si hubiera una lista de todas las cosas que beomgyu odia de ser marqués, los bailes de protocólo estarían en el primer lugar sin duda. odia tener que pretender para agradarle a todo el mundo, odia tener que sonreírle a personas con las que nunca ha tenido contacto directo y que, al final del día, sus mejillas duelan y no tenga ánimos ni siquiera para mantener los ojos abiertos. esta vez, claro está, no será la excepción.
él nunca ha visto a la hija de madame ning, pero ahí está escuchando todas las interminables anecdotas que esta parlanchina rubia tiene por decirle. es agotador y mucho le gustaría pedirle que dejara de hablar, pero bien sabe que si lo hace no sólo estará en problemas con sus padres, sino que también lo estará con madame y monsieur ning e incluso con su escandalosa hija menor. suspira, no ha pasado ni la mitad del baile y él ya se siente agotado.
no sabe si es buena o mala señal que su madre le haga señas para que se acerque a donde está (porque así al menos ha podido escapar de mademoiselle yizhuo) porque cualquier cosa podría esperarle detrás de esa brillante y ancha sonrisa. se despide amablemente de la chica, excusándose con que su madre lo necesita y ella parece decepcionarse un poco de que su unilateral conversación acabe tan pronto.
— hijo— y espera algo que sabe que no le gustará, no sólo por el tono meloso y considerado que tiñe la suavidad de su voz, sino que ella sólo lo llama de esta forma cuando está a punto de imponerle algo. beomgyu sólo es su hijo cuando está en la obligación de obedecerla. —, la princesa yoo está esperándote para que tengan su primer baile esta noche.
— yo no quiero bailar con ella. — poco le importa que sus acompañantes le escuchen, las vizcondesas y baronesas que están con su madre parecen sorprenderse por el acto de osadía que está teniendo ante su mayor.
la sonrisa en su rostro se cierra, pero se amplía mientras acaricia con delicadeza el cabello del castaño.
— debes estar confundido. no te lo estoy preguntando— baja tanto su voz que incluso beomgyu se pregunta si, producto del miedo que le hace sentir su mirada fría, no estará imaginando lo que le dice a continuación. pero sus labios se mueven y sabe que ella está hablando en serio en este momento. — es una orden.
está tan deshecho en temor que no le queda más opción que abstenerse, pasa saliva y lo último que ve de su madre es la misma sonrisa de satisfacción que tiene cada vez que sabe que tiene a alguien comiendo de su mano. comienza a acercarse a la esquina del salón donde divisó más temprano a la princesa yoo hablando con otras mujeres. sus pasos- no, todo su cuerpo se siente pesado a medida que va acortando la distancia entre ellos; desearía sólo poder escapar de toda esta situación y no tener que lidiar con el peso de tener un título real sobre sus hombros.
le parece un poco inusual la forma tan llamativa en la que la princesa yoo destaca entre las demás nobles que la rodean. y no particularmente de una forma en la que ella suele destacar (puesto que la princesa yoo, como ha sido mencionado varias veces previas a esta, posee una belleza casi irreal), sino que beomgyu puede ver con claridad la punta de su cabeza. no recordaba que ella fuera tan alta desde la última vez que la vio, piensa entonces que podría estar alucinando.
— princesa yoo. — es cuando está lo suficientemente cerca que puede reiterar sus sospechas. ella definitivamente es más alta, piensa, incluso lo es más que yo. no se permite continuar dándole vueltas a este hecho cuando se vuelve hacia él, sumamente asustada; como si, en vez de un suave susurro apenas audible, le hubiera gritado sin pudor ni gracia. beomgyu se tarda un poco en descifrar su expresión. — lo lamento, no pretendía asustarla.
todo lo que ella hace es apretar una sonrisa incómoda y negar un poco, cabizbaja. ni una sola palabra abandona sus labios.
— ¿me permitiría una pieza, si no es mucha molestia? — en un silencio que parece prolongarse, ella parece vacilar un poco, mira a las mujeres que han estado junto a ella durante esta última hora y todas asienten, haciéndole disimuladas señas para que acepte. finalmente y un poco resignada, toma la mano que el castaño le está ofreciendo y, juntos, comienzan a adentrarse al centro del salón de baile. tomar la cintura de una dama sin su consentimiento es un acto de total desgracia, por ello beomgyu se atreve a hacerle una última pregunta a la más alta antes de comenzar:— ¿puedo?
una vez más, duda de su respuesta. todo lo que hace es asentir. siente cómo se tensa bajo su toque, pero beomgyu asume que es una reacción normal puesto que ellos dos no son realmente muy cercanos. eso es a lo que menos le presta atención esta noche.
a medida que comienza la música y se desplazan por el salón bajo los ojos de los demás, beomgyu siente su cuerpo demasiado rígido y su mano demasiado apretada sobre la suya. además de que la actitud extraña de la princesa es de no detenerse. ella no mantiene la cabeza completamente recta y por nada del mundo sus ojos se posan sobre los contrarios (lo cual es sumamente inusual puesto que la princesa yoo es una mujer sorprendentemente confiada, e incluso más de una vez llegó a hacerlo sentir nervioso en su presencia). beomgyu, entonces, aprovecha la cercanía que hay entre ambos y comienza a analizarla con más detalle.
¿siempre habían sido los ojos de la princesa tan pequeños? ella tenía unos ojos almendrados bastante grandes y llamativos, sin mencionar la forma tan bellamente singular de sus labios y del distintivo lunar sobre su mentón. claro, este se encontraba allí, aunque esta vez parece una pequeña mancha bajo sus labios. su cabello se ve sorprendentemente desaliñado e incluso parece demasiado enredado como para ser natural, no sabe si ella quizás lo haya cortado un poco o tal vez se trate de algo más. mira entonces sus manos y viene a su cabeza el recuerdo de la primera vez que tuvo que saludarla, yoo jimin solía tener sus uñas limpiamente cuidadas y no demasiado largas. estas manos definitivamente no son las de ella.
— princesa yoo. — una vez más se parece asustar meramente por el sonido de su voz, cosa que no deja de extrañar a beomgyu. — ¿podría preguntarle algo?
es la segunda vez que asiente. él desea oír su voz sólo para aplacar todas estas dudas que rondan en su cabeza.
— ese lunar debajo de su ojo derecho...— y es imposible que haya imaginado su reacción. ella abre los ojos de par en par y refuerza el agarre que tiene su mano sobre el hombro del castaño, parece tragar seco. — ¿siempre lo ha tenido?
otra afirmación con la cabeza. a beomgyu su silencio comienza a frustrarle.
— disculpe, ¿está usted enferma? ¿no se siente bien? — sacude la cabeza por segunda vez. — ¿no? me temo que eso no contesta ninguna de mis dos preguntas, su majestad.
ella parece estar a punto de decir algo, beomgyu apenas puede percibir un sonido suave de su parte y está curioso porque le conteste. no quisiera insistir más, pero hay algo en la princesa yoo que lo está desconcertando demasiado esa noche.
— usted nunca ha tenido ese lunar debajo del ojo, ¿verdad? — paulatinamente su baile comienza a volverse más y más lento, más y más pesado y sus pasos ya no se sincronizan tanto al compás de la música como lo hacían al comienzo. beomgyu siente que está perdiendo la decencia en su voz, sobre todo al preguntarle este tipo de cosas tan directamente, pero algo le dice que tiene que hacerlo. beomgyu apenas siente que puede escucharse a sí mismo. — nunca lo ha tenido.
— marqués choi...— y el sonido de la voz de la pelinegra también es casi innaudible bajo el eco abrasador de la música en el salón. beomgyu siente que su mano tiembla entre la propia e incluso que su voz tiembla, sus piernas parecen no tener las fuerzas para sostenerla. se pregunta a qué se deben sus nervios, pero una respuesta aparece en su cabeza como un golpe que recibe de imprevisto.
— tú no eres la princesa yoo. — ve respirando pesado a quien quiera que tenga frente suyo pero que, sin duda alguna, no se trata de quien él creía que era. parece estar a punto de desmayarse en sus brazos e incluso a beomgyu le cuesta pensar en una manera para reaccionar a eso de lo que apenas se ha percatado.
sin importarle que tienen sobre ellos los ojos de absolutamente todos los invitados, que los miran asombrados, beomgyu aprieta entre su mano la ajena y obliga a la pelinegra a seguir sus pasos fuera de salón. ahí es donde su baile acaba.
*madame es señora, monsieur es señor y mademoiselle es señorita en francés.
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la campanella ★ beomjun
Randomla duquesa sabía de antemano que imponerle al marqués un compromiso arreglado le traería problemas, pero ella no habría esperado el tener que lidiar con su propio hijo enamorándose del hermano de su prometida. 𝟭𝟵𝟬𝟳𝟮𝟬𝟮𝟰 © 𝗺𝗶𝘇𝗲𝗿𝗴𝘆𝘂