CAPÍTULO 08

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Seguía en esa habitación, nunca había estado en el hospital, mi padre no había muerto, yo no había secuestrado a nadie y tampoco me había ahogado en lo más profundo de un río. Todo era un espejismo, una distorsión de mi mente que jugaba conmigo, que me envolvía en una niebla densa de incertidumbre y temor. Cada recuerdo, cada sensación, eran piezas de un rompecabezas. A veces, me preguntaba si alguna vez había vivido en la realidad. Todo se desdibujaba y la única certeza era el horror que habitaba mi mente.

Sentía como mi mente se retorcía, creando un laberinto de imágenes y emociones que me hacían cuestionar la realidad. La habitación se transformaba, las paredes respiraban y el suelo se desvanecía bajo mis pies. Cada segundo se alargaba en una eternidad de duda y miedo.

La sangre seguía deslizándose lentamente por mi cuerpo, las cadenas seguían ajustadas a mis muñecas y el bate metálico seguía apoyado en la esquina de la pared. El dolor era real, o al menos eso creía ya que la lógica se desvanecía. La habitación se sentía opresiva y el aire se volvía denso una vez más. Me sentía como un insecto atrapado en una telaraña, esperando el momento en el que el depredador decidiera terminar con mi sufrimiento.

Un rato después la puerta se comenzó a abrir, y me sorprendí al ver a un chico aproximadamente de mi edad que agarraba una bandeja con un vaso de leche y unas galletas de chocolate. Su presencia era desconcertante, cómo un personaje salido de una pesadilla, pero también tenía una apariencia extrañamente acogedora. ¿Era un amigo, un enemigo, o simplemente otra creación de mi mente torturada?

—Parece que por fin estás consciente, han sucedido muchas cosas durante todo este tiempo. —Dijo con un tono un tanto desagradable, su voz rasgando el silencio como una cuchilla.

Su voz era como una llave, desbloqueando puertas que prefería mantener cerradas. Cada palabra suya traía consigo una avalancha de imágenes y sentimientos que me aturdían. Intenté mantener la compostura, pero mi mente se agitaba como un mar en tormenta.

—¿Quién eres y por qué me tienes aquí? ¡Déjame salir!

—Mi nombre es Ethan, si sigues mis instrucciones todo saldrá bien para tí.

—¿Por qué yo? ¿Por qué me haces esto? —pregunté, casi desesperada.

—Te elegí porque tienes algo especial. Algo que necesito para una cosa muy importante.

—Y qué es eso tan importante

Su mirada se volvió más penetrante, casi disfrutando de mi confusión.

—Creo que te interesará más saber que ha sido de tu padre, seguro que tienes muchas preguntas. —respondió, ignorando mis súplicas.

—Lo único que quiero es irme de aquí, me da igual mi padre, nada me va hacer cambiar de opinión.

—Yo lo maté. —dijo con una tranquilidad inquietante.

—¿Disculpa?

—Yo maté a tu padre.  —reiteró, su voz carente de emoción.

—Ni siquiera te lo he preguntado —respondí alterada.

—Le apuñalé por todo su cuerpo, unas cuarenta y ocho veces y me deshice del cuerpo quemándolo en el bosque a plena luz del día.

Me quedé en silencio, no sabía que responder ante aquella contestación.

—Eres mía, sólo mía. Él no se merecía estar a tú lado y tú no merecías un padre así. He hecho lo mejor para todos y no me arrepiento. —continuó al ver que yo no respondía.

—Estás totalmente loco, yo no te pertenezco y ni siquiera sé quién eres como para decir algo así con tal firmeza.

Intenté mantener una fachada de control, aunque por dentro me sentía al borde del colapso. Quería desafiarlo, mostrarle que no podría quebrarme.

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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Heridas de fuego {En Proceso}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora