Capítulo 4 - Disolver (1/2)

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El otoño iniciaba y Marissa estaba más que emocionada. Cualquier persona que estuviese cerca suyo lo sabía, amaba los paisajes que aquella estación le regalaba, parecía melancólico y relajante sentarse a observar como los árboles se pintaban de colores naranja y rojizos mientras bebía un poco de café o chocolate caliente, la mayoría del tiempo su guitarra, su libreta de ideas y Ize la acompañaban a tomar aquellas puestas de sol. Después llegaba el invierno, durante esa estación del año se dedicaba desde los inicios a tejer alguna bufanda o gorros para Ize, era una rutina que había tomado desde que conoció a la tailandesa, podría decirse que fue una de las muchas cosas que hizo que la pelicastaña terminase rendida ante Papichaya. Este año se tomaría el tiempo para hacer algo para Yoko y retomar su amistad o pedirle disculpas por haber hecho algo mal.

Y sin dejar el asunto de lado, la situación con Yoko se había tornado extraña, comenzaron bien, jugaban ajedrez y Yoko le permitía acercarse e intentar charlar con ella, incluso le regaló un par de dulces que su padre le había conseguido, después de eso la tailandesa solo la evadía e intentaba huir cada vez que la veía. La última vez que hablaron un poco se sintió realmente mal y decidió alejarse, aquello era extraño, justo como lo que venía sucediendo de un mes a la actualidad. Cuando intentaba buscarla en su clase especial le decían que Yoko no estaba disponible o cuando intentaba buscarla donde su padre, le informaban que el señor Brüschweiler tomaba el trabajo desde casa ese día, incluso llegó a visitar su casa, pero nunca había señales de que siguieran ahí, necesitaba respuestas y nadie se las daba.

Ese día se armo de valor y volvió a dónde la clase especial, aprovecho que la hora del almuerzo había llegado y los alumnos de dicha clase no salían al comedor normal. Las pocas veces que hablo de manera constante y fluida la tailandesa mencionó a Neko, su amiga de cabello mágico o algo así dijo Yoko. Al localizar a la chica de cabello color menta se acercó de manera tímida y toco levemente su hombro llamando la atención de otras dos personas que estaban con ella.

–Hola, ¿Eres Neko?– pregunto jugando con sus manos sientiendose nerviosa. La chica de cabello menta se levantó quedando a centímetros más bajo suyo en un intento de intimidación.

 –Soy Marissa, quería saber si tú tenías información de Yoko.– murmuró mirando la ceja arqueada de la chica frente a ella y frunció el entrecejo al escucharla bufar y reír de manera sarcástica.

–Oh, créeme que sé de sobra quién eres.– aseguró haciendo que Marissa retrocediera un paso para poder verla mejor. –¿En serio quieres saber de Yoko? ¿Quién te envío? ¿Faye?– pregunto ladeando la cabeza y Marissa negó confundida.

–No, he venido por mí cuenta, no sé de Yoko desde hace mucho y estoy un poco preocupada.– hablo de manera sincera intentando hacer que Neko viese su preocupación.

–¿De verdad?– pregunto riendo. –Porque me parece muy buena estrategia por parte de Peraya enviarte a preguntar por el estado de Yoko, digo, tú cara de no matar una mosca podría convencer a cualquier persona, pero Neko sabe de esa mierda y no me convences.– aseguró cruzándose de brazos y Marissa la miró con más confusión. ¿Qué demonios sucedía con esa chica?

–De verdad, lamento decirlo, pero no entiendo de qué hablas.– murmuró avergonzada. La pelimenta parecía molesta.

–Te daré un motivo para que estés confundida.– gruñó acercándose un paso hacia Marissa, siendo alejada por alguien más rápidamente antes de que lograse llegar a la tailandesa, comenzó a forcejear. – ¡Suéltame Becky!– ordeno forcejeando con la chica que la sostenía por la cintura. –¡Suéltame, haré que sienta el mismo dolor que Yoko sintió!– seguía intentando soltarse y Marissa sintió el enojo repentino recorrerle el cuerpo.

–Deja que se acerque y haga lo que dijo, pero después tienes que decirme todo lo que sabes de Yoko.– ordeno Marissa con seriedad mirando fijamente a la chica de cabello llamativo. –Haz lo que tengas que hacer Neko, necesito saber qué sucede con ella.– pidió acercándose a la más baja haciendole saber que no había ido hasta ellas para jugar a las niñas rudas.

ASPERGER - ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora