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Las hojas giraban en el aire conforme el viento las movía de un lado a otro sin un patrón muy específico. Era una tarde tan cálida y relajada que de alguna  forma me reconfortaba y acogía disimuladamente, como si el viento supiera lo que acababa de ocurrir y el Sol me acompañara en el sentimiento brindando calidez a mi triste corazón.

Giré mi cabeza para observar el camino que iba dejando atrás, quizás con la leve esperanza de que ahí estuviera él para impedirme que me fuera. Para arrepentirse de todo lo que hizo y rogarme que volviéramos a estar juntos.

Pero no fue así. No lo hizo.

En un momento se abrió la puerta de lo que fue, por muchos años, nuestro hermoso hogar. Esperanzada me escondí detrás de una muralla para que no pudiera verme. Ojalá me hubiese ido en ese instante.

Toribama salía hasta unos metros de la puerta para poder recibir a una joven, realmente, más joven que nosotros. La manera en que se abrazaban y miraban a los ojos, me provocó tal dolor en el corazón que sin percatarme, las lágrimas silenciosas caían por mi rostro sin fin. Todo era real, aquello era la confirmación a sus palabras.

Él...dejó de amarme. Hace dos años, estaba teniendo un amor prohibido con otra mujer.

Me sentía tan estúpida. Durante aquellos dos años pensaba que su labor de Hokage lo mantenían tan ocupado que le era imposible pasar tiempo conmigo; me creía sus asquerosas mentiras de que se quedaba dormido en la mesa de la oficina. A lo largo de dos tristes años, la relación estaba sostenida entre mentiras.

Sacudí la cabeza molesta conmigo misma. Fue mi culpa no haberme dado cuenta de las señales cuando estaban frente a mi. Estuve ciega.

—Pero ya no más.—Murmuré entre dientes apretando con fuerza mi maleta con los pocos objetos de valor que no fueron regalados o comprados por Toribama—.

Comencé a dudar sobre si aquello sería una buena idea. Si él se llega a enterar donde estaré se volvería loco; haría un tremendo escándalo.

Qué importa lo que haga ese maldito. Él me engañó, ya no tengo que mantener fidelidad hacia él y sus ideales.

Con mayor confianza emprendí paso hacia el otro lado del pueblo, con la mirada fija en un punto y sin ceder palabra con las personas que cuchichearon a mi alrededor. Debía verme muy demacrada por haber estado sufriendo por tantos días.

Finalmente, ahí me encontraba parada en la entrada del recinto, dudando si tomar el paso final o retractarme en el último minuto. Di el primer paso, hacia lo que creía que sería mi nueva vida, escondida hasta poder sanar las heridas y malestares de mi alma y corazón.

Al cruzar la entrada volvieron a mi mente todos los recuerdos de mi infancia. Aquellos que dejé atrás por seguir a mi enamoradizo corazón y acompañar a Toribama a cumplir sus sueños. Veía a los niños correr persiguiéndose, por un momento me recordé a mi misma y una nostálgica sonrisa cubrió mi rostro tiñiendo el ambiente de añoranza por querer volver al pasado y querer cambiar todas las cosas.

Pero lamentablemente no se podía. Debía avanzar con las decisiones que fui tomando a lo largo de los años.

Entre pensamientos fugaces terminé por llegar a lo que fue mi primer hogar. Todo seguía igual, como si nada hubiese cambiado. Como si aquella casa hubiese quedado congelada en el tiempo.

—Eso es todo el reporte de hoy, sabes que tengo más cosas que hacer así que me iré yendo.—Escuche desde dentro a una voz. Al parecer mi padre estaba en una reunión clasificada—.

Aquella voz, se me hacía conocida pero al mismo tiempo no podía recordar de quién era. Sonaba tan grave, tan masculina. No recordaba ninguna persona que tuviera aquella voz en mis recuerdos.

Me acerqué para abrir la puerta pero esta fue abierta bruscamente desde dentro. Abrí los ojos sorprendida al verlo después de tantos años.

Él, igual de sorprendido que yo se quedó impresionado al verme de pie frente a él. Pude ver como sus pupilas se dilataron considerablemente a la par que susurraba.— [T/N]... volviste, estás aquí de nuevo.

Avergonzada agaché la mirada y jugué con mis dedos nerviosa.—Hola, Madara... he vuelto.

𝐋𝐔𝐙 𝐄𝐍 𝐎𝐒𝐂𝐔𝐑𝐈𝐃𝐀𝐃 ; 𝐔𝐂𝐇𝐈𝐇𝐀 𝐌𝐀𝐃𝐀𝐑𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora