Capítulo 9.

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—Es una pena lo que sucedió en el campamento —dijo en medio de un suspiro la señora Park—. Sus hijos siempre están tan expuestos a la tentación del demonio. 

Se escuchó una afirmación grupal y luego la señora Hong carraspeó, llamando así la atención de todas. —Hay muchas versiones de los hechos. Aún el Padre no ha dicho qué fue lo que pasó. 

La señora Lee; la mamá de Donghyuck, dio un suspiro cansado y antes de terminar de limpiar la hoja de la planta dijo: —Los chicos están atravesando una época muy difícil —mi mamá pareció coincidir con ella, pues le puso una mano en la rodilla y asintió—. La adolescencia no es una etapa sencilla; hormonas, deseos, rebeldía... 

Fue el turno de la señora Ong para hablar. —Mi hijo nunca ha experimentado nada de esas cosas y ya está próximo a casarse. 

Hubo un silencio en la habitación. —Ellos no entienden —dijo mi mamá—, y no hablo de los jóvenes; habló de la cabeza comunal. Las cosas empiezan a cambiar. Así como nosotros solíamos ir al instituto en caballo y ahora nuestros hijos van en auto. Nosotros nos comunicábamos mediante cartas por correo doméstico, sin embargo nuestros hijos pueden hablarse por teléfono fijo. 

—Sin embargo las reglas siguen y seguirán siendo las mismas —concluyó seria la señora Ong—. Si hubiera sido mi hijo, lastimosamente hubiera aceptado el mismo castigo sanatorio. 

Mi madre la miró con la misma seriedad con la que la vecina habló. —Sobre mi cadáver colgarán a Jeno en una plaza central. Independientemente de lo que mi hijo haga. No lo permitiré. 

Sentí deseos en ese instante de tirarme a sus piernas y frotarme contra ellas como cuando era un niño pequeño. Aún así, seguí en mi lugar terminando de ponerle abono a las rosas. De todos modos mi corazón aleteaba con felicidad luego de oír la firmeza con la que mi madre habló. 

—Creo que las cosas entre nuestros chicos han venido cambiando luego de que admitieron a esa familia nueva. El chico joven de la familia tiene comportamientos muy raros. 

Ni siquiera pude distinguir quién fue la que dijo eso. Mi cuerpo se quedó a media máquina; tenso, observando los blancos pétalos de la rosa mientras oía un molesto pitido rebotándome internamente entre los tímpanos. 

No entendía en realidad la necesidad de inmiscuir a Jaemin en un tema que no tenía nada que ver con él. Ellos ni siquiera eran compañeros cercanos para tener que meter a Jaemin en la situación. Ni siquiera dormían en la misma maldi... en la misma cabaña.

¿Comportamientos raros? ¿Qué querían decir con "comportamientos raros"? Jaemin se comportaba como una persona completamente normal. Además, luego de los días siguientes a ese suceso en el campamento, me pude dar cuenta que muchos de mis compañeros tenían los mismos comportamientos "raros" de Jae. 

La mayoría fingía, pero solo Jaemin era señalado.

Tan solo tuve que levantar un poco mi vista para encontrarme con el reflejo en el espejo de mi madre, observándome fijamente. Su rostro impasible no dejaba ver nada de lo que pensaba, pero la leve inclinación de su ceja me dejaba ver todo lo que tenía en su cabeza.

—Las cosas eran indudablemente mejor antes de que llegaran. Y tengo el leve presentimiento de que el menor de ellos padece aquella enfermedad —esta vez sí distinguí la voz: la madre de Ren. 

Tuve que morderme el labio inferior para no reírme —sin una pizca de gracia— ante ello. Era increíblemente insensato de parte de la madre de Renjun juzgar a Jaemin por su "condición". Aquella "enfermedad" que padecía Jaemin, según ella, era la misma que padecía Renjun. Quizá antes estaba ciego ante esa clase de cosas, pero ahora, luego de Jaemin, notaba la forma en la que Renjun se comportaba y se dirigía al resto de hombres. 

Red - Nomin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora