cinco

218 23 5
                                    

Cuando terminó esa semana tormentosa de melancolía en Buenos Aires, la aparición de Armido en mi camino había marcado un antes y un después, solo que yo no me había dado cuenta.

Cuando terminó esa semana tormentosa de melancolía en Buenos Aires, la aparición de Armido en mi camino había marcado un antes y un después, solo que yo no me había dado cuenta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Habían pasado dos semanas desde que mi camino se cruzó con el de Guido en una de las tantas esquinas de capital. Cada vez que pienso en él, siento una mezcla de emoción y curiosidad que despierta mi creatividad de una forma única. Hoy, decidí dejarme llevar por la música y seguir la composición de la melodía que tengo atorada.

Me encontré frente al imponente piano de cola en el auditorio, hoy estaba sola, ninguno de mis amigos había venido a practicar y tampoco se molestaron en avisar aunque en el fondo expresaba gratitud ya que un tiempo a solas me venía como anillo al dedo para inspirarme un poco.
Las teclas blancas y negras estaban ante mí como un lienzo en blanco esperando ser llenado con mis emociones. Cerré los ojos y dejé que mis dedos se deslicen sobre las teclas, uniendo notas que parecen surgir con sensaciones desde lo más profundo de mi.

La melodía fluye a través de mis manos, llevándome a un lugar donde solo existimos el piano y yo. Cada nota es un susurro de las conversaciones fugaces que tengo con el rubio por las noches después de haber intercambiado nuestros números para seguir hablando. Hay un eco de nuestras miradas cómplices cada vez que nos vemos.

De repente, el sonido de la puerta principal del auditorio rompe la armonía que había creado. Cuando abro los ojos saliendo de mi burbuja, me encuentro con Armido caminando hacia donde estoy yo, agitando la mano con una sonrisa brillante en la cara, una sonrisa cautivadora que parece iluminar el lugar entero.

──͏ Guido, que raro vos por acá ──͏ comenté correspondiendo a su sonrisa.

──͏ Raro lo tuyo ¿Qué hacés acá sola? ¿Y tus amigos? ──͏ me preguntó mientras se sentaba arriba del piano como si fuera un asiento cualquiera, bastante confianzudo.

──͏ No venían hoy, igual tampoco me avisaron lo asumí porque estoy hace media hora acá y ninguno figura ──͏ le respondí dejando unas hojas a un costado de él.

El rubio me miró ligeramente curioso antes de poner su mirada en las hojas, las agarró en silencio y se puso a chusmear qué tenían.

──͏ ¿Y esto Kathe?

──͏ Son notas escritas al aire, quiero componer una melodía.

──͏ Te puedo ayudar si querés, de paso agarro inspiración para escribir, necesito una canción más para el disco nuevo que vamos a sacar ──͏ me adelantó sonriendo, definitivamente no se cansaba de sonreír por todo.

──͏ ¿Qué? No me habías contado eso.

──͏ Bueno, pasa que me lo pidieron a último momento y ahora estoy entre la espada y la pared ──͏ me respondió rascándose la nuca y dejando los papeles de lado. Se sentó al lado mío y sacó su celular para volver a verme ──͏ Ya que estamos, no querés escuchar unos temas de mi bandita? ──͏ me sugirió, cuando le dije que sí un brillito apareció en sus ojos, parecía un nene.

VORÁGINE ¹  ,  guido armidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora