Capítulo 8

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El invierno se aproximaba rápidamente, trayendo consigo una brisa fría que recorría la ciudad. Jace y yo habíamos encontrado un pequeño apartamento perfecto para nosotros. Estaba situado en una calle tranquila, adornada con árboles que comenzaban a perder sus hojas. El lugar tenía un encanto acogedor, con una cocina compacta, una sala de estar con una chimenea y una pequeña terraza que prometía ser el lugar ideal para disfrutar de las mañanas soleadas y las noches estrelladas.

La mudanza fue un torbellino de actividad. Entre cajas, muebles y recuerdos, organizamos nuestro nuevo hogar. Los fines de semana los dedicábamos a decorar y acomodar cada rincón, convirtiéndolo en un espacio que reflejaba nuestras personalidades y sueños. Las estanterías se llenaron rápidamente de libros, algunos antiguos y otros nuevos, y la pared junto a la chimenea pronto exhibió una colección de herramientas de Jace, un recordatorio de su pasión por la mecánica.

Una noche, mientras desempacábamos las últimas cajas, encontramos una caja con fotos y recuerdos de nuestros primeros días juntos. Nos sentamos en el suelo de la sala, rodeados de risas y nostalgia, recordando cómo había comenzado todo.

-Mira esta-dije, sosteniendo una foto de nuestra primera cita-. No puedo creer cuánto hemos vivido desde entonces.

-Sí, hemos recorrido un largo camino-dijo Jace, sonriendo mientras tomaba la foto y la observaba con cariño-. Y lo mejor de todo es que esto es solo el comienzo.

Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la calidez de nuestro hogar y de la compañía del otro. Jace rompió el silencio con una propuesta que, una vez más, cambiaría nuestras vidas.

-Maya, he estado pensando en algo-dijo, con una expresión seria pero llena de determinación.

-¿Qué es?-pregunté, intrigada.

-Quiero que escribas ese libro. He visto cómo brillas cuando hablas de tus ideas y tus historias. Creo en ti, y sé que tienes algo importante que compartir con el mundo-dijo, mirándome a los ojos.

La idea me emocionó y aterrorizó a partes iguales. Pero al ver la confianza y el apoyo en los ojos de Jace, supe que estaba lista para dar ese paso.

-Voy a hacerlo-dije, sintiendo una oleada de determinación-. Voy a escribir mi libro.

Con el invierno acercándose, empecé a dedicar mis noches y fines de semana a la escritura. Jace me apoyó en cada momento, asegurándose de que tuviera el espacio y el tiempo que necesitaba. Mientras yo trabajaba en mi manuscrito, él continuaba dedicando largas horas en el taller, perfeccionando sus habilidades y aprendiendo nuevos aspectos de la mecánica.

El invierno trajo consigo días cortos y noches largas, pero también una nueva rutina que nos acercó aún más. Las noches junto a la chimenea se convirtieron en un refugio donde compartíamos nuestras experiencias y sueños. Jace leía algunos de mis borradores, ofreciendo sugerencias y palabras de aliento, mientras yo escuchaba sus historias sobre los desafíos y logros en el taller.

Un día, mientras estábamos sentados en la terraza, envueltos en mantas y bebiendo chocolate caliente, Jace me sorprendió con una noticia emocionante.

-He estado pensando en algo, Maya-dijo, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

-¿Qué pasa?-pregunté, sintiendo una mezcla de curiosidad y anticipación.

-He decidido abrir mi propio taller. Creo que es el momento de dar ese paso y empezar mi propio negocio-dijo, con una mirada llena de determinación y esperanza.

La noticia me llenó de alegría y orgullo. Sabía cuánto significaba esto para Jace y cuánto había trabajado para llegar a este punto.

-¡Eso es increíble, Jace! Estoy tan feliz por ti-dije, abrazándolo con fuerza.

-Ambos estamos persiguiendo nuestros sueños-dijo Jace, sonriendo-. Y no puedo imaginar hacerlo sin ti a mi lado.

Con el apoyo mutuo y una visión clara del futuro, comenzamos a trabajar en nuestros respectivos proyectos. Mientras Jace planificaba la apertura de su taller, yo continuaba escribiendo mi libro, encontrando inspiración en nuestra vida juntos y en los desafíos que habíamos superado.

El invierno avanzó, trayendo consigo días de trabajo arduo y noches de esperanza y sueños compartidos. Sabíamos que el camino no sería fácil, pero también sabíamos que, juntos, podríamos enfrentar cualquier obstáculo. Con el corazón lleno de amor y determinación, nos adentramos en esta nueva etapa de nuestras vidas, listos para construir un futuro lleno de promesas y posibilidades.

La carta que nunca te escribíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora