Capítulo uno.

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Wyoming, un año después...
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Jeno era un hombre de ciudad, admitía que amaba la calma y la tranquilidad, pero no era un hombre de campo. Si se encontraba precisamente en ese instante en Wyoming, era solo por cumplir una promesa. Hacía mucho tiempo que no visitaba el rancho; sonrió, de hecho, habían pasado años desde la única y primera ocasión que había estado ahí, para la boda de Taeyong y Jaehyun.

En ese preciso momento, se encontraba en el porche de una casa rústica que Jaehyun se había encargado de construir en el rancho de los padres de Taeyong. Era una hermosa casa, espaciosa, con buena estructura y un gran terreno para ampliarla. Lástima que ese tipo de casas no pudieran construirse en un lugar como Nueva York. Lo más cerca que podías estar de un caballo en la gran ciudad era en el club de equitación, del cual Jeno y Jaehyun eran miembros.

Sin embargo, las veces que Jeno acudía a ese lugar eran más por comidas y desayunos de trabajo que por placer. Ni siquiera sabía montar un caballo, y tampoco le llamaba demasiado la atención aprender. Le daba risa pensar que su hermano, tan refinado y moderno como era, ahora realizaba tareas comunes como cepillar un caballo o alimentar a las vacas. Era de admirar la forma en la que Taeyong había influido inmensamente en su hermano.

Hacía tres años, Giselle simplemente había aparecido en sus vidas para fortalecer su amor y su familia. Ahora el multimillonario mujeriego Lee Jaehyun era un hombre casado y padre de familia. ¿Quién lo hubiera dicho?

Jaehyun era su único hermano, pero Taeyong tenía todo un ejército de familia. Por esa razón, pasar las navidades en Wyoming era más fácil, y Jae se había negado a dejarlo pasar la navidad nuevamente solo. Jeno frunció el ceño; la navidad pasada había sido particularmente mala, descubrió la infidelidad de su mujer y después... no había pasado la noche precisamente solo. Negó con la cabeza, no deseaba a esos recuerdos en su cabeza; había decidido comenzar de nuevo y cambiar su vida completamente. Amaba su soledad.

Levantó la vista al escuchar la puerta de madera abrirse. Jaehyun apareció con dos botellas de cerveza en la mano. Estaba haciendo mucho frío y no se le antojaba particularmente una cerveza.

-Congelarás tu culo aquí afuera -dijo su hermano. Jeno le sonrió y aceptó la cerveza ofrecida, aunque él no era hombre de cervezas. Y Jaehyun durante muchos años tampoco lo había sido; en otros tiempos, hubiera sido más común que Jae le hubiera ofrecido whisky o vodka. ¿Una cerveza? Ni en un millón de años.

-No hace más frío aquí que en Nueva York -afirmó. Jaehyun asintió con la cabeza y tomó asiento en el diván que estaba a un costado de él.

-Aunque la ventaja de Wyoming es poder ver las estrellas; en la gran ciudad no tenemos eso -Jeno miró al cielo. Estaba oscuro, era invierno, y estaba comenzando a nevar de nuevo.

-Tendré que venir en verano para comprobar lo que dices -dio un sorbo a su cerveza-. Sabes que, mejor no; tu suegra, tu cuñada y todas esas tías políticas me torturarán de nuevo -Jaehyun rió ante su afirmación.

-Yo no tengo la culpa de que Taeyong tenga el propósito de verte casado nuevamente -Jeno rodó los ojos. Los últimos meses, Taeyong se había propuesto presentarle a cada una de las amigas que conocía. Ahora que estaban en Wyoming, la tortura continuaba con las mujeres de la familia. Esa noche había conocido a cada prima, sobrina, tía soltera, viuda, sin compromiso, entre los veinte y cuarenta años de la familia Hill.

-Tendré que hablar con Taeyong; tiene que parar con eso de ser casamentero, se le da fatal -Jeno se estremeció al recordar la última cita a ciegas que le había agendado; ni siquiera recordaba cómo se llamaba la mujer. Había sido una tortura; la chica había estado tan nerviosa que no había dejado de hablar, hablar, hablar y hablar. Sus oídos habían podido soportar la cita, pero no serían capaces de hacerlo de nuevo.

Nana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora