Él

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Lo único que podías recordar de aquel día era cómo una gran nave atravesaba el cielo de Nueva York, rompiéndolo como si fuera de papel. El estruendo de su llegada fue ensordecedor, tan fuerte que te dejó aturdido, como si el aire mismo vibrara con el peso del desastre que estaba por venir.

En tu mente, todo se sentía como una profecía maldita hecha realidad.

¿Cómo llegaron hasta este punto?

¿Cómo era posible que algo tan inmenso, tan destructivo, rasgara el cielo de tal forma que sentías que las trompetas del fin del mundo estaban a punto de sonar?

A tu alrededor, la ciudad temblaba, las explosiones y gritos se mezclaban con el silbido agudo de las naves Kraang y el rugido de los zombies mutados.

Respiraste hondo y tus manos temblorosas apretaron con fuerza la de Leo, buscando cualquier tipo de consuelo en su tacto. Era una sensación que te ayudaba a aferrarte a la poca esperanza que quedaba. Sentir su presencia te mantenía a flote, aunque fuera por un breve instante.

Miraste sus ojos, esos mismos ojos que tantas veces te habían visto como lo más hermoso del mundo, y por primera vez viste algo que te heló el alma: miedo. Leo estaba asustado.

¿Tu amado, el líder que siempre encontraba una salida, tenía miedo?

No podías creerlo. Pero lo sentías. Sentías su miedo tan profundo como el tuyo, escondido detrás de esa fachada de seguridad que siempre usaba. Sabías que se sentía culpable, que la presión en su pecho le gritaba que todo esto, el caos, la muerte, el sufrimiento, era su culpa. La culpa por haber tomado la maldita decisión d ser...bueno, él, por haber subestimado al enemigo.

Por un momento, tu respiración se hizo más rápida, intentando no dejarte ahogar por la desesperación.

En medio del caos, intentaste recordar los momentos felices, las películas de Jupiter Jim que solían ver juntos, las bromas tontas, los días tranquilos antes de que todo se fuera al infierno. Pero esos recuerdos eran tan distantes ahora, como si fueran parte de otra vida, una vida que nunca más volverías a experimentar.

La gente corría por las calles, gritando, huyendo de los zombis Kraang. El sonido de los disparos resonaba a lo lejos, pero no estabas seguro de si eran para defenderse o para acabar con alguien que ya había sido mutado.

La ciudad que una vez conociste estaba en ruinas. Era un infierno viviente.

"¿Dónde están los demás?" pensaste, sintiendo cómo un escalofrío recorría tu espalda. ¿Tu familia? ¿Tus amigos? ¿Estaban a salvo? ¿O ya habrían sido víctimas de este apocalipsis?

Volviste a centrarte en Leo, que había estado en silencio todo este tiempo, con la mirada fija en el caos a su alrededor. Necesitabas hacer algo, necesitabas sacarlo de ese trance de desesperación, de alguna forma. No podías soportar verlo así.

Entonces lo notaste. Te acercaste un poco más a él, llevándote una mano a la cabeza y luego comparándola con la suya, como si estuvieras midiendo alturas. Una pequeña sonrisa incómoda apareció en tu rostro.

-Oye... ahora eres más alto que yo. ¿Cómo te atreves?- bromeaste, intentando desesperadamente romper la tensión del momento.

Leo parpadeó, confundido.

¿Cómo podías reír en un momento como este?

Durante un segundo, pareció desconcertado, pero luego, lentamente, una sonrisa apareció en su rostro.

-¿En serio? -preguntó con una pequeña risa, como si la absurda broma fuera suficiente para sacarlo de su angustia, aunque solo fuera un poco.

Era una estupidez, lo sabías. Pero ver su sonrisa, aunque fuera por un segundo, hizo que tu corazón se sintiera un poco más ligero. Te acercaste más a él, plantando un suave beso en su mejilla. Lo sentiste tensarse bajo tu contacto, un ligero rubor tiñendo sus mejillas. Incluso en medio del caos, podías hacer que se sonrojara.

RISE!LEO ONE-SHOTS 💙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora