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Alfonso observó cómo su Gulfstream G650 aterrizaba y se dirigía al hangar privado. Salió del coche y se apoyó contra él, esperando a que la tripulación abriera la puerta y sacara la escalera. Anahí salió del avión y le saludó con la mano, descendió por la escalera y caminó hacia él. Se sorprendió al verla envuelta en un abrigo.

-Demasiada ropa para San José, ¿no crees?
Poniéndose de puntillas para besarle, Anahí sonrió.
-Es lo único que tenía para taparme. ¿Podemos ir a casa por el camino largo?

Alfonso cerró los ojos ante la repentina visión de lo que llevaba Anahí debajo del abrigo, o de lo que no llevaba. Tras darle instrucciones al conductor, se metieron en la parte trasera del coche mientras la tripulación colocaba sus bolsas en el maletero. Ella ya había subido el vidrio de privacidad y estaba cómodamente sentada de cara al asiento trasero; Alfonso se sentó frente a ella. Tras colocar los pies a ambos lados de él, sonrió y comenzó a desabrocharse el abrigo.

Alfonso cogió el mando a distancia y puso música.
Con cada botón que abría, él pudo ver partes de su piel, a medida que ella se descubría poco a poco. Cuando llegó al último botón, abrió el abrigo y se recostó en el asiento, mirando a Alfonso fijamente.

-Oh, Anahí...- fue todo lo que pudo decir, empapándose de su belleza. Pensó que iba a llevar la lencería que le había regalado, pero estaba completamente desnuda, a excepción de unas medias negras y sus Louboutins.

Inclinándose hacia adelante, le acarició las piernas mientras ella lo observaba en silencio. Le ayudó a quitarse el abrigo y la atrajo hacia él. Montándose sobre él a horcajadas, rozó su erección y empezó a restregarse contra ella. Había soñado con aquello la noche anterior, después de masturbarse para él, y no pudo pensar en otra cosa durante todo el día. Le extrañaba que se hubiera podido concentrar en el trabajo, y no veía la hora de subir a bordo del avión para regresar a casa.

Le acarició la mejilla mirándole con ternura.
-¿Te he dicho hoy que te quiero?- le preguntó, tocándole el rostro.
-Mmmm, no, creo que no- bromeó él.
Al inclinarse para besarlo, él la detuvo y atrapó uno de sus pezones en su boca. Anahí jadeó:
-Te amo, Alfonso- gimió.
-Mmmm, podría pensar que sólo me quieres por cómo te hago sentir.
Queriendo protestar, Anahí sólo pudo gemir ante el tacto de sus manos masajeándole los senos y de su boca chupando sus pezones. Deslizando los dedos por su cabello, le atrajo hacia sí, mientras él reía contra sus pechos.
- A mi kotyonok le gusta esto, ¿verdad?- susurró contra su piel, y ella se restregó con más fuerza contra sus vaqueros.

Alfonso la echó hacia atrás sobre el asiento de enfrente y se desabrochó los pantalones sin dejar de mirarla. Ella bajo las manos por su cuerpo y comenzó a jugar con su palpitante clítoris, para acabar introduciéndose los dedos en el coño. Se sonrojó al sentir lo húmeda que estaba.

Se llevó los dedos a los labios y los chupó ruidosamente. Alfonso gimió y se bajó los vaqueros hasta las caderas, y su erección brotó libre; empezó a tocarse observándola.

Le ordenó que se girara y se sentara sobre su regazo. Ella dobló las rodillas y, sujetando sus piernas por detrás de las de él, descendió lentamente sobre su verga. Se encontraba tan mojada que él la pudo penetrar con toda facilidad, y ambos gimieron con deleite. Agarrándola por las muñecas, le puso los brazos por detrás de su espalda, y los sujetó con una mano mientras con la otra le acariciaba el vientre.

-Fóllame- profirió, y ella comenzó a subir y a bajar las caderas con lentitud. Alfonso se estremeció al sentir cómo los músculos de su vagina se tensaban alrededor de su polla con cada movimiento. La inclinó hacia adelante y deslizó una mano por debajo para jugar con su clítoris, y Anahí comenzó a mover sus caderas haciendo ochos. Alfonso sentía los espasmos de ella a medida que aumentaba su placer. La detuvo y le ordenó que se diera la vuelta, ella protestó. No pudo evitar reírse ante su enojo al haber sido interrumpida.

Se apoyó contra él, de forma que quedó completamente empalada y, empujando con los talones, se dio la vuelta. Alfonso creyó ver el cielo al sentir su tenso coño girando lentamente sobre su verga. Pero no se perdió la mirada engreída de ella mientras pasaba una pierna por encima de él y se sentaba de frente. Anahí trató de agarrarse a sus hombros, pero él volvió a colocarle los brazos detrás de la espalda.

Inclinándose hacia adelante, sacó el cinturón del abrigo y le ató las muñecas. Se rió al ver la expresión de su cara, ya que sabía lo mucho que disfrutaba tocándole.
-Quiero que tengas una experiencia de manos libres, kotyonok. Para que las pueda usar yo en otros sitios- le dijo, tomando sus pechos. Jugueteó con sus pezones, que se pusieron rígidos y duros, y los apretó con los pulgares.
-¿Por dónde íbamos?- le preguntó, masajeando sus senos.
Con una sacudida de sus caderas, Anahí tensó los músculos y comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás. Inclinó la cabeza y cerró los ojos, dejando que su cuerpo vibrara de placer.
-Los ojos abiertos, kotyonok- le recordó él, clavándole los dedos en los pechos.

Con un gemido, Anahí empezó a aumentar la velocidad de sus movimientos a medida que el placer se extendía por todo su cuerpo. Susurró su nombre una y otra vez, manteniendo el contacto visual, mientras su cuerpo se contraía con espasmos. Él le pellizcó con fuerza los pezones, y ella chilló. Estrellándose una y otra vez contra él, experimentó múltiples orgasmos, uno detrás de otro.

Alfonso jadeó, aferrándose a su culo. Empujando con sus caderas hacia arriba, la sujetó fuertemente contra él, mientras los músculos de su coño ordeñaban su orgasmo. Ella consiguió liberar sus muñecas y le puso los brazos alrededor del cuello. Sus labios se separaron y sus lenguas arremetieron la una contra la otra.
El zumbido del interfono les advirtió de que estaban llegando a casa. Sentándose en su asiento, Anahí se puso el abrigo, mientras Alfonso se subía los pantalones. Antes de entrar al edificio, Anahí sonrió al conductor. A diferencia del de Nueva York, no dejó ver si los había estado observando o no, cosa que ella agradeció.

La Novia Del Millonario | Anahí y Alfonso Herrera| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora