Capítulo treinta.

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Meses después






























Lee Jeno entró en su departamento. Nuestro, he ahí el problema, que Jeno había pasado tanto tiempo solo, valiéndose por sí mismo, que aún le costaba acostumbrarse al hecho de que debería dejar de pensar en sí mismo y hacerse a la idea de que ya no estaba solo, que estaba en una relación con otro hombre. Y Nana era… todo lo que Jeno no era. Nana era alegre, sociable, entusiasta, con muchos amigos; era amable, solidario y nada rencoroso. En cambio, Jeno... él no tenía amigos, era práctico, desgraciadamente para él, pensaba las cosas demasiado. No creía que en el mundo pudiera existir una pareja tan dispareja como ellos. Amaba a Nana, de verdad, y sabía que Nana lo amaba, pero el problema aquí era sin duda Jeno y su mal genio. Reconocía sus errores y sus inseguridades; era un hombre irracional, pero hasta cierto punto, pensaba que era lógico que se sintiera de ese modo. Después de todo, él ya había estado casado, y las cosas no habían funcionado con Miyeon, y con Nana se llevaban muchos años de diferencia. Aún se preguntaba: ¿Qué hacía Nana con un viejo cuarentón como él? Jeno quería monopolizarlo y no era justo para Nana.

Su relación en esos meses había sido fantástica, complicada, pero fantástica. Era fácil decir que ahora alguien más compartía el espacio de Jeno; la sala de estar parecía más viva con esos almohadones de colores. Su departamento ahora olía a comida casera y flores. En la habitación principal, ahora podría encontrarse con edredones de colores más claros y cortinas a juego, además de que su guardarropa estaba dividido en dos. Del lado derecho, podrían encontrarse trajes oscuros y elegantes camisas; del lado izquierdo, pantalones vaqueros, camisetas, sudaderas y ropa de deporte. Esos pequeños detalles deberían ser suficientes para saber que esto era real, que Nana estaba aquí con él y que lo amaba, que no traicionaría y que tenía que dejar de compararlo con Miyeon. Pero aún así…

No culparía a Jaemin por irse. Después de todo, la discusión que habían tenido la noche anterior no había sido para menos. Incluso ahora, tenía miedo de dar un paso dentro del departamento. Estaba seguro de que no encontraría a Jaemin en esa ocasión. Después de meses de vivir juntos, fue la primera ocasión que no durmieron en la misma cama. Y todo fue culpa de Jeno. Esa tarde, habían acordado que Jeno recogería a Nana en la fundación, ya que pronto tendrían el evento de Halloween. Nana tenía que ocuparse de los preparativos ahora que Johnny estaba de viaje.

Jeno no frecuentaba la fundación; lo que menos deseaba era encontrarse con Johnny. Pero en ocasiones no había más remedio. Ese día, sabía que Johnny no estaría ahí, por esa razón no había enviado el mensaje habitual a Nana de que estaba esperándolo afuera. Había decidido entrar, y cuál había sido su sorpresa: se encontró a Nana conversando muy amigablemente con otro hombre. El tipo tenía a Nana abrazado por los hombros y ambos reían. El acto que desató toda su furia fue ver que el hombre apartaba un mechón de cabello de la cara de Jaemin. Cuando Nana alzó la mirada y lo vio, tuvo el descaro de sonreírle y apartarse del hombre. Ni siquiera parecía avergonzado o culpable, pero Jeno estaba furioso. Jeno no era de los que hacían un escándalo; ya bastante se había expuesto al escrutinio público. Así que cuando Nana intentó acercarse a él, Jeno había dado media vuelta y dejado que Nana regresara a casa como mejor pudiera hacerlo.

Como era de esperar, cuando Nana volvió a casa, tuvieron una fuerte discusión. Jeno lo había acusado de serle infiel. Ver el dolor en los ojos de Jaemin cuando Jeno pronunció las palabras fue peor que haber recibido una patada en las bolas. Nana estaba herido, triste y se veía tan cansado. Jaemin no lo negó ni lo confirmó, y no discutió más con Jeno; simplemente le había dicho que, si pensaba de esa forma de él, era porque no lo conocía lo suficientemente bien y no lo amaba como él lo hacía. Entonces Jaemin se había marchado y encerrado en la habitación de invitados. Ni siquiera se habían visto esa mañana. Jeno se había marchado mucho antes de que amaneciera; necesitaba alejarse y pensar. Pero ahora mismo tenía miedo de entrar y no encontrarlo.

Nana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora