Capítulo 6.

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Mi mirada se dirigía una y otra vez hacia Beomgyu y su grupo de amigos, porque claro, Jaemin estaba ahí. 

A Soobin parecía agradarle bastante y ni hablar de Yeonjun, que no paraba de hacer chistes y tocarle la rodilla. Lo que más me... incomodaba de la situación, era el hecho de que Jaemin no lucía fastidiado en absoluto. Quiero decir, yo me fastidiaría por tanto contacto físico, pero no parecía ser igual para mi amigo.

Me mordí el interior de la mejilla izquierda y me obligué a apartar la mirada de ahí. Tarde me di cuenta que mi respiración se oía ruidosa. 

Ruidosa y molesta.

Luego de haber ido con mi mamá a recibir el sermón y hacer penitencia por haber faltado en dos ocasiones a la iglesia, ella empezó a hacerme varias preguntas con respecto a Jaemin. No eran preguntas invasivas o que uno pudiera llegar a catalogar como "incómodas", aún así lo era... Aún cuando eran preguntas que naturalmente una madre le hacía a su hijo, me sentí un poco irritado al respecto. 

Pero claro que respondí todo lo que me preguntó. Mi madre ha sido la persona que más he querido en mi vida; no dejó de ser incómodo solo por eso. 

«Aún cuando los ángeles del pecado son tan hermosos, un buen hombre, con buenos cimientos, no debería poder sucumbir». Fueron esas sus últimas palabras luego de que lleváramos varios pasos lejos de la iglesia. «El pecado tiene un sabor a miel; su castigo a hiel». Fue lo que dijo antes de que entráramos a la casa.

¿Me estaba advirtiendo de algo en particular? Porque francamente no le entendí. Sabía bien que incurrir en cualquier clase de pecado era bastante fácil, en realidad, pero no entendí la insistencia en ello, nunca me lo había dicho y que lo hiciera ahora luego de... 

Mi mirada se dirigió de nuevo a Jaemin y su escandalosa risa. 

Todo en él era muy escandaloso... Y luego de hacer esa acotación para mí mismo... sus gemidos volvieron a mi cabeza con rapidez. Ese era el nombre correcto para los sonidos que hizo ese día. En el manuscrito que por error me llevé de su habitación lo mencionaba mucho; una palabra tan peligrosa como hermosa, pero nunca tan hermosa como la propia experimentación de haberlo oído pegado a mi cuerpo mientras lo hacía. 

Aquella sensación calurosa que solo me daba cuando de Jaemin se trataba, volvió a acosarme. Estábamos lejos; él cerca a la puerta de ingreso y yo cerca a la puerta trasera, aún así podía distinguir el brillo de sus labios. La forma en la que ponía su labio inferior entre sus dientes para evitar reírse más fuerte. 

Tragué saliva al verlo pasarse la lengua por los dientes mientras oía con atención algún chiste que contaba Donghyuck.

Luego me miró y sentí una especie de burbujas tapándome los oídos; oía sonidos nebulosos, en eco, distorsionados. Sus ojos se entrecerraron un poco y una sutil sonrisa se marcó en ellos; ¿se burlaba o... me estaba coqueteando? Su mirada se dirigió hacia la puerta, luego hacia mí de nuevo y aunque parecía tener la seguridad de un astuto zorro no pude perderme de vista el color de sus mejillas. 

Se bajó de la superficie donde estaba sentado y caminó hacia la puerta, diciéndole a los chicos que supuestamente iría al baño.  

Estaba loco si creía que lo seguiría. 

—¿Por qué demoraste tanto, Jenori? —se quejó él cuando cerré la puerta tras de mí. 

Apreté con fuerza el pomo de la puerta que aún tenía en la mano y solté un largo suspiro para normalizar mi respiración. 

—¿Qué querías? —pregunté sintiéndome de repente ahogado—. No se supone que debiéramos estar acá cuando hay clases. 

Jaemin examinó mi rostro con la cabeza apoyada contra la pared y luego sonrió desviando la mirada. —Quería contarte cómo fue la cita con la guía espiritual y también algo raro que me ha venido pasando en las noches. Como no te veo desde hace varios días por tu penitencia en la iglesia... 

Red - Nomin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora