Parte 6 - El inquebrantable amigo

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Recomiendo que la canción sea escuchada con subtítulos.

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―Venía por los documentos para ratificar el caso de demanda, pero estoy cansado ―dijo Hugo―. Ya es de noche, estamos en un bar con amigos. ¿Qué piensas tú, doctor Cristian?

―La reunión estaba siendo aburrida, me quedo.

Cuando un hombre está bebido y en un ambiente agradable puede llegar a debilitar sus barreras para con aquellos que lo rodean. Así fue en esta noche y uno de los temas más recurrente fue ella.

―Solo tuvimos unas citas ―decía el doctor con los párpados apretados por la visión borrosa―, yo estaba muy ocupado y ella también con su floreciente profesión. Es una mujer muy decidida.

―Por mi parte, bueno, quiero ser honesto ―Hugo regó un poco de su cerveza riendo con nerviosismo―. Sí, hubo un mes en el que sentí una extraña presión entre ella y yo ―al ver mi reacción se apuró más en hablar―. No lo tomes a mal, pasamos mucho tiempo juntos por esta demanda, pero no llegamos ni a una cita, yo hubiera tenido que renunciar como su abogado y además, estoy casado. Pero he de admitir que es muy hermosa.

―No lo culpo ―saltó a decir Andres evitando que yo hablara sirviéndome más alcohol―. Es muy irresistible y también, como dijo el doctor, de personalidad fuerte.

―Entonces no ha cambiado ―se carcajeó Mark―, así era de jóvenes, siempre temía que me la robaran.

―Dimelo a mi ―volvió a decir Andres―, por cada cosa me saltaban los celos, mucho más por este de aquí.

―¿Yo? ―reaccioné con asombro, pues me apuntaba a mí.

―Si, ustedes siempre fueron muy unidos, era toda una tortura. Ni siendo mi novia la sentía mía de verdad.

―Aun me acuerdo ―canturreó el doctor de repente―, que para entrar a la reunión de médicos pagaste sobornos y cuando no bastó entraste a la fuerza, casi a los puños.

Todos se burlaron de mi testarudez.

―No puede ser atrapada, eso es. ―dijo uno.

―El mundo es de ella, y no... No al contrario, ¿eh?

Las risas fluyeron con la noche, igual que el trago, las cosas en las que estábamos de acuerdo y las que no. Y en algún punto tuve el pensamiento de que era verdad, ninguno nunca la tuvo por completo, en mi estado de enamorado no lo comprendí.

Ella jamás sería del todo mía y al mismo tiempo, ella me había cedido una parte de sí, me amaba de forma única, como yo la amaba de una forma irrepetible. Camille era un alma alegre, encantadora, extrovertida, tanto que iluminaba al mundo y cada persona que la conocía podía recibir una parte de ese brillo.

Así mismo, también me daba cuenta de que cualquier otro, incluso yo mismo, también podía hacer eso. Iluminar al mundo con lo que tenía en mi interior. Camille lo estaba haciendo, los hombres que compartían conmigo esta noche también. Me debía a mí mismo amarme.

La noche pasó y la recordé muy cálida, había ganado amigos. Luego pasaron las semanas y los meses hasta que llegó el día, me iba del país.

―Hola ―Camille entró por la puerta del restaurante―, estás bellísima, ese vestido es nuevo, ¿verdad?

―Ah, sí ―antes de sentarse dio un giro con el que su vestido flotó solo unos centímetros por encima del suelo―. Disculpa que te haya llamado tan temprano.

―Para qué están los amigos. ―dije en respuesta.

―No, en verdad. Esto me recuerda a las veces en que te desvelas ayudándome con mis vestidos, cuando madrugabas para llevarme a los aeropuertos, cuando pasabas noches y días completos conmigo cuando estaba tan enferma.

―¿Qué pasa Camille? No sueles enfocarte en lo malo.

―No es lo malo, es una señal de lealtad irremplazable y hasta ahora me doy cuenta. ―Camille puso su mano sobre la mía en la mesa, yo la separé―. Después de todos estos años buscando a alguien que estuviera a mi lado, cometí errores, pero ahora sé que tú eres el indicado.

Casi me ahogué con la bebida.

―¿Qué?

―Si, me apoyaste en mi debilidad, no tenía nada para darte y aún así estuviste.

―Estuviste hablando con el abogado.

―¿Con Huguito? ―era obvio, Camille jamás se detenía a detallar cosas, pero el abogado con aquella noche y todos esos papeles que comprobaban mi acompañamiento y amor hacía ella debieron de ser como un pequeño grito de exitencia.

―¿Te conté que me voy de viaje?

―¿Qué? No inventes cosas.

―Viajaré por unas ciudades y luego saldré del país. Tranquila ―reí al ver su cara―, regresaré en unas semanas, la fotografía llama a todas partes.

―Pero, Simon...

―Camille, yo siempre estuve enamorado de ti.

―Simón, eso es...

―Pero tú no, he visto cómo eres cuando te enamoras, lo noto en tu mirada. Al verme a mí solo ves a un amigo, a un hermano, a un confidente ―calló para darme la razón con una linda sonrisa lastimera―. No tenemos que hacernos esto.

Cada palabra que dije me destrozó de alguna forma, pero me fortalecieron en cientos de otras. Nosotros jamás podríamos amarnos de esa forma, no funcionaría, el amor que nos unía era destino y, como otro gran acto de ese amor, la solté y me dejé de quemar. 



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Canción Sam Smith - Like I Can (Official Video) en Youtube


Esta fue la canción que me inspiró a crear esta historia, en un principio quería alargarla otros dos capítulos, para reforzar la idea de que Simon y Camille no podrían estar juntos como pareja, pero sentí que ya era hora de acabar, pues no quería alargarla mucho más.


Muchas gracias por leer. 

El Amor que GanéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora