Epílogo

11 1 0
                                    

Entonces...

|

—Todo es culpa de este estúpido de mierda —tiro mis cosas en la cama, furiosa, y me siento pasando saliva con repentinas ganas de llorar—. ¿Por qué me dejó?

—No te dejó, se fue por su propio bien —me volteo lentamente al moreno que me observa desde la otra esquina de la habitación y eleva una ceja retándome.

—¿Te crees que soy un monstruo? —gira los ojos y miro a otro lugar, comprendiendo que sí—. Lo entendí, soy una desquiciada. Nadie me soporta...

—En este estado no.

—¿Y crees que es mi culpa?

—Técnicamente, no es culpa de nadie, pero según tú es su culpa.

—¡Pues claro que es su culpa! —golpeo la cama—. Voy a salir y no tengo nada, absolutamente nada que ponerme. Y encima, ¡Damon debería estar y no está!

—Dijo que volvería en una hora —trata de conciliar conmigo, pero el enojo no me deja pensarlo—. Deberías además pensar en las personas que realmente, no tienen ropa. Tienes un segundo cuarto repleto ¿Y dices eso?

—Anthony —lo miro y me observa expectante—. Tengo ganas de llorar. Cállate ¿Sí?

—Mira, debes calmarte. No sé que se siente estar en tu posición, pero he leído que es normal.

—¡Pues claro que es normal! —me levanto—. Pero a mí no me importa si es normal, si se me va a pasar, me veo horrible. Nada me queda.

—El día pasado salimos y te dije que compráramos ropa que no fuese ajustada ¿Cuál fue tu respuesta? «esto me va a servir».

—¿Crees que eso me ayuda? —frunzo el ceño y vuelvo a mi closet—. Ya se que parezco una pelota que no deja de inflarse.

—No quise decir eso, pero deberías tomar en cuenta que tienes 6 meses de embarazo, Tatna. Tu barriga seguirá creciendo...

—Me veo gorda —sollozo y escucho el suspiro de Anthony. Aparece en la puerta del closet, mirándome condescendiente y lo miro de reojo—. No es como si hubiese sido delgada alguna vez en mi vida —sorbo por la nariz, con recuerdos viejos, aunque no les doy importancia—. Pero justo ahora parezco un perro hambriento que pide comida en la calle.

—Exagerada.

—Es la verdad —tomo un conjunto de falda short, que parece ser suelto, aunque al verlo mejor, no me quedará por nada del mundo—. Esto me quedaba hace tres semanas.

—De hecho, te lo vi puesto en el cumpleaños de Sandra, y fue hace mes y medio.

—Encima Damon me dijo ninfómana —ignoro su comentario, tirando a un lado esa ropa para buscar un vestido, me vuelvo a Anthony que tiene la cara repleta de confusión—. No me controlo.

—¿A eso te referías con perro hambriento?

—Yo creo que le molesta —menciono y cierro la puerta del closet, luego que Anthony se apartara.

—¿Le molesta qué? ¿Qué no controles tus ganas de coger?

—Sí.

—Alondra ¿Te estas escuchando?

—Me veo fea con esta panza Anthony. Parezco una empanada con mucho relleno —me comienzo a cambiar de nuevo; ya perdí la cuneta de que tanta ropa me he probado—. Debo comenzar a hacer ejercicio de nuevo.

—¿Hace cuanto dejaste de hacer?

—Desde que supe que el espermatozoide de ese idiota pudo más que mi anticonceptivo.

Pisando los erroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora