Capítulo catorce.

184 21 1
                                    






























[ Éste capítulo incluye contenido explícito. ]








— ¿Qué? —La expresión desconcertada de Jeno era adorable.

—Necesitas un masaje, puedo frotar tus hombros si tienes un poco de loción por aquí. Solía hacerlo para mi padre cuando estaba estresado. Le hacía sentirse mejor y estoy seguro de que hará lo mismo contigo —Jeno tragó saliva.

—No creo que sea buena idea —Y como no era un no definitivo, Nana saltó fuera del sofá—. Iré a buscar algo, tú relájate. Pon ambos pies hacia arriba, siéntate cómodo y no te atrevas a tocar el teléfono. Deja que suene —Nana se dió cuenta de que había perdido el juicio. La relación entre ambos no era nada buena, considerando sus antecedentes, pero planeaba darle masaje para reducir la tensión de sus hombros gruesos y anchos. Jeno era un caso agudo de estrés y necesitaba descansar. Nana no era un mal ser humano, haría eso por cualquiera. El masaje le haría mucho bien.

Nana encontró la loción y volvió a la sala de estar. Jeno había seguido sus órdenes al descansar sus largas piernas encima de la mesa de café. Nana sonrió mientras se inclinaba, le quitó los zapatos y se encontró con su mirada insegura. Vió su cautela, ya que no tenía idea de lo que él le iba a hacer. Nana reprimió una sonrisa sobre el desconcierto del hombre. Pensó que probablemente estaba preguntándose si estaba loco o no. —Voy a subir a la parte de atrás del sofá y me sentaré detrás de ti. ¿Puedes quitarte la camisa? —Para hacer honor a la verdad, Nana tampoco se acordaba de Jeno desnudo. Esa noche era como un borrón en su cabeza, lo único que podía pensar era sexo.

Nana comenzó a pensar que Jeno se negaría a su última petición, lo vió vacilar un segundo antes de comenzar a desabotonar el chaleco y luego la camisa, se inclinó un poco, casi se quedó sin respiración cuando Jeno se quitó por completo la camisa revelando los músculos increíbles en su estómago.

Nana se subió al sofá, se sentó detrás de él y plantó los pies próximos a sus caderas, abrió la tapa de la loción, estudiando sus enormes hombros, y comprendió cuánta responsabilidad descansaba sobre ellos. Lee Jeno trabajaba demasiado, pero, ¿con qué objeto? No estaba casado, no tenía hijos, no vivía una vida de lujos... Tal vez trabajar era la forma de llenar un vacío dentro de él. Al menos eso decía su abuela.

Observando sus musculosos hombros que deseaba tanto tocar se puso loción en la palma. Colocó la botella a un lado y calentó la cremosa loción entre sus manos.

—Cierra los ojos —instruyó, extendió la loción sobre sus hombros, sus dedos agarraron el músculo de sus hombros, la tensión en él se notaba. Sus hombros estaban como una piedra bajo sus manos. Dejó que éstas se deslizaran sobre su piel caliente hasta que la loción cubrió toda la zona donde tenía la intención de darle el masaje—. Estas demasiado tenso, debes relajarte, ¿crees que puedes hacer eso?

—Voy a intentarlo —vino la voz profunda y ronca.

—Bien. Sólo cierra los ojos y relájate —Nana clavó los dedos en los músculos tensos, usó sus manos para empujar en su piel y hacer un masaje profundo, sabiendo que no le haría daño. Sus manos no eran lo suficientemente fuertes como para hacerlo.

Nana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora