𝐃𝐎𝐂𝐄

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𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚 𝐄𝐥𝐞𝐧𝐚



Llegamos al yate y, después de acomodar nuestras cosas, nos reunimos para comer todos juntos. Había una variedad de bocadillos y frutas, y la atmósfera estaba llena de risas. El sol brillaba alto en el cielo, y el mar relucía con un tono azul intenso.

—Esto es vida —dijo Ferran, mordiendo una manzana y extendiendo los brazos como si quisiera abrazar todo el océano.

—Totalmente —asintió Gavi, disfrutando de su sándwich.

Después de comer, todos se prepararon para meterse al agua. Sira y Ferran fueron los primeros en saltar, seguidos de los demás.

Yo, en cambio, decidí quedarme en el yate para leer un libro que había traído. Encontré un rincón cómodo, me acomodé y abrí el libro, dejándome llevar por la historia mientras los demás disfrutaban del agua.

Desde mi lugar en la cubierta, podía escuchar sus risas y gritos de emoción mientras nadaban y jugaban en el mar. De vez en cuando, levantaba la vista y veía a Fermín salpicando agua a Gavi, o a Sira subiendo a Ferran en un intento de hacer equilibrio sobre sus hombros.

El sol calentaba mi piel y una brisa suave me envolvía, creando un ambiente perfecto para leer.

Estaba tan inmersa en mi libro que casi no noté cuando Fermín volvió a subir al yate. Esta vez, no vino solo. Traía una sonrisa traviesa en el rostro, y antes de que pudiera reaccionar, me tomó en brazos.

—¡Fermín, suéltame! —grité entre risas y protestas, mientras él me llevaba hacia el borde del yate.

—Lo siento, Elena, pero no puedes escapar del agua hoy —dijo riendo, y sin más preámbulo, saltó conmigo al agua.

El impacto del agua fría fue un choque agradable contra el calor del sol. Salí a la superficie, chapoteando y fingiendo estar molesta.

—¡Eres un idiota! —le dije, lanzándole agua mientras trataba de contener una sonrisa.

Fermín se acercó, todavía riendo. —Sabes que te encanta —replicó, salpicándome más agua.

Antes de que pudiera responder, los demás se unieron a la diversión, comenzaron a salpicarnos a ambos, creando una guerra de agua que pronto se convirtió en un caos de risas y gritos. Cualquier enojo que pudiera haber sentido se desvaneció rápidamente en medio de toda la diversión.

Fermín nadó hasta mí, con una sonrisa en el rostro. —¿Todavía estás enojada?

Le di un pequeño empujón. —No realmente. Pero me voy a vengar.

Él rio, acercándose más. —Lo espero con ansias.

Un rato después, Sira y yo decidimos salir del agua. Nos envolvimos en nuestras toallas, y mientras el sol comenzaba a bajar, Sira sacó su teléfono y propuso tomarnos algunas fotos.

—¡Vamos, Elena! Este atardecer es perfecto para unas fotos —dijo emocionada.

Nos colocamos frente al sol que se ponía, con el agua reluciente detrás de nosotras. Mientras Sira tomaba las primeras fotos, los chicos empezaron a bromear desde el agua.

—¡Posen como modelos! —gritó Gavi, haciendo una pose exagerada desde el agua que nos hizo reír.

Sira y yo nos reímos y seguimos tomando fotos. Ella se acercó y nos sacamos algunas selfies, haciendo caras graciosas y riendo a carcajadas.

—¡Hey! ¡Vengan para una foto de grupo! —llamé a los demás.

Uno por uno, los chicos salieron del agua, secándose rápidamente antes de unirse a nosotras. Nos agrupamos todos juntos, riendo y bromeando mientras tratábamos de encajar en el encuadre de la cámara de Sira.

—¡Vamos, todos sonrían! —dijo Sira mientras sostenía el teléfono con el brazo extendido.

La primera foto salió con Pedri y Gavi haciendo caras tontas, y Ferran con un brazo alrededor de Sira, ambos sonriendo ampliamente. Fermín estaba a mi lado, y sin darme cuenta, había puesto su brazo alrededor de mi cintura, acercándome un poco más a él.

—Una más, pero esta vez, sin hacer tonterías —dijo Sira, pero todos sabíamos que era imposible.

Tomamos varias fotos más, cada una más divertida que la anterior. En una de ellas, Gavi hizo una mueca tan graciosa que todos estallamos en carcajadas, haciendo que Sira tomara la foto en el momento exacto en que todos estábamos riendo.

—Estas van a ser geniales —dije, mirando las fotos en el teléfono de Sira.

—Definitivamente, vamos a recordar este día —respondió ella, sonriendo mientras revisaba las imágenes.

Después de un rato de risas y fotos, nos envolvimos en nuestras toallas y nos sentamos en la cubierta del yate. Fermín y yo nos acomodamos juntos, envueltos en una sola toalla para mantenernos cálidos mientras la brisa marina comenzaba a enfriar el aire.

El sol se había ocultado completamente, dejando un cielo estrellado sobre nosotros. Los demás también se sentaron cerca, formando un círculo mientras compartíamos historias y recuerdos. Sira y Ferran estaban abrazados, Pedri y Gavi se tiraban bromas mutuamente, y todo se sentía perfecto.

—Hoy ha sido un día increíble —dije, mirando a Fermín mientras apoyaba mi cabeza en su hombro.

—Sí, lo ha sido —respondió él, pasando un brazo alrededor de mí y apretándome suavemente contra su costado.

Nos quedamos así un rato, disfrutando de la calidez del otro mientras el sonido del agua y las risas de nuestros amigos llenaban el aire. La conversación fluía de un tema a otro, y cada tanto Fermín y yo nos mirábamos, compartiendo pequeñas sonrisas y momentos de complicidad.



















Mientras estábamos recogiendo nuestras cosas en el yate, Sira, con su energía inagotable, nos miró a todos y preguntó con una sonrisa juguetona:

—¿Están muy cansados? Porque tengo ganas de salir esta noche.

Gavi y Pedri se miraron y sonrieron con complicidad.

—¿Salir? —preguntó Pedri—. ¿A dónde quieres ir?

—No sé, algún lugar divertido. Tal vez un bar o una discoteca —respondió Sira, encogiéndose de hombros—. Algo que nos mantenga en movimiento y disfrutando de la noche.

Ferran, que estaba ayudando a guardar algunas cosas, levantó una ceja y le sonrió.

—Creo que no es mala idea. Ya hemos tenido un día increíble, podríamos cerrarlo con broche de oro.

Me reí, miré a Fermín, quien parecía tan animado como siempre.

—¿Tú qué dices? —le pregunté.

Él sonrió y me dio un ligero apretón en la mano.

—Yo digo que sí. Ahí que aprovechar todo de Ibiza al máximo.

Los demás también asintieron, y pronto todos estábamos de acuerdo en que salir era la mejor idea. La energía en el grupo era contagiosa, y a pesar del cansancio del día, la perspectiva de una noche de diversión nos revitalizó.

—Entonces, ¿a qué hora salimos? —preguntó Gavi, ya emocionado por la idea.

—Después de cenar y descansar un poco —respondió Sira, ya planeando en su mente—. Vamos a casa, nos preparamos y salimos a disfrutar.

Con esa decisión tomada, terminamos de recoger nuestras cosas y nos dirigimos de vuelta a la casa. El día aún no había terminado, nos esperaba una gran noche.





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Mariferr 🦋

𝐈𝐁𝐈𝐙𝐀 || 𝐅.𝐋𝐨𝐩𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora