¿Y a esta qué coño le pasa?

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Habían pasado dos semanas desde el accidente. Paul había tenido que posponer los vuelos y llegaba, junto con Lucas y Omar, el viernes por la tarde.

LUNES

CHIARA

Otra vez lunes, les sigo teniendo muchísimo asco.

Me levanté como pude de la cama y cogí las muletas. Como todavía tenía el pie vendado, mis padres le dejaban a Alex el coche y no teníamos que ir caminando.

–Buenos días, princesa– me saludó mi hermano cuando me vio entrar a la cocina.

–Buenos días, loquillo.

–¿Has dormido bien? ¿Te duele el tórax? ¿Necesitas tomarte un Ibuprofeno?

–He dormido lo mejor que he podido, al menos no he tenido pesadillas. No me duele el tórax, pero voy a pillar una caja de Ibuprofeno y la voy a meter en mi mochila.

–Tranqui, yo lo hago– mi hermano tomó la caja y la guardó en el bolsillo delantero de mi mochila.

Desde el accidente, Alex me trataba como si fuese una muñequita de cristal.

–Enana, aquí tienes tu desayuno. Voy a ir a tu habitación para traerte ropa y así te cambias aquí abajo para que no subas con las muletas– dijo y se fue.

Terminé mi desayuno y mi hermano me trajo la ropa.

–Alex, ¿tú crees que lo sepan?

–Que va, no creo, Kiki.

–¿Y tú quieres que lo sepan?

–Princess, sabes perfectamente que si a ti no te gusta, a mí mucho menos. No es necesario decirles que el sábado es nuestro cumple.

–Ruslala y Tin lo saben.

–Y Lucas, Paul y Omar también.

–Les echo muchísimo de menos.

–El viernes ya los verás, mi niña.

Y era verdad. El viernes llegaban por la tarde los chicos y yo estaba muy emocionada.

ALEX

Cuando la pesada de mi hermana decidió terminar de vestirse, pillé las llaves del coche y nos fuimos al instituto.

–Hemos llegado, princesa.

–Okay, can you help me?

–Of course.

Me bajé del coche y ayudé a mi hermana a bajar. Una vez mi hermana estaba de pié, me acerqué al maletero y cogí nuestras mochilas.

–Venga, vamos con los chicos.

Caminamos hacía nuestro grupo de amigos.

–¡KIKI!– chilló Ruslana.

–¡RUSLALA!– como no, mi hermana también chilló.

Ambas se sumergieron en un abrazo, parecía que llevaban años sin verse.

–Buenos días a todos– dije y me senté en el banco.

–Buenos días, rubia.

Después del accidente de mi hermana, Denna y yo establecimos más contacto. Hablábamos todos los días y quedábamos bastante.

–Hola.

La rubia está de mala hostia, genial.

¿Qué tal dormiste?

–Bien.

No hables tanto que te rompes las cuerdas vocales, mi niña.

–¿Qué te pasa?

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