capitulo 9.

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Decir que ver a Lucy esa noche había sido una de las cosas más difíciles que había hecho en mi vida era quedarse corto.

Nuestra charla la había arrojado al llanto, uno que hacía años no veía en ella, desesperada me preguntaba si es que ya no la amaba, si ya no era suficiente para mí.

Luego se puso furiosa, me llamó tantas cosas diferentes que apuñalaron mi alma con rabia inmisericorde, corrió a nuestra habitación y comenzó a empacar una de las maletas, momento en que tuve que intervenir.
No había hecho más que hablar, solo hablé y hablé mientras ella recogía sus cosas; en algún momento simplemente ambos quedamos inmóviles…callados…perdidos.

-La amas?-

La pregunta de Lucy me sorprendió, pero para mí suerte, era fácil de contestar.

-No-

Al girarse, el maquillaje de sus ojos se había derramado por sus mejillas que se agitaban ligeramente tratando de contener sus sollozos, las lágrimas seguían bajando por su cara y parecía temblar con la más ligera de las brisas. Nuestros ojos se encontraron y la esperanza brotó en mi, pues su mirada resguardaba un atisbo de esperanza.

Lucy tenía la esperanza de que yo la siguiera amando…esto aún no terminaba.

-y a mi?-

Mis pies se acercaron a ella, pese a que Lucy permaneció quieta, como un ciervo asustado frente a los faros de un auto, era como transportarse en el tiempo a la azotea del instituto o a su habitación.

Tomé su mano con suavidad, ella trato de resistirse un poco, pero era claro que ambos anhelabamos el tacto del otro; cuando la acurruqué en mi pecho sus brazos se envolvieron en mi espalda con una fuerza que hacía mucho no veía de ella.

-Eres el amor de mi vida y siempre te amaré-

Su rostro se escondía en los pliegues de mi ropa y podía sentirla llorando aún, pero la paz era tangible entre ambos.

Las cosas no se calmaron enseguida, fue una larga noche en la que ambos tuvimos que discutir abierta y honestamente sobre nuestro matrimonio, pero finalmente la mañana trajo la quietud y, de alguna manera, sentía que ambos estábamos más unidos que nunca.

“Quizás por ello aún sigo preguntándome…que demonios hacemos aquí?”

Mi auto se agitaba tratando de ganar el paso a algunos de los vehículos en el vecindario mientras Lucy lo aceleraba de forma descuidada. Tras dejar a Amber con sus abuelos por la mañana, Lucy había decidido que visitariamos a Trish para aclarar las cosas.

“Es una pésima idea”

-Que bueno que no pedí tu opinión –

“Maldita sea, necesito un terapeuta o algo para dejar de pensar en voz alta”

Antes de que pudiera asimilar que mi esposa comenzaba a adoptar la dinámica de su madre conmigo, la casa de Trish apareció frente a nosotros.

-Lucy…sabes que no deberías hacer esto, verdad?-

Apagando el auto, Lucy me dedico una sonrisa tranquilizadora.

-Anon, relájate, no planeo hacer nada extremo, solo…solo quiero hacer unas preguntas…-

Su tono era suave y genuinamente se veía nerviosa, tal vez esto era más difícil para ella de lo que yo creía.

Ambos salimos del auto hasta la casa de Trish, donde tras tocar el timbre un par de veces…nada pasó.

Lucy la llamó al igual que yo, ninguno con éxito.

Para ese momento, habíamos recurrido a la llave de reserva que Trish le había dado a Lucy, una medida de seguridad en caso de emergencias.

El interior estaba obscuro, habían cerrado todas las entradas de luz con cortinas y sábanas bien apuntaladas para evitar que el más mínimo rayo de sol ingresará.
El lugar estaba patas arriba por decirlo de alguna forma, como si un tornado hubiera pasado por ahí. Muebles rasgados, platos rotos, decoraciones y ropa regada por todos lados…un complemento desastre.

-Anon…-

-Lo sé, quédate afuera –

Nuestras alarmas sonaban con fuerza, quizás alguien había entrado a robar; inmediatamente el rostro del velociraptor rojo del bar apareció por mi mente, por lo que ingresé al domicilio dejando a Lucy fuera.

Entre más me adentraba al sitio más era evidente que quien hubiera hecho eso no buscaba nada en particular, solo quería destruir tanto como pudiera.

Una luz debajo de una de las puertas me advirtió de alguien en su interior. Acercándome para investigar, llamé con cuidado.

-Trish, estás ahí?-

No hubo respuesta, solo el sonido distante de un débil chapoteo.

-Trish, estás bien?-

Apenas y podía escuchar nada desde el interior, pero era claro que había alguien moviendose con dificultad en la bañera.

-Trish, voy a entrar –

A mí advertencia apenas y di un momento para que el ocupante se preparara, pero al abrir la puerta, el shock casi hizo que gritara.

Trish estaba dentro de su bañera, el agua le llegaba al cuello y ésta se teñía de un vistoso color rojo. En una de las orillas del lavabo un cuchillo de cocina aguardaba con el filo pintado igual al agua.

Trish apenas y se movía, sus ojos cansados y su pálido rostro apenas y buscaron mi presencia al ingresar al baño.

-A…non…-

Casi era un susurro débil que se perdía entre los pequeños chapoteos de sus manos que intentaban inútilmente estirarse en mi dirección.
Salté hacia ella para sacarla del agua, su cuerpo desnudo estaba manchado con el agua carmesí y sus muñecas escurrían sangre de varios cortes profundos.

-… perdón…-

-Silencio-

Trish quería decir algo, pero estaba demasiado débil para hacerlo. Envolviendola con una de las toallas y tratando de parar el sangrado con alguna de la ropa que había en las cercanías, la llevé en mis brazos hasta el auto.

Lucy nos vio horrorizada, su boca se abría y cerraba tratando de decir algo, pero fue interrumpida por un grito proveniente de mi.

-ABRE LA PUERTA!-

Reaccionando, Lucy se apresuró a cumplir mi instrucción, permitiéndome dejar a Trish en el asiento trasero acompañada por mi esposa, quién vigilaba sus heridas en busca de impedir que terminara de desangrarse.

Salimos disparados hasta el hospital sin importarnos los reglamentos de tránsito, llegando en un sorprendentemente corto pese a lo que parecía inicialmente.
Todo el camino Lucy trató de hablar con Trish, preguntándole por qué había hecho algo tan estupido y otras cosas menos importantes a lo que la triceratops solo había atinado a responder un suave “Perdoname”

Cuando ingresamos al área de urgencias, solo podía gritar por un médico cargando a Trish con desesperación. Un grupo de enfermeras y un doctor finalmente recibieron a nuestra amiga, desapareciendo en las entrañas del edificio mientras gritaban por instrumental médico que desconocía.

La calma volvió a reinar, pero ahora era como estar soñando, como vivir una pesadilla irreal de la que esperas despertar en cualquier momento.

Lucy estaba junto a mi, sus manos se apretaron abrazándose a si misma antes de llevarlas hasta sus alas, donde comenzó a tirar de algunas plumas sueltas que se resistían a ser arrancadas.

Sentía que mi mundo se derrumbaba a mi alrededor, pero debía ser fuerte por mi familia. Tomé las manos de Lucy y la atraje hasta mi, donde compartimos un abrazo que terminó en un llanto desgarrador por parte de mi esposa.

Nos quedamos ahí, en el pasillo, simplemente abrazados, simplemente…destrozados…

Un amor erróneo Remake. (Snoot Game)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora