Capítulo 3.

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—¿Esto dónde es? —le pregunté revisando la caja que había llevado a mi habitación. Me comentó que cuando llegaron acá, fueron requisados por la seguridad comunal, pero él tenía sus "mañas" y había logrado ingresar algunas cosas que se supone debían quedarse fuera—. ¿Esto de... dónde es?

Nunca había visto algo tan hermoso en mi vida. Era una pequeña bolita de cristal y tenía adentro nieve, pero también pequeños bombillitos y un pequeño animal —parecía más bien como una piedra azul, en realidad— sentado en la mitad.

Lo moví un poco y la nieve se levantó de la superficie, así que decidí dejarlo quieto para no desordenarlo por dentro.

—¿Te gusta? —me preguntó Jaemin tirándose a mi lado. Asentí sin siquiera mirarlo—. ¿Me lo prestas un momento? —se lo entregué con suavidad porque no quería estropearlo y él me sonrió. Su suave respiración chocó contra mi rostro y tuve que retroceder un poco para guardar distancia entre ambos. Sus mejillas se tiñeron de un tonto atardecer y giró el rostro hacia la bola—. Mira, de este botoncito enciendes las luces.

Encendiendo el pequeño artefacto solo hizo que la magia aumentara. En realidad era algo muy sencillo; una bola de nieve, con un animal y luces, pero de alguna u otra forma me resultó precioso. Luego lo agitó con fuerza y los copos empezaron a volar por toda la bola.

—¿Te gusta? —me preguntó de nuevo. Asentí mirando fijamente las luces—. Toma. Te lo regalo.

Parpadeé sorprendido mientras lo recibía. —¿En serio? —Jaemin asintió sin mostrarme los dientes y ladeando su cabeza; su mirada era extraña, así que mejor centré mi atención en su reciente regalo debido a la incomodidad que me generó—. Gracias, Jaemin.

—Pero, Jenori —sentí que se acercó un poco a mí y seguidamente sentí su fragancia en mis fosas nasales—. No puedes dejarlo en un lugar visible, ¿está bien?

Jaemin fue regañado hace dos días. Llevaba un arete en el lóbulo de la oreja derecha y aunque le repetí que se lo quitara justo antes de ingresar al salón, él dijo que se le olvidó. Fue el maestro Khom quien finalmente lo atrapó con él en clase de catequesis y fue reprendido delante de todo el instituto.

Mis ojos bajaron hasta su mano derecha que descansaba sobre mi pierna. La tomé por el dorso y la giré para repararla. —¿Cómo te sientes?

—Duele un poco...

Diez garrotes porque quiso parecerse a una mujer. 

Pasé mis dedos con suavidad por las heridas que tenía y me levanté hacia el baño; todo el tiempo bajo la atenta mirada de Jaemin. No era muy habitual tener medicina en casa debido a que para eso necesitábamos recetas médicas y todo ese asunto, pero mi madre antes de casarse trabajaba en el área de la medicina alternativa, así que teníamos varios ungüentos justo para esos casos.

Al volver a ingresar en la habitación, mis ojos conectaron inmediatamente con los de Jaemin. Su mirada se movía por todo mi rostro; se notaba nervioso.

Me senté a su lado y le tomé de nuevo la mano. Tomé un cotonete, puse suficiente ungüento en él y empecé a distribuirlo en la palma de su mano. Lo oí quejarse con suavidad, y eso me recordó al día puntual en que fue reprendido.

Suspiré lo más silencioso que pude y le regalé una caricia con mi pulgar.

Jaemin ese día lloró sobre Renjun todo el receso y luego intentó irse hacia su casa, pero por suerte alcancé a detenerlo a tiempo y esta vez sí me escuchó. Romper dos reglas el mismo día hubiera podido resultar mucho peor.

Abaniqué sobre mi trabajo finalizado y luego miré el lóbulo de su oreja; su herida solo de verla me dolía.

—No —me detuvo en cuanto intenté tocarlo con el cotonete—, me duele demasiado, Jen... —negó con suavidad—. Se curará sola; ahí no me pongas ungüento, por favor.

Red - Nomin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora