Día 4: Días de verano

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Estiró las garras de sus pies sobre la arena dorada. Se sentía cálida, agradable y sin rastro de basura alguna. A lo lejos, el mar azulado brillaba ante las luces de las criaturas marítimas instaladas en los océanos de Lujuria. Era una playa privada, cerrada exclusivamente para que el rey pudiera disfrutarla a su antojo y todas las veces que quisiera.

Asmodeus llevó a muchas parejas anteriores a ese lugar desértico, también organizó las fiestas más grandes y las orgías más depravadas que cualquiera se pudiera imaginar. Sin embargo, en su nuevo presente, le gustaba la calma y el sonido de las olas del mar ir de un lado a otro sin cesar. Le gustaba contemplar el paisaje y sentir el calor de la arena debajo de sus pies, disfrutar de la brisa tibia y el agua cristalina que brillaba como si estuviera plagada de glitter de colores azulados.

Ozzie alzó su mirada y sonrió con nostalgia, observó aquel cielo azul oscuro con estrellas que tantas veces admiró en sus momentos más álgidos en esa playa.

Era diferente aquella vez. Estar sobrio y con sus sentidos en control le hacía disfrutar verdaderamente de la experiencia de esa porción de naturaleza. Y era incluso mucho mejor, porque Fizzarolli estaba con él. Aquel detalle le hacía palpitar el corazón, porque resignificaba su estadía allí y hacía que ese lugar y ese momento se volviera especial y único.

Asmodeus desabrochó su camisa ante el calor del verano, se volteó hacia la sombrilla enterrada en la arena a pocos metros de él y sonrió con entusiasmo al contemplar a Fizz por debajo, sentado sobre mantas suaves.

—Lindo, ven aquí —el pecado lo invitó a disfrutar de ese paisaje.

Dar un paseo por las kilométricas playas de Lujuria se oía como un buen plan. Quería enseñarle a Fizzarolli que no todo en su territorio estaba lleno de excesos y perversión, ya que también había naturaleza y lugares hermosos lejos de la ciudad. Quería cargarlo entre sus brazos, pasearlo por todos lados y que pudiera sentir el agua caliente y salada del mar.

Sin embargo, Fizzarolli se le quedó mirando con una expresión neutral por debajo de la sombrilla y no se movió. Había aceptado ir allí porque estar con Ozzie siempre era un buen plan. Estaban saliendo, eran pareja y se estaban por cumplir unos ocho meses desde que convivían juntos luego de su alta de la clínica. Y aunque por lo pronto tuvieran que ocultar su relación, podían gozar de esos tiempos juntos en los compartimientos privados que los pecados capitales gozaban de tener porque eran reyes millonarios.

Últimamente, Fizz y Ozzie solo tenían sexo a lo loco. No habían tenido la oportunidad de enfocarse en otro tipo de cosas, querían construir los cimientos de su relación poco a poco, pero los instintos de la Lujuria siempre predominaban y terminaban cediendo como animales en celo. Fizzarolli sabía que tener una cita como esa era lo que necesitaban, porque podrían pensar y conversar de algo que no fuera sexo para variar.

No obstante, estar en un lugar como ese lo hacía sentir un poco ansioso. Sabía que Asmodeus conocía todo de él y lo cuidó en sus momentos más bajos, vio su peor versión y aún así lo quería. Pero de cualquier forma, no quería mostrarle lo peor todo el tiempo. Quería ser digno de él, quería ser bueno y también quería ser atractivo para su deseo y estar a su altura, dejar de sentirse tan inferior solo por su diferencia de razas.

Ozzie llegó a su lado, tomó asiento al costado de Fizz y no quiso presionarlo de ningún tipo de forma. La pequeña ranita, al notar su proximidad, cubrió con unas mantas delgadas su espalda y cuerpo y le desvió la mirada con aún más ansiedad.

—Las playas en Lujuria son muy calurosas, ¿no crees? Se dice que son comparables con las de Ira —el pecado quiso ser precavido. Se aproximó un poco al cuerpo de Fizz y le sonrió con suavidad—. Puedes mostrarme piel, no seas tímido. No hay nada que no conozca.

Fizzarozzie week 2024 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora