Parte 3 - El poderoso empresario

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―¿Estás seguro de que no me quieres acompañar? ―me pidió Camille.

―No, te he visto trabajar de primera fila y sé que no puedes darte el lujo de distraerte.

―Bueno, es verdad. Gracias, Simón, y gracias por traerme al aeropuerto a estas horas de la madrugada.

Y Camille se fue a su gira de modas, era una de las modistas asistentes más prometedoras, así que tuvo éxito, tanto que se quedó algunos días más celebrando y al volver traía tras de ella al inteligente y ambicioso Ricardo, el jefe de mi jefe.

El hombre la deslumbró abriéndole paso en el mundo de la moda de una forma que yo jamás podría. Y eso me hirió, mi orgullo me llevó a renunciar y a perseguir mi verdadera pasión, la fotografía, pero de esa forma no recuperaría lo poco que tenía de Camille.

―Gracias por haber aceptado trabajar en mi boda ―dijo Ricardo―, tus fotografías son las mejores.

―No había cómo negarme.

―Ricardo, ¿te gustan más estos aretes o estos? ―Camille entró a la habitación luciendo radiante, con su vestido blanco y una sonrisa enorme.

―Camille, vete. No puedo ver a la novia antes de la boda.

―Claro, claro. ―dijo riendo con su travesura.

―Te ves hermosa, Camille. ―dije sinceramente, mi corazón se apretujaba de tan solo verla.

―Gracias, Simón, estoy muy feliz de que vinieras.

Eso fue más de lo que podía soportar, aunque no quise alejarme, antes que mi amor estaba nuestra amistad, ni ella ni yo teníamos la culpa de que estuviera enamorado.

Sin embargo, yo no tuve que hacer mucho para separarnos, el trabajo de Camille cada vez la absorbió más y más hasta que me di cuenta de que no era solo eso, Ricardo también puso de su parte.

―¿Y qué has sabido de Camille? ―me preguntó Andrés dentro de su bar.

―Lo último que escuché de ella fue que había ganado un gran contrato con varias compañías, que estaba viajando, que estaba feliz y que nunca había estado tan realizada.

―¿Todo eso dónde lo leíste?

―Es lo que ella me dijo por teléfono. ―apuré el contenido de mi vaso y volví a reposar mi cabeza en la barra de servicio.

―Ella no es así, lo sabes. Parece que te está alejando ―dijo al ver mi cara de desconcierto―. Ustedes son los amigos más unidos que he visto, aun con ese esposo que tiene, llevan meses sin verse. Y mírate, esto te hace mal.

―¿Qué propones?

―Tienes que ir a verla, y mándale saludos de mi parte, estoy feliz de que haya triunfado.

Seguí el consejo de nuestro viejo amigo y al hacerlo, solo conseguí terror. Camille me había mentido, lo que tuvo éxito fue su ropa y su marca, pero no ella, estuve días escuchando sobre rumores de divorcio y de lo peor me enteraría personalmente.

―Camille, el recepcionista me dejo entrar ―su apartamento de soltera, el que conservó aún después de casarse, estaba destrozado y en sombras―. Camille, quieren hablar contigo, pero...

Al encender las luces vi en la isla de la cocina varios sobres manchados de rojo, creí que era sangre hasta que noté que lo rojo era vino y este casi borraba el contenido de los papeles. A Camille la encontré derrumbada en la ducha, vestida y con el agua cayendo sobre ella.

―Simón, ¿qué haces aquí? ―luego de la sorpresa trató de evitar mi mirada―. ¡Vete! No sé por qué viniste, ¡vete!

Caminé hasta ella, me senté a su lado y poco a poco fue aceptando mi abrazo. Camille había sido demandada por su esposo, casi lo había perdido todo y además, estaba enferma.

―Ya estoy aquí, Camille. ―aun antes de estar bajo el agua ya sentía que me estaba ahogando. 

El Amor que GanéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora