Nuestra historia (Ares x Afrodita) // PAUSADA TEMPORALMENTE.

XII - CONSECUENCIAS

El error de Ares había sido enorme, ¿Por qué?: Hefesto tenía sospechas, ¿De qué? de que estaba siendo cuerneado por su mujer, la diosa de la belleza ¿Cómo llego a tener esas sospechas en su mente? porque Hermes, una mañana cuando la luna llena recien se escondía nuevamente, fue al taller del herrero a hacer una entrega y en forma de "chiste/indirecta" le indicó que cuidará más los atrevidos comportamientos de su mujer, también dandole miedo cómo: acaso no le asustaba dejarla sola tanto tiempo, sabiendo que ella era la diosa más deseada en el olimpo.
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(Situación):

El joven pecoso de ojos avellana iba corriendo por ahí, haciendo su trabajo, el mismo día que Ares le había confesado que tenía un amante, el sol pegaba fuerte cómo nunca, tenía un plan ideado en su mente, el no era tan malo, lo había recapitulado, pero empezó a buscar formas de jugar sucio con la nueva información. No le diría a Zeus, ni a nadie en el olimpo, pero de que iba a causar caos, lo haría.
Fue al taller de Hefesto, aprovechando que debía entregarle un mensaje del rey del olimpo, Zeus.
Entro a toda velocidad, lo primero que vio fue al herrero, haciendo lo que parecía un molde de espalda, alzando su mano hizo un golpe seco en la pared de aquel lugar, haciendo que el de barba naranja parará su trabajo y mirara al dios de los ladrones, el cual le sonrió y se le acercó, bajo su atenta mirada de curiosidad.

- Hermes: Hola Hefesto, buenos días, he venido a dejarte estas cosas e informarle que Zeus, para 3 lunas desea que tengas listas las tres armaduras invaluables a las guerras que te pidió. Cómo máximo te dio tres lunas, espera en realidad que sean lo antes posible y mucho mejor si las tienes para mañana o pasado, son urgentes.
- Hefesto: Buenos días, Hermes. Dile a Zeus que estarán listas para una y cómo mucho a las tres noches, no estoy tan atareado últimamente, así que serán lo más pronto posible.

El dios de la mentira, ante esto, sonrió socorrón, asintiendo a sus palabras, para darse media vuelta e "irse" Hefesto volvió su mirada a los moldes de arma que creaba pero escucho nuevamente la misma voz.
- Hermes: Por cierto, Hefesto, fui donde tu mujer. Te aviso que deberías tener cuidado con dejarla sola, he oído rumores que tanto tiempo en soledad puede haber causado que tenga amantes... ¡Pero son solo rumores! Solo digo. -
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Desapareció de la vista del herrero, el cual había quedado boquiabierto ¿Rumores de que Afrodita le metía cuerno? el no había oído nada, nisiquiera sus ninfas habían dicho algo cuando el volvía a su templo, al contrarío: hablaban muy bien de Afrodita y su esposa siempre parecía triste al momento de que el se iba. Pero ya Hermes había sembrado la confianza en el, aunque ya todos saben que ese dios es mentiroso, ama los líos y no se debe confiar demasiado en sus palabras. Algo en sus palabras sonó cómo que el ya sabía algo, cómo una indirecta no tan directa.
No soportó ese sentimiento, el no quería pensar así de su mujer, pero no podia confiar en ella tampoco, sabiendo el hecho de que ella solo fue forzada a casarse. Tal vez el se había equivocado al pensar que si la había logrado enamorarla ese reciente tiempo que llevaban casados, pero al mismo tiempo, si podría haberla enamorado. Termino la espada que forjaba, miro hacía a fuera, ya se veía claro que estaba amaneciendo, en otras palabras: Helios estaba saliendo.
El herrero salió de su taller, aunque tuviera bastante trabajo, le importo un carajo.
Fue directamente a su casa con su carruaje a caballos de armadura brillante, llego y se estacionó en el balcón, bajó sus cosas, para seguidamente dirigirse dentro del templo a paso rápido. Fue a la habitación matrimonional que compartía con la diosa, pero ella no estaba allí, 《Es muy temprano, tal vez despertó y esta desayunando》Pensó el, salió de la habitación, para encontrarse cara a cara con Salmacis, la ninfa más cercana a Afrodita (eso creía). La joven de cabello claro estaba anonada, con sus grandes ojos verdes lo miraba con impresión, su impresión fue tal, que había tirado el libro que traía en mano.