CAPÍTULO 4

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En cuanto corto esa tan temida llamada, suspiro apoyando los codos en la barandilla de la terraza manteniendo aún el cigarro entre los labios. Le dio una calada notando como el humo entraba a sus pulmones, sabía que debía dejar de fumar, hacía demasiado tiempo que lo sabía, pero la situación que le había tocado vivir no le ayudaba a ello. Se deshizo del humo del cigarro manteniendo la vista perdida en el paisaje que tenía delante.

Juanjo sabía que nada estaba saliendo como él quería que saliera en un principio. Esa llamada no debería haber ocurrido tan pronto, esperaba poder tener al menos un par de meses de margen para acostumbrarse a las calles, el ambiente, la gente y todo lo que rodeaba Madrid, que ahora también lo rodeaba a él en su nueva vida. Pero parecía ser que el destino tenía unos planes completamente diferentes para el aragonés. Sentía que no llenaba sus pulmones completamente de aire, estaba agobiado, que las cosas se salieran de control siempre lo agobiaba en demasía, sobretodo sabiendo todo lo que podía suceder.

Se pasó su mano libre por el pelo, desordenándolo a su paso. Le daba igual su imagen en ese preciso momento. Una última calada al cigarro le bastó para apagarlo en el cenicero y, aunque estuviera ofuscado, volver a entrar al piso.

Como era de esperar para el chico las miradas de sus tres amigos se clavaron en él en cuanto escucharon cómo cerraba la puerta del balcón.

— ¿Todo bien? — Salma fue la que habló tras unos segundos de silencio.

— Me han llamado. — Fue seco, cortante, pero sabía que sus amigos lo habían entendido.

Ellos eran las únicas personas fuera de su círculo cercano que sabían la historia de Juanjo y el porqué alguien que amaba tanto su tierra, su gente y sus raíces había acabado en Madrid, una ciudad que dista mucho de lo que es su pueblo. En la gran ciudad solo iba a encontrar ruido constante y personas que andaban sin cuidado alguno por las largas calles que recorrían la ciudad. Aunque también implicaba mejores oportunidades laborales y con mayores opciones a elegir, aunque eso al zaragozano no le importaba demasiado en esos momentos de su vida.

Al principio, se quedaron sorprendidos ante la revelación del chico que ya se había sentado en el sofá y había cerrado los ojos apoyando la cabeza en el respaldo. Se miraron entre ellos y los tres pensaron que el mayor no llevaba tanto tiempo allí para que ya lo reclamaran.

— ¿Y has pensado que vas a hacer? — Preguntó de manera cautelosa Bea.

No querían que el maño se cerrase en banda como muchas veces había hecho a lo larga de su vida, así que intentaban ser demasiado cautelosos con lo que decían en cada momento.

— ¿Sinceramente? — Abrió los ojos para mirar a Bea que asintió lentamente. — No tengo ni la más mínima idea de lo que voy a hacer.

El silencio volvió a envolverlos tan solo interrumpido por un suspiro de Juanjo. Su cabeza estaba funcionando demasiado rápido como para pararse a analizar todo lo que pasaba por ella, quería hacerse creer que no sabía que era lo que iba a hacer después de esa llamada pero tanto él como el mismísimo destino que le había puesto eso en el camino tenían claro cuál era la opción correcta y lo que iba a hacer.

— ¿Y que te han dicho? — Está vez fue Álvaro el que habló.

Juanjo desviaba su mirada a cualquier punto del salón menos a sus amigos mientras seguía pensando sin darle una respuesta a la pregunta de su amigo, no quería molestarles más con sus problemas, suficiente habían tenido cuando les tuvo que explicar porque se mudaba a Madrid de sopetón.

— Me iré. No sé cuantos días pero supongo que es lo que tengo que hacer en esta situación. — Acabo por decir, sonaba agotado y sus amigos lo habían notado.

Melodías de un bar - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora