Era hija de mis enemigos. Esa debió ser la principal razón para mantenerme lejos de ella, pero en realidad, fue la razón por la que me mantuve cerca.
Era hija de esas personas que mataron a mi familia solo por ser diferentes. Por miedo a nuestro p...
ESPERO LO DISFRUTEN, ESTE CAPÍTULO ME TUVO EN CIERTAS PARTES GRITANDO ENOJADA Y LUEGO COMO LOCA. YA SE LA SABEN, ME AYUDAN COMETANDO PORFIS, MUAK
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MEGAN HOWARD
El Gran Maestre de la Corona me observaba sorprendido cuando abrí la puerta de su habitación o de lo que sea que fuera ese lugar donde hacía medicamentos.
Caminé decidida hacia él y lo jalé de su túnica para me viera.
─¿Me voy a morir? ─cuestioné y abrió la boca al ver mi histeria. ─Siento algo en el pecho, revísame porque creo que me voy a morir.
─Sir Howard, suélteme... por favor.
Lo hice.
El Gran Maestre se acercó y me observó fijamente, haciéndome molestar porque parecía cuestionarse si me había vuelto loca.
─Me mareé. Mi estómago está revuelto y tengo ganas de vomitar. Sentí un dolor en el pecho ¿Es mi muerte, cierto? ─cuestioné llevando una mano a mi pecho porque el vértigo volvió por varios segundos.
No sabía que me daba pánico pensar en morir.
Supuse que se trataba sobre mi miedo de morir antes de cobrar venganza.
─Me parece que está en perfecto estado, Sir Howard. De ser su muerte no estaría tan tranquila. ─murmuró y quise golpearlo. ─¿Ha pasado algo para que considere que va a morir?
El recuerdo de Phoebe me revolvió el estómago.
Se desmayó después del beso y tuve que llevarla de regreso a la mansión donde todos los soldados me rodearon y siguieron mientras la llevaba a sus aposentos.
El Gran Maestre la revisó y aseguró que estaría bien.
No es como si me importara, pero mientras cerraron las puertas detrás de mí, sentí el maldito tirón que jamás esperé sentir.
Sabía que sería un jodido problema. Desde un inicio, cuando lo descubrí, lo comprendí.
Ahora tenía que resolver mi mierda. Lo haría, cuando supiera qué hacer con el cosquilleo que aún sentía en mis labios al recordar el beso.
Su sabor, mierda, su cuerpo junto al mío. Se amoldaba perfectamente a mi lado.
Y luego verla indefensa me provocó ese mareo.
─Si me muero, voy a atormentar su vida hasta su muerte. ─prometí a lo cual asintió con premura.
Iba a decir algo más, pero las puertas se abrieron y una docena de soldados me rodearon.
