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La Navidad pasó y el pánico se apoderó de Alfonso. Nadie se había puesto en contacto con él, y aún no sabían dónde estaba Anahí, ni si estaba viva. No quería poner más presión sobre su personal, por lo que comenzó a responder personalmente a las constantes llamadas de familia y amigos de Anahí, que querían saber si había alguna novedad. El FBI había establecido un puesto de vigilancia en la oficina y otro en la hacienda familiar de Anahí, por si alguien se ponía en contacto. Después de veinticuatro horas, estaban bastante decepcionados, y al tercer día recogieron sus cosas y se fueron.

Alfonso no perdió la esperanza, ya que estaba trabajando con unos investigadores privados para rastrear el paradero de Anahí, pero todo lo que averiguaban les llevaba a un punto muerto.
Estaba convencido de que Nardiv estaba involucrado, y que estaba jugando con él para volverlo loco de preocupación, y lo estaba consiguiendo.

Al sexto día, por fin tuvo noticias en forma de un mensaje procedente de un número bloqueado, con una foto de Anahí sosteniendo un periódico. Sin molestarse a informar a las autoridades, Ivan entró en acción, intentando determinar la ubicación de Anahí. Ocho horas más tarde, recibieron un mensaje de texto con instrucciones.

*******

Alfonso recorría una y otra vez el pasillo del avión.
-No vamos a llegar antes por desgastar la alfombra- le dijo Ivan cuando pasó por su lado.
-No puedo estarme quieto.
-¿Lo has intentado?
Con un resoplido, Alfonso se sentó frente a él.
-¿Contento?-
Ivan soltó un bufido y sacó unos documentos de su bolsa.
-¿Quieres que lo repasemos otra vez?
-No. Sé lo que quiere.

Aunque Alfonso se sintió aliviado al ver que Anahí seguía viva, al menos en el momento de la fotografía, ahora sabía que Nardiv estaba detrás del secuestro. Al tener actividades ilegales en otro país, el gobierno federal estaba interesado en todas sus cuentas y le había confiscado todos los activos conocidos, por lo que se vio obligado a cerrar el negocio. Su costoso abogado logró que le concedieran la libertad bajo fianza a condición de que entregara su pasaporte, aunque eso no quería decir que no pudiera conseguir otro. Alfonso a menudo se sorprendía de la ingenuidad del sistema judicial. Sabía que a Nardiv no le quedaba nada en ese país, y no le importaba lo más mínimo, pero tenía que encontrar a Anahí.

Se metió la mano en el bolsillo y sacó la caja del anillo. La abrió y lo contempló durante un rato, antes de cerrar los ojos. Tenía que salvar a Anahí.

-¿Es el anillo?- Asintiendo con la cabeza, Alfonso cerró la caja y miró a Ivan.
-¿Puedo verlo?
Ivan tomó la caja, la abrió y dejó escapar un silbido.
-¿Te ha ayudado alguien a elegirlo o te has decidido por el pedrusco más grande que has visto?- le preguntó, devolviéndoselo.
-Un poco de cada- respondió Alfonso con una sonrisa. Aunque se daba cuenta de que a Anahí le podría parecer demasiado, tanto su secretaria como su asistente personal insistieron en que era perfecto. Mirando al anillo, decidió que se lo iba a entregar lo antes posible. Y ella iba a decir que sí, ¿verdad? Se lo metió en el bolsillo, prometiéndose a sí mismo que cometería todo tipo de tropelías si alguien le tocaba un solo pelo a Anahí.

Tras aterrizar en Nueva York, el avión se dirigió a un hangar donde fueron recibidos por el equipo de seguridad que Ivan había contratado. Según sus informes, Nardiv había desaparecido tres días antes junto con su jefe de seguridad, Boris Banovich, y otros dos hombres, y desde entonces no habían sido vistos en público.

También sabían que seguía en contacto con su abogado. Gracias a las cámaras de vigilancia de la ciudad, fueron capaces de reducir la zona de búsqueda al distrito portuario; y había un carguero programado para zarpar en dos días con destino a Europa del este.

Habían intentado poner algunos hombres en la zona pero, debido a los recientes problemas con las autoridades portuarias, los lugareños no querían extraños en el área, por lo que estaban manteniendo las distancias para no poner sobre aviso a Nardiv.

Alfonso comenzó a caminar en círculos tras oír el informe.
-Y ahora ¿qué?
-Tienes que encontrarte con Nardiv, como hemos planeado- respondió Ivan. -Mientras tanto, seguimos trabajando bajo cuerda. Si encontramos a alguno de sus hombres, lo raptamos y le sacamos la ubicación de Anahí, pero tú tienes que hacer tu parte. Y sin heroicidades. Sobre todo, sin heroicidades- recalcó Ivan, señalándole con el dedo. No quería que su jefe arriesgase su vida otra vez.

Asintiendo con la cabeza, Alfonso cogió su móvil justo cuando recibía un mensaje con instrucciones sobre dónde reunirse. Dio un bufido cuando vio la ubicación. La antigua oficina de ambos, que ahora formaba parte de un centro comercial. Tras subirse a la limusina, se dirigió a su apartamento, mientras Ivan se alejaba en otro coche. El plan era que Ivan fuera primero al sitio y lo rodeara de hombres para poder atrapar a Nardiv cuando éste apareciera.

Cuando Alfonso llegó al apartamento, dio órdenes a su escolta para que le esperara abajo, y le dijo que regresaría a tiempo para el encuentro. Tras entrar en la vivienda, se dirigió al dormitorio, dejó las bolsas y se cambió de ropa. Al volver a salir, se quedó helado. Nardiv estaba en el salón, apuntando a Anahí con una pistola.

-Me alegro de que hayas venido sólo, viejo amigo- le dijo Nardiv.
-Pareces cansado. ¿No duermes bien?
Ignorando a Nardiv, Alfonso miró a Anahí. Aparte de su aspecto desaliñado, no parecía estar herida.
-¿Estás bien?- Anahí asintió con la cabeza y, cuando estaba a punto de hablar, Nardiv le dio unos golpes con el arma en la sien.
-Tú no tienes nada que decir- le dijo, golpeándola de nuevo. Haciendo una mueca de dolor, Anahí apartó la cabeza, pero él la atrajo hacia sí y miró a Alfonso:
-¿Has hecho lo que te dije?
-Tengo los documentos preparados, y puedo transferir el dinero a cualquier cuenta que me digas, pero, antes, deja ir a Anahí. Ya no hay necesidad de que la retengas.
-Ni hablar. Se queda conmigo como garantía, hasta que acabemos con los negocios.
-No pasa nada, Alfonso, estoy bien- dijo Anahí, sonriendo con valentía. Asintiendo con la cabeza, Alfonso cogió su maletín. Sabía que su equipo de seguridad se daría cuenta de que algo andaba mal y vendrían a buscarle; sólo tenía que entretener a Nardiv hasta que llegaran.
-Tengo que admitir que me sorprendió que cambiaras la ubicación original. Hace años que no he estado allí, y me hacía ilusión ver el sitio- le confesó Alfonso mientras abría el maletín y sacaba unos documentos.
-Ya no queda nada de los viejos tiempos, como muy bien sabes- respondió Nardiv mirándole.
–Hacíamos buen equipo. Tú y yo. Pero tuviste que arruinarlo todo.
-¿Yo? Tú eres el que decidió hacer contrabando.
-¡Por supuesto! Es donde estaba el dinero. Y lo sigue estando. Pero tú continúas juzgándome, como si nunca hubieses hecho nada malo.
-Reconozco que no he sido un santo, pero yo al menos no quebranté ninguna ley, y aún así me hice rico, aunque a base de mucho tiempo y paciencia.
-¿Y qué va a pasar ahora, Alfonso? Te lo voy a quitar todo.

Encogiéndose de hombros, Alfonso se reclinó en su silla.
-Sé lo que es trabajar duro, Dmitri. Lo he hecho antes. Lo puedo hacer de nuevo.
Agarrándo a Anahí por el pelo, Dmitri se levantó y la arrastró con él.
-¿Te será tan fácil cuando tu preciosa Anahí ya no esté?- Antes de que Alfonso pudiera responder, se escuchó un fuerte ruido en la puerta de entrada. Dmitri giró la cabeza y Anahí se arrojó al suelo, haciendo que perdiera el equilibrio y la soltara. Saltando de su silla, Alfonso se abalanzó sobre él y la pistola salió volando.

Moviéndose hacia un lado, Anahí se puso de pie buscando un arma, cuando la puerta de entrada se estrelló contra la pared y apareció Ivan con otros dos hombres. Al ver la pistola, la recogió y vació el cargador en el suelo, antes de colocar el arma sobre la mesa.

-¿Estáis bien los dos?- Ambos asintieron. Uno de los guardas de seguridad sacó unas abrazaderas de plástico y ató con ellas a Nardiv.
-Te has tomado tu tiempo- le dijo Alfonso, mientras recuperaba el aliento. Volviéndose a Anahí, la abrazó con fuerza.
-¿Te han hecho daño?
-No. Estoy bien. Sólo un poco sucia.
-La poli está en camino. Creo que ambos deberíais ir al hospital a haceros un chequeo.
-¡No!- gritaron los dos.
-O no.

La Novia Del Millonario | Anahí y Alfonso Herrera| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora