—¿No me puedes acompañar?
—¡Noooo, gatita! —Neron me apartó como si quisiera evitar meterse en algún problema y me obsequió el paragua—. La última vez que vine lo hice enojar tanto que casi tenemos un segundo incendio.
Volteé hacia Válian, esperando más coraje por su parte.
—¿Y tú?
—Quise separarlos y me amenazó con hacerme sopa —respondió encogiéndose de hombros.
—Sopa de tortuga ¡Que asco! —se burló Nerón recibiendo las gotas de lluvia en su cabello.
¡¿Y aun así esperan que yo lo convenza?!
—¿Entonces para qué vinieron? —cuestione.
—Annalis me pidió que te trajera —contestó Válian a la defensiva.
—¿Y tú? —le espeté a Neron.
—Estaba solito, pero ¡Suerte! —dijo mientras me daba la vuelta y, con una nalgada tan fuerte, me hizo tambalear hacia la oscura cabaña.
¿Por qué estoy tan nerviosa?
Es solo Krohonan... Lo he visto antes, pero algo en esta visita me pone tensa. Tal vez es la tormenta, o quizás es la posibilidad de que lo enfurezca como lo hicieron estos dos.
—¿Me dejas abrazarte y compartir el paragua? —escucho a Neron a mi espalda
—No me toques—respondió tajante Válian
Un trueno rompió el cielo justo cuando me armé de valor para tocar la puerta. Los golpes resonaron, haciendo eco en la cabaña vacía. ¿Estará en casa?
Cuando estaba a punto de darme la vuelta, unas luces anaranjadas se encendieron dentro. Una silueta se movía entre las ventanas, pero no parecía la de Krohonan, alta y delgada, con cuernos afilados que hacen destacar aún más las alas espeluznantes, casi como si fuera una sombra de alguna película de Tim Burton.
Me giré buscando apoyo, pero, como era de esperarse, los muy cobardes de Neron y Válian ya no estaban. Huyeron.
—¿Milenka? —la voz de Krohonan me sobresaltó.
Se me erizó la piel al escuchar mi nombre en su boca. Ahí estaba él, mirándome desde la puerta con una ceja levantada. Mi sonrisa salió nerviosa, desentonada con el nudo en mi estómago.
—Hola...
Krohonan salió por un momento, inspeccionando el desolado pueblo bajo la tormenta, como si estuviera esperando algo más. Luego me hizo un gesto para que entrara.
—Pasa.
Entré y dejé el paraguas en la entrada. Me quité la chaqueta empapada y la coloqué sobre una silla mientras lo miraba de reojo. No tardó en sospechar.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, cruzándose de brazos—. Sigues pareciendo humana.
—Nadie me vio —le respondí, esquivando su mirada.
El frío de la cabaña me hizo abrazarme a mí misma mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas. No podía simplemente soltarlo sin más. Sabía que no iba a ser fácil convencerlo de venir a la misión.
—Hace frío. ¿Quieres café?
No me esperaba esa pregunta. ¿Café? Pensé que ese tipo de cosas no existían en este mundo.
—¿Café? No tenía idea de que se podía conseguir aquí.
—Se recuperaron muy pocas semillas después de la guerra —explicó mientras se dirigía hacia la pequeña alacena.
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El portal a Apricon.
FantasiDespués de la graduación, Milenka eligió irse de aventuras con sus amigos, un año entero viajando y conociendo los lugares menos inexplorados de Europa. Su última parada es Rusia, donde un hermoso y nocivo lago blanco la llevara a vivir experiencias...