedad se habían mantenido lejos hoy, solo estaba aquel embriagante dolor.

¿Lloraría está vez? Por supuesto que lo haría, tenía desde el tercer grado adorando a Faye Peraya, la admiraba más que a nada, logro memorizar todos los gestos de la tailandesa, observaba con atención cada cosa que hiciera casi haciéndolo ver cómo enfermizo y acosador, pero no era así, jamás sería algo negativo. Yoko sentía como su estómago producía algún tipo de cosquilleo cuando Faye sonreía mientras hablaba con alguien más, pasaba algo similar cuando la tailandesa le sonreía solo a ella, las cosquillas se tornaban violentas y subían hasta su pecho como un calor indescriptible, se sentía bien, comenzó a tomarle aprecio a aquello. Yoko no tenía idea de cómo sería aquellas sensaciones en negativa, hasta hoy, si pudiese describir lo horrible y desgarrado que se sentía su pecho en aquellos momentos, probablemente no tendría las fuerzas para explicar con detalle.

Nunca pensó que llegaría hasta ese punto, debió imaginarlo, era inteligente, tanto que podía ser probablemente la genio del instituto, pero no era así. Ella debía saber qué una persona como Faye no saldría con alguien como ella por el mero gusto de conocerla o pasar una vida entera juntas.

Probablemente el Asperger era el menor de sus problemas.

ASPERGER - ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora