Capítulo 02

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Las dos mujeres permanecieron inmóviles, mirándose fijamente a los ojos de una manera que incomodó a los dos hombres que observaban la interacción con curiosidad. Jane aún tenía los labios separados, con las palabras perdidas en el nudo que se había formado en su garganta al escuchar la presentación de la mujer, la misma que le había dicho aquel día en el ascensor, con una excepción: ya no era de Nueva York.

Maura extendió su mano y Jane la miró; su propia mano comenzó a moverse instintivamente.

–La hoja, por favor –aclaró la rubia al notar que la intención de Jane era saludarla.

Jane cerró la boca y se mordió la lengua. Los músculos de su cara se tensaron con vergüenza y algo de irritación hacia la mujer. Miró la hoja que había recogido del suelo y que aún sostenía en su mano izquierda. Con un gruñido ahogado, colocó el papel sobre la mesa de metal con un golpe más fuerte de lo necesario.

–Aquí tiene, doctora –dijo entre dientes antes de alejarse de ella, uniéndose a los dos hombres que la miraban con una expresión atónita.

Korsak entornó los ojos, clavando su mirada en la detective. Ahora estaba seguro de que las dos mujeres se habían conocido antes. Jane nunca había tratado a un compañero de trabajo de ese modo, mucho menos en su primer día. Y la doctora Isles había sido un encanto desde que la conoció; era un poco extraña, pero sin duda alguna, una de las personas más amables que había conocido.

Frost se aclaró la garganta.

–¿Entonces tiene los resultados listos, Dra. Isles? –preguntó Frost.

La doctora lo miró y sonrió, asintiendo. El cambio en su trato hacia ellos, a diferencia del que le había dado a Jane, los sorprendió a los tres. Jane intentó mantenerse indiferente, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón. Aún no podía creer que la mujer estuviera ahí, a unos pocos pies de ella, tan cerca pero tan lejos.

–Sí –respondió Maura, agarrando el papel que Jane había colocado sobre la mesa y acercándoselo a Frost–. El ADN coincide con el perfil del señor Gates.

Frost lanzó una mirada al papel y sonrió.

–Es un buen comienzo del día. Gracias, Dra. Isles.

Maura sonrió, satisfecha con su trabajo.

–Veo que tiene mucho papeleo para ponerse al día.

–Sí, parece que el Dr. Will no era muy... organizado.

Los dos hombres rieron. No era necesario trabajar en la morgue para saber que el Dr. Will era uno de los doctores más desorganizados del mundo; muchas veces llegaba tarde y siempre se demoraba con las autopsias y los informes. Había sido un milagro que durara tanto en el trabajo.

–Gracias otra vez, Dra. Isles. La dejaremos ahora para que pueda seguir con su día –dijo Frost.

Korsak le sonrió antes de seguir al hombre. Los dos se detuvieron al notar que la detective no estaba caminando con ellos. Jane había permanecido inmóvil en el lugar, aún con las manos en los bolsillos y la mirada clavada en el rostro de la doctora.

–¿Jane?

–Los alcanzo en un minuto –contestó la mujer.

Los hombres dudaron por un instante y se miraron antes de encogerse de hombros y continuar hacia el ascensor.

Una vez solas en la morgue, sin nadie que las interrumpiera, Jane sacó las manos de los bolsillos y dio un paso hacia la rubia. No sabía qué podría decir o si quería decir algo en absoluto. No necesitaba ser una detective para saber que la mujer estaba enojada con ella, furiosa. Si Jane estuviera en sus zapatos, también lo estaría.

Extrañas en la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora