Capítulo 4: Exceso y decadencia

221 23 2
                                    

Jueves, 28 de noviembre de 2019, 16:30 horas: Casa de Rebecca Armstrong.

- ¡Estas dos bestias nunca se llevarán bien, es un desastre! -gritó Rebecca, apresurándose a atrapar al felino que intentaba por todos los medios saltar sobre el asustado pastor australiano.

- ¡Si tu gato también fuera más amigable, nos haría la vida más fácil! Sarocha gruñó, inspeccionando la espalda de su perro para asegurarse de que no tenía heridas.

"Solo está defendiendo a Sam", lo protegió su dueño.

"Lo último que escuché, Fluffy nunca trató de lastimarlo. Tan pronto como olfatea al bebé, no falla, él la ataca.

Rebeca se rió, acariciando a Bombom, que todavía tenía el pelo hinchado y seguía resoplando contra su enemigo. El felino saltó de sus brazos y fue a pararse en una silla junto a la cuna donde Sam dormía plácidamente, ajeno al drama animal que se desarrollaba para él. El perro, perseverante, empezó entonces a gatear hacia el catre y la reacción del maine coon no se hizo esperar.

—Deja de silbar, Bombom —dijo Sarocha, al oírlo escupir y maullar—. ¡Y tú, deja de someterte, carajo! se molestó aún más cuando vio al pastor caer de espaldas, con las cuatro patas en el aire, el vientre ofrecido.

- ¡Es la naturaleza, debemos dejarlos!

- ¡Es fácil para ti decirlo! No es tu gato el que está cubierto de arañazos y mordeduras.

- Para creer que algunas almas realmente no están hechas para apoyarse entre sí, respondió Rebecca en un tono enigmático.

"¿Qué se supone que debo entender?"

"Nada en particular", dijo Rebecca inocentemente, siguiendo a Sarocha hasta la entrada de la casa.

- Eso es ! gruñó la joven madre, agarrando su abrigo.

- A dónde vas ?

- Caminar...

- Hasta qué hora ? "Hasta que me cansé.

"¿Y necesitas las llaves de tu auto para eso?" Rebecca preguntó con reproche.

- ¡Mierda! -exclamó Sarocha, dando un portazo.

Rebecca dio un respingo y suspiró cuando escuchó las llantas del vehículo chirriar ya que su compañera de cuarto había arrancado tan rápido. Se quedó inmóvil por un momento y enterró su mano en el largo cabello del pastor australiano azul mirle que había venido a sentarse a su lado.

—Lo sé, Fluffy, se ha ido otra vez, tu ama, le dijo al canino que miraba hacia la entrada, girando la cabeza, las orejas erguidas, escuchando.

Rebecca suspiró mientras regresaba para asegurarse de que Sam estaba bien. En dos meses, las cosas habían cambiado mucho. Al principio, Sarocha había hecho todo lo posible para ser aceptada, para facilitar la convivencia entre ellas y para integrar a Rebecca en la vida de su bebé. Sin embargo, cuanto más había hecho esto el juez, más se había desprendido la madre biológica, por el contrario, del niño. Rebecca la había visto intentarlo, pero era como si el propio Sam la rechazara. Tal vez fue debido a su estrés, su torpeza. Simplemente no podía sentirse cómoda con su propio hijo y él parecía sentirlo. Tan pronto como ella lo cuidó, las cosas terminaron en llanto y gritos. Rápidamente, Sarocha se había acostumbrado a extraerse la leche sistemáticamente y dejar que Rebecca manejara los biberones. Con el paso de las semanas, la morocha se encargó de ir integrando poco a poco nuevos alimentos a las comidas de Sam. Sarocha, por su parte, había comenzado a salir puntualmente, luego con regularidad, volviendo cada vez un poco más tarde.

Como el ave Fenix (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora