ARNEIL I

1 0 0
                                    

La bruma empañaba las ventanas de la furgoneta. Era un camino oscuro a las afueras de Pricsis. Habían pasado aproximadamente veinte minutos desde que comenzaron a seguir a Gregory.

"Seguramente ese aburrido inepto sabe la cantidad de segundos exacta", pensó Arneil. Ya llevaba varios meses conociendo a Jordan, cuando le asignaron este caso y conoció a su nuevo compañero. Arneil rezaba por alguien con un buen sentido del humor, al menos. En su lugar, tenía a Jordan. Podría dejar a un cerdo frente a un público y causaría más simpatía que Jordan.

El sonido del GPS se hacía engorroso, pero no podía quejarse. Estaban ciegos en aquella carretera inhóspita con olor a césped; solo podía agradecer que su informante había puesto un pequeño rastreador en el coche de Gregory. Hacía lo posible por no alejarse demasiado de su auto ni de acercarse lo suficiente como para ser detectada.

—¿Por qué vinieron aquí? —La curiosidad de Hamsel era algo a lo que difícilmente podría acostumbrarse.

—Si te digo, ¿te callarás?

—No.

—Entonces no hagas más preguntas.

—Perseguíamos a un hombre —respondió Jordan—. No era Gregory, su nombre es Tony Wilcher. Solo pensamos que podía tener conexión con él o, al menos, que la tuvo con Percibal.

—Él fue quien causó el incidente en la conferencia.

—Correcto.

Arneil no le había dado muchas vueltas a Jordan en todo el tiempo que había durado su tediosa travesía en Pricsis. A sus ojos, era solo un soldado más con brazos fuertes, que buscaría la forma más estúpida de intentar atrapar al objetivo. Descubrió que sus predicciones eran erróneas al escuchar el complejo y extenso plan que tenía su nuevo acompañante para cumplir con su trabajo.

Aquel día Jordan entró en el mismo vehículo donde se encontraban, tenía un mapa de toda la ciudad

—Apréndelo —le ordenó—. Ya yo lo hice.

El plan consistía en localizar una conocida banda que parecía tener relación con Tony Wilcher e infiltrarse ahí. La Cruz Roja se hacían llamar. Contrabandeaban y distribuían ilegalmente doximina, un supuesto antídoto para la valcria, que al parecer solo conseguía hacer que sus clientes tuvieran más deudas que síntomas.

Luego de unos meses de recopilar información, Jordan obtuvo datos del criminal al que perseguíamos. Sin embargo, contra todo pronóstico, cuando más cerca estaba del hombre, Jordan fue descubierto y se vio obligado a abandonar cualquier lazo con la Cruz Negra.

El trabajo de Arneil consistía en investigar en una base de datos cualquier nombre importante que Jordan descubriera y recibir información a las espaldas de Jordan: cualquier conflicto amoroso, cualquier altercado o disputa en las calles, asesinatos y secuestros. Durante unos meses, Arneil fue la vigilante de Pricsis.

—Jordan.

—¿Encontraste algo? —su tono era ansioso.

—¿Cómo llegaste aquí?

Un pequeño silencio merodeó en la furgoneta.

—No es momento de hablar —Arneil tenía su vista al frente, intentando no estrellarse en la siguiente curva—. Concéntrate en el volante.

—Mi querido compañero, la curiosidad por primera vez en todos estos meses me carcome —"O quizás el aburrimiento"—. La valcria mató a tus padres cuando eras un pequeño, cuando no podías limpiar tu culo por ti mismo. Creciste con un profundo resentimiento. Todos tus días entrenabas esos hermosos bíceps con el objetivo de algún día convertirte en agente y atrapar a hombres muy malos. Por eso estás aquí, ¿no?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 15 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Un hombre olvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora