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Sólo habían pasado tres días desde que Alfonso saliera del coma, y ya estaba perdiendo la paciencia. Todas las pruebas fueron positivas, la resonancia magnética tuvo un resultado normal, y consiguió ponerse en pie y andar unos diez pasos con ayuda. Estaba convencido de que si le daban el alta podría contratar la ayuda necesaria para acelerar su proceso de recuperación, pero los médicos insistieron en que permaneciera ingresado.

Desde que despertó, había tenido muchas visitas, todas con muchas ganas de verlo, pero lo único que quería era a su Anahí. La habitación se había llenado rápidamente de flores y regalos, pero nada de eso le importaba. Ivan entró con una cesta enorme.

-Oh no, ¿tú también?- le dijo.
-¿Yo? Ni lo sueñes. Se la he interceptado a una bailarina exótica cuando salía del ascensor explicó Ivan rebuscando dentro de la cesta. -Mmmm, es comida- añadió, sacando una bolsa de frutos secos y acomodándose en una silla.
-¡Eh! a lo mejor me apetecen. Y ¿no querrás decir una voluntaria, no una bailarina?
-No por la forma en que iba vestida- bromeó con una mueca. -Y en cuanto a esto- dijo mostrándole el paquete de frutos secos -Aún te tienen con una dieta para bebés. Te estoy haciendo un favor, deshaciéndome de la tentación- añadió, y se metió un puñado de anacardos en la boca.
Alfonso rió -Ponme al día.

Mientras Ivan hablaba, Alfonso cerró los ojos. Se sentía abrumado por todo lo que había sucedido desde el accidente. No sólo habían logrado hacerse con todos los contratos de la costa este, sino que además Simon había encontrado nuevos clientes y, entre todos, habían agilizado los trámites aduaneros, lo que complació a los clientes rusos, ansiosos por establecerse en el mercado estadounidense.
No acababa de creerse lo bien que estaba yendo todo.

Su último recuerdo de Anahí era la expresión herida de su rostro tras acusarla de vender secretos. Había sido un completo idiota y, aunque ella podría haberse ido, se las arregló para encontrar al verdadero culpable. Y después del accidente, había dejado sus sentimientos de lado y había regresado a él.

La enfermera le había dicho que pasó casi todas las noches en el hospital, leyendo o hablándole. Después de todo lo que le había hecho, ella permaneció a su lado. Se maldijo a sí mismo por todo el tiempo perdido que podría haber pasado junto a ella, y juró que no iba a volver a suceder.

-Tierra llamando a Alfonso- Abriendo los ojos, Alfonso observó la perpleja expresión de Ivan.
–Si estás cansado puedo volver más tarde.
-No, no es eso. Es...
-Anahí- terminó Ivan por él.
-Sí.
-Según mi parecer, y el de toda la décima planta y la oficina de Nueva York, tienes mucho por lo que pedir perdón. Empezando desde ya- añadió Ivan cuando Anahí entró en la habitación y dijo mirando a la cesta:
-Por fin se le ocurre a alguien enviar comida- y cogió un paquete de galletas. -No sabes cuántas veces me habría venido bien.
-Bueno, el jefe estaba en coma- bromeó Ivan tomando una galleta.
-Cierto- respondió Anahí mientras continuó inspeccionando la cesta a la vez que masticaba- Pero estaría bien que alguien pensara en las visitas; el jefe tampoco podía apreciar las flores.
-Os estoy escuchando- les regañó Alfonso mirando a ambos. Volviéndose hacia él, Anahí no pudo contener la risa y explotó.
Inclinándose, le rozó los labios con los suyos.
-Y no sabes lo que me alegro de que así sea dijo, retirándole el pelo de la frente.
-Supongo que es hora de irme- dijo Ivan, levantándose. Y acercándose a la cama, le dio un apretón en el hombro a su jefe, antes de besar a Anahí en la mejilla.
-Volveré mañana- agregó mientras se dirigía a la puerta.

Cuando se fue, Alfonso tomó la mano de Anahí.
-¿Por dónde íbamos?
Tras quitarse los zapatos, Anahí se tumbó junto a él y comenzó a acariciarle el rostro.
Sonriendo, le cubrió la cara de suaves besos. Al llegar a su boca, le mordió ligeramente el labio inferior, antes de succionarlo. Gimiendo, Alfonso le rozó la nuca y se besaron con más intensidad.

Cuando se separaron, él estaba jadeando y Anahí le miró preocupada.
-¿Estás bien?
Alfonso asintió con la cabeza: -Sí, me va a llevar un tiempo recuperar la energía. Y aunque me encantaría hacerte el amor, me canso con sólo besarte- contestó con pesar.
-No te preocupes. Estoy feliz con tenerte de vuelta- le dijo Anahí, acariciándole el brazo. Alfonso se incorporó y le secó las lágrimas. Riendo, Anahí inclinó su cabeza hacia atrás e intentó frotarse los ojos, pero él la detuvo y besó la palma de su mano. Anahí cerró los ojos.
-Tengo algo que decirte.

Apretando su mano, él la miró temeroso de que lo fuera a abandonar de nuevo. Anahí supo que si le miraba a los ojos no sería capaz de hablar, cosa que no entendía porque se lo había estado repitiendo todas las noches desde el accidente. Cogiendo su mano, respiró hondo y cerró los ojos con más firmeza.

-Te lo he estado diciendo desde hace tiempo, pero ésta es la primera vez que lo vas a escuchar y no sé por qué estoy teniendo tantos problemas, pero es que a veces me dejas sin habla y, bueno, si le preguntas a cualquiera que me conozca, te dirá que no me corto un pelo a la hora de expresar mi opinión- Se detuvo de repente, dándose cuenta de que estaba hablando demasiado.
-Anahí, yo...- ella lo interrumpió agitando la cabeza.
-Te quiero- consiguió espetar. -No podía mirarle, al menos por el momento. -No sé exactamente cómo ocurrió, pero la noche del accidente me di cuenta de que la vida es demasiado corta, e independientemente de tus sentimientos, te lo tenía que decir. Así que, te quiero, Alfonso Herrera.

Ante su silencio, Anahí abrió lentamente los ojos, no muy segura de lo que esperaba ver. Se sorprendió al ver que le temblaban los labios y los ojos se le llenaban de lágrimas.
-Alfonso,yo...- empezó a decir.
-Yo también te quiero, mi kotyonok, pero no me había dado cuenta. He estropeado las cosas de tal manera que creí que te había perdido para siempre. Cuando ocurrió el accidente, pensé que no te iba a ver más, y entonces me desperté aquí, contigo. No puedo explicar cómo me...- pero antes de que terminara, Anahí le rodeó con sus brazos, llorando en silencio.
-Oh, Alfonso, no quiero separarme de ti nunca más.
-Yo tampoco, kotyonok- respondió él, acariciándole el cabello.

La Novia Del Millonario | Anahí y Alfonso Herrera| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora