𝐏𝐫𝐨́𝐥𝐨𝐠𝐨.

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𝐄𝐍 𝐋𝐀 𝐂𝐈𝐔𝐃𝐀𝐃 𝐃𝐄 𝐃𝐄𝐒𝐄𝐌𝐁𝐀𝐑𝐂𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐘. Tras los portones de la gran mansión de los grandes señores Targaryen, ahora marchita y solitaria, se encontraba uno de sus últimos desendientes de su estirpe. La ruina había caído sobre ellos. Rhaenyra, hija del señor Viserys había tenido hijos con Harwin, ambos murieron en el mar cuando se dirigían a Pentos. Dejando huérfano al pequeño Lucerys y a su hermano Jacaerys, el mayor, este último siendo llevado por los Dioses en una terrible fiebre.

Viserys jamás logró recuperarse de la muerte de su amada hija. Ni con el consuelo de su segunda esposa, Alicent Hightower. Sus otros hijos se encontraban regados por el mundo. Aegon, el mayor debía vivir en alguna mansión en un rincón del reino, ahogado en vino. Halaena, en un convento de monjas al otro lado del mar. Aemond completaba sus estudios en diferentes lugares del mundo. Y Daeron desde pequeño fue enviado a Antigua para centrarse en sus estudios religiosos. El pequeño Jacaerys había resivido todas las atenciones, sin poder salvar su vida. Alicent cuidó de los pequeños como no lo hizo con sus hijos.

Poco después, la muerte se llevó a Viserys Targaryen. Alicent soportó los últimos delirios de su esposo, añorando a su primera esposa Aemma Arryn cuando soltó su último suspiro. Lucerys era un infante que apenas tomaba clases con el profesor. Alicent supervisaba de él, eran los únicos habitantes de la mansión.

Lucerys era hermoso. Era muy parecido a Aemma Arryn, parecía que estaba viéndola a ella sin ese cabello rubio. Sus ojos cristalinos verdes que parecían dos esmeraldas hacían suspirar a los sirvientes. Alicent despidió a todos ellos, dejando solo a una pobre anciana encargada de toda la mansión. Alicent y Lucerys convivían lo necesario, al comer y al rezar, siendo lo último lo que más los unía, pues para Alicent, el hijo de Rhaenyra era el niño perfecto. Estudioso, algo hermético, pues se encerraba por horas en la habitación de su abuelo a estudiar pergaminos antiguos sobre la historia de su familia. De esa forma descubrió que sus caderas pronunciadas para ser un hombre y la marca en su brazo derecho, significaba que era portador del don de traer niños al mundo.

Para Alicent, aquello fue una maldición como una bendición. Pues podrían salir de la ruina si Lucerys se casaba con algún señor de dinero. Pero eso significaba perder a su compañero en esa triste amargura. Sus hijos le enviaban cartas que ella pocas veces contestaba al no saber que responder que hacía de su vida. Halaena y Aegon dejaron de escribirle, mientras Aemond y Daeron trataban de enviarle una carta por mes.

Lucerys cada vez salía menos de la habitación de su abuelo. Se dedicaba al estudio de idiomas y artes antiguos.

Cuando la anciana que los atendía al fin falleció, le dieron un entierro digno en el cementerio familiar que se encontraba detrás de la mansión, pues había servido a su familia desde los años de Alysanne Targaryen, la bondadosa. Desde ese momento, Alicent tuvo que aprender como llevar un hogar. Se quemaba constantemente al cocinar la comida, dejando el mando a Lucerys que mostraba interés en ello ya siendo adolescente.

𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐓𝐇𝐄 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 𝐂𝐀𝐏𝐓𝐔𝐑𝐄𝐃 [𝐋𝐔𝐂𝐄𝐌𝐎𝐍𝐃]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora