Capitulo 1: Para ti, un mundo lejano

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Era un páramo desolado.

Imponentes dunas de arena hasta donde alcanzaba la vista, con solo el azul brillante de las estrellas para servir de luz en este mundo frío y solitario.

Ningún gran árbol de luz se alzaba en la distancia, sus innumerables ramas se extendían en miles de millones de caminos, uniendo el pasado, el presente y el futuro. 

En este mundo de resplandor azul sólo había un camino: una línea de luz en el centro del mundo.

Ninguna joven deambulaba por estas dunas, construyendo cuerpos de titanes de decenas de metros de altura, un cubo de arena a la vez. Ninguna diosa eldiana habitaba en esta prisión eterna, eternamente atrapada en su linaje y el poder que habitaba en su interior.

En este páramo desolado, toda la existencia no era más que arena y estrellas.

Y un banco.

No era un banco grande, lo suficientemente largo como para sostener a tres adultos si estaban lo suficientemente cerca como para tocarse. 

El diseño del banco era simple, sin adornos estilizados ni adornos adicionales, pero estaba bien cuidado a pesar de los claros signos de desgaste. No tenía astillas ni bordes deshilachados, a pesar de los signos de desgaste por el clima. 

Sus materiales tampoco eran nada del otro mundo. Estaba hecha de madera con herrajes de hierro, por lo que no desentonaría en un parque público o en la acera de un barrio de clase alta.

El banco, que contrastaba tanto con el mundo desolado que lo rodeaba, atraía la mirada del único habitante de aquel páramo como una polilla a la llama. Se encontraba a miles de kilómetros de distancia y, sin embargo, tan cerca. Era lo único que existía en aquel mundo vacío.

Los pequeños pies de Eren Yaeger lo llevaron a ese banco. 

No importaba si sus pasos eran cortos. Solo tenía que poner un pie delante del otro. Paso tras paso. 

Eren lo alcanzaría siempre que siguiera avanzando.

Le tomó años, décadas, viajar hasta ese banco en menos de un segundo.

Eren miró fijamente el banco con los ojos en blanco. La parte superior estaba a la altura de los ojos de su cuerpo de seis años.

Luego se incorporó y se sentó.

La vista ante sus ojos cambió.

El cielo pasó de un azul oscuro a un azul claro a medida que las interminables dunas del Sendero fueron reemplazadas por árboles y un sendero bien pavimentado. A lo lejos, podía oír el paso de vehículos y vislumbrar los tejados de los edificios que se asomaban por encima del follaje verde.

Aquello no era un bosque, a pesar de la densidad de los árboles. Era un parque, un trocito de naturaleza salvaje en un mundo de acero y cemento.

Era un lugar pequeño y acogedor, que provocó un bostezo en el joven cuerpo de Eren.

"Este banco es el lugar de encuentro", le dijo una voz mayor y cansada al joven.

—¿Con quién me voy a encontrar? —preguntó Eren.

El hombre permaneció en silencio.

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