« Oda a la tierra »

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Oda a la Tierra

Oh Tierra sagrada, madre de la vida, 
en tu regazo nace la luz encendida. 
Desde el alba dorada hasta el ocaso, 
tejiendo en tus brazos un eterno lazo.

Tus montañas se alzan, guardianes de sueños, 
con cumbres de hielo que abrazan los dueños. 
Eres fuerza y calma, tormenta y brisa, 
un canto profundo que nunca se apresa.

En tus valles verdes, donde el río murmura, 
las flores despiertan con dulce ternura. 
El canto del viento acaricia tu piel, 
y el sol te ilumina con su luz de miel.

Oh Tierra fecunda, de mares y ríos, 
en ti hallamos vida, en ti hallamos fríos. 
Los bosques susurran secretos antiguos, 
y el eco de aves se vuelve testigo.

Tu suelo es un lienzo de historia y de anhelos, 
donde el hombre ha labrado sus sueños más bellos. 
Las huellas del tiempo se marcan en ti, 
en cada rincón, en cada raíz.

Los frutos que ofreces son joyas del cielo, 
la savia que fluye es un canto sincero. 
En cada cosecha, en cada estación, 
celebramos tu esencia, tu eterna canción.

Mas a veces te duele el peso del olvido, 
las manos que hieren lo que has compartido. 
El humo del hombre oscurece tu brillo, 
y el llanto de ríos se escucha en su hilo.

Oh Tierra querida, te pido perdón, 
por los males que traen nuestra ambición. 
Prometo cuidarte, ser fiel a tu voz, 
ser guardián de sueños, ser parte de vos.

Que el hombre despierte y escuche tu canto, 
que abrace tu esencia y no sea quebranto. 
Que siembren semillas de amor y respeto, 
que broten en ti los frutos del reto.

Celebremos juntos este viaje divino, 
la danza de vida que sigue su camino. 
Oh Tierra amada, en ti encuentro mi paz, 
en tu abrazo eterno, siempre quiero estar.

Así en cada paso, en cada jornada, 
te honro y te cuido, oh madre sagrada. 
Que el eco del tiempo resuene en tu andar, 
y juntos celebremos la vida sin par.

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