⁺˚⋆。°✩Capitulo 12✩°。⋆˚

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Narrador

Anabella emergió de las llamas verdes de la chimenea de la Mansión Malfoy, sollozando y con lágrimas corriendo por sus mejillas. Sosteniendo su pequeño bolso rosado, apenas podía contener el temblor de su cuerpo. Su brazo, marcado con moretones y enrojecido por el apretón de su madre, dolía intensamente.

Narcisa Malfoy, que estaba en la sala, se levantó rápidamente al ver a la joven Weasley en ese estado. Con una mezcla de sorpresa y preocupación en su rostro, se apresuró a acercarse a Anabella.

—¡Anabella, querida! —exclamó Narcisa, arrodillándose frente a ella y tomando sus manos con suavidad—. ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué estás así?

Anabella, con la voz entrecortada por los sollozos, intentó hablar.

—Mi mamá... no me dejó venir... Me agarró del brazo y me hizo daño... —dijo, mostrando su brazo lastimado—perdón por venir sin avisar... Yo solo quería salir de ahí y no sabía donde ir

Narcisa inspeccionó el brazo de Anabella con cuidado, su expresión endureciéndose por la indignación y la tristeza. Con delicadeza, la envolvió en un abrazo cálido y protector.

—bella —dijo Narcisa con voz suave—. Estás a salvo aquí. No permitiremos que nadie te haga daño.

Anabella se aferró a Narcisa, encontrando consuelo en su abrazo. Sentía el calor y la comprensión que tanto le faltaban en su propia casa.

—Gracias, señora Malfoy —murmuró Anabella, sintiéndose un poco más segura.

—No tienes que agradecerme, querida —respondió Narcisa, acariciando el cabello de Anabella—. Vamos a cuidar de ti. Vamos a ponerte algo en ese brazo y después puedes descansar un poco, los chicos salieron con Lucius ya deben estar por llegar.

Narcisa se levantó, llevando a Anabella de la mano hacia un cómodo sofá. Llamó a un elfo doméstico, que apareció rápidamente con una compresa fría y algunos vendajes. Mientras Narcisa aplicaba la compresa con suavidad en el brazo de Anabella, le habló en un tono tranquilizador.

—Tienes un lugar seguro aquí con nosotros, bella. No tienes que preocuparte por nada más. Te cuidaré como si fueras mi propia hija.

Anabella asintió, sintiendo que el dolor en su brazo comenzaba a disminuir bajo el cuidado atento de Narcisa. A pesar del miedo y la tristeza, se sintió aliviada de estar en un lugar donde era verdaderamente querida y cuidada.

Justo cuando Narcisa terminaba de aplicar la compresa en el brazo de Anabella, la puerta de la sala se abrió y entraron Draco Malfoy, junto con Matheo y Tom, sus mejores amigos. Detrás de ellos, Lucius Malfoy los seguía con una expresión seria. Al ver a Anabella llorando en el sofá y a Narcisa cuidando de su brazo herido, se detuvieron en seco.

—¡Bella! —exclamó Draco, corriendo hacia ella—¿Qué te ha pasado?

Matheo y Tom intercambiaron miradas preocupadas antes de acercarse también. Lucius, observando la escena, frunció el ceño y se dirigió hacia su esposa.

—Narcisa, ¿qué está pasando aquí? —preguntó con voz controlada.

Narcisa levantó la vista hacia su esposo y luego miró a los chicos.

—Anabella tuvo una discusión con su madre. Llegó aquí con el brazo magullado y muy alterada —explicó Narcisa, manteniendo la calma en su voz.

Draco, con una expresión de enfado, miró los moretones en el brazo de Anabella.

—¿Tu madre te hizo esto? —preguntó con incredulidad y enojo en su voz.

Anabella asintió lentamente, sus ojos aún llenos de lágrimas.

𝕯𝖊𝖘𝖙𝖎𝖓𝖆𝖉𝖆 𝖆 𝖇𝖗𝖎𝖑𝖑𝖆𝖗~𝓐𝓷𝓪𝓫𝓮𝓵𝓵𝓪 𝓦𝓮𝓪𝓼𝓵𝓮𝔂~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora