El día finalmente llegó. Colombia se enfrentaría a Panamá en la Copa América 2024, y nosotros no podíamos estar más emocionados. Con Hanna, Sofía y Julián habíamos viajado desde Santa Clara hasta Glendale para apoyar a Richard y a la selección colombiana en este partido tan importante. Gracias a Richard, habíamos conseguido entradas exclusivas, y con eso en mente, decidimos reservar un hotel cercano al estadio para no perdernos nada.
Ya en el estadio, saqué las entradas que Richard me había mandado y sonreí al ver que los asientos estaban en primera fila. A medida que nos acercábamos, el ambiente se llenaba de energía, el sonido de la hinchada colombiana retumbaba en cada rincón del estadio. La gente gritaba, cantaba, y ondeaba banderas tricolores mientras nosotros nos acomodábamos en nuestros asientos.
—No puedo creer que estamos tan cerca —comentó Julián, mirando con asombro el campo.
—Esto es increíble —dijo Hanna emocionada—. Nunca pensé que estaría en un partido tan importante y en primera fila.
Sofía, mirándome con una sonrisa traviesa, comentó en voz baja:
—Richard está bastante bueno, ¿no?
Solo me reí y le di un leve empujón en el hombro. Sofía siempre bromeaba con eso, pero yo prefería no darle mucha importancia.
Faltando una hora para el partido, los jugadores de ambos equipos salieron a calentar. Miré hacia el campo, buscando a Richard, y al encontrarlo, él me saludó con una sonrisa y un gesto de mano. Le respondí con entusiasmo, sintiendo un leve rubor en las mejillas. Los demás también lo saludaron, emocionados de verlo allí, tan concentrado y listo para el partido.
El estadio estalló en aplausos y gritos cuando ambos equipos se retiraron del campo después del calentamiento, y el momento de los himnos llegó. El himno colombiano resonó con fuerza y orgullo, llenando a todos de emoción.
Desde el primer minuto, la selección colombiana demostró su dominio en el campo. Apenas en el minuto 8, Córdoba aprovechó una excelente oportunidad y metió el primer gol. La multitud rugió y nosotros saltamos de nuestros asientos, gritando de alegría.
—¡Vamos, Colombia! —grité, casi perdiendo la voz.
Al minuto 15, llegó una falta dentro del área de Panamá, lo que significó penal a favor de Colombia. Todos contuvieron la respiración cuando James se preparó para lanzarlo. Con calma y precisión, la clavó en el ángulo. ¡Gol! El estadio estalló una vez más.
—¡Esto es increíble! —dijo Hanna, casi sin poder creer lo que veía.
Sofía, con una gran sonrisa, gritó:
—¡Vamos, muchachos, sigan así!
El tercer gol llegó casi al final del primer tiempo, en el minuto 41, cuando Luis Díaz aprovechó desde media cancha y sorprendió a todos con un golazo. El primer tiempo terminó con un impresionante 3-0 a favor de Colombia.
Durante el descanso, seguíamos emocionados, intercambiando comentarios sobre cada jugada y prediciendo lo que podría pasar en el segundo tiempo.
Cuando el juego se reanudó, Colombia siguió dominando, decididos a asegurar la victoria. En el minuto 70, Richard tuvo su gran momento. Tras una jugada casi fallida por Muñoz, él tomó el balón y lo envió directo al arco. ¡Gol! Richard celebró con su icónico baile, corriendo hacia donde estábamos nosotros en la primera fila. Todos lo animaron, orgullosos y felices de verlo brillar.
—¡Ese es nuestro Richard! —gritó Julián con una gran sonrisa.
Al final, en el minuto 90, un último penal cobrado por Borja selló la victoria definitiva. El marcador final: 5-0. Colombia había logrado un pase a las semifinales contra Uruguay.
La celebración en el estadio fue increíble, y tras el partido, decidimos ir a los camerinos para agradecerle a Richard por las entradas y felicitarlo por el excelente partido.
Al llegar, saludamos a los jugadores que salían y los felicitamos a cada uno. Finalmente, encontramos a Richard, quien nos recibió con una gran sonrisa.
—¡Lo hiciste increíble! —le dije mientras lo abrazaba—. ¡Estamos tan orgullosos de ti!
Richard sonrió, aún emocionado por el partido.
—Gracias por venir, chicos. Significa mucho para mí que estuvieran aquí.
—¿Vas a venir al próximo partido? —preguntó Richard, mirándome.
Ella dudó un momento.
—No lo sé, pero si no logramos venir... bueno, al menos hoy pudimos verte jugar —respondí con una sonrisa.
Nos despidiéramos de todos y regresamos al hotel, llenos de alegría y orgullo por haber vivido ese momento tan especial. Había sido un día inolvidable, y todos esperábamos que, de alguna manera, pudiéramos volver a estar allí para la próxima.
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Un amor de verano ~ Richard Rios
Dragoste¿El amor de verano de Camila podría llegar a ser el amor para toda la vida?