Entré corriendo como loca por la puerta de casa. Mi madre solo pudo mirarme con cara de querer matarme porque ya sería la tercera puerta que hubiera roto en lo que llevamos de mes.
-Ups.- Le dije mientras ponía cara de inocente y elevaba un poco los hombros a modo de disculpa.
-Que conste que ésta vez no la he roto. Mira, mira, conseguí algunas monedas vendiendo la piel de ciervo de ésta mañana.-
Le dejé la bolsa con algunas monedas encima de la mesa en la que estaba mi madre sentada cortando algunas pocas verduras que nos quedaban para poder hacer la comida.
-Muy bien cariño, me alegro un montón, con eso si regateamos podríamos comprarte unas nuevas bailarinas, que dentro de poco empezará el invierno y las que llevas ya tienen algún que otro agujero.-
Me senté al lado de ella, le cogí de las manos e hice que me mirara.
-Madre, éste dinero lo usaremos para comprar más verduras, con el invierno no podremos conseguir tantos vegetales. De carne, bueno, iré todos los días al bosque para ver si hay suerte y cazo a algún animal.-
Ella solo miró al suelo y luego a mi mientras me acariciaba la mejilla, yo solo ladee un poco la cabeza en la dirección de esa caricia y cerré los ojos por sentir esa calidez de su mano. Quitó su mano a los pocos segundos y yo abrí los ojos para verla como me dedicaba una pequeña sonrisa y seguía con lo que estaba haciendo.
Me levanté y me fuí hacia fuera, siempre me hacía lo mismo, sabe que no puede discutir conmigo porque soy más cabezota que una burra. Así que con su silencio supe que estaba de acuerdo en comprar verduras.
He tardado unos pocos minutos de casa a la plaza, puesto que hay poca distancia. Miré alrededor y en la fuente que adornaba el centro de la plaza se encontraban algunos niños jugando o algunos ancianos sentados en el borde de piedra. Me puse a buscar el puesto de verduras cuando me topé y tiré a alguien.
-Perdón, no miraba por donde iba.- Pero al levantar a la persona me di cuenta de que era mi amiga y le ayudé a levantarse.
-Oh, hola Lussyn, ¿Te he hecho daño? ¿Estás bien?-
-Sí, estoy bien, ¿Buscabas algo?-
-Pues estaba mirando a ver si encontraba el puesto de verduras de tu padre.- No vi la cara de asco o de odio que me ponía ya que estaba pendiente de buscar el puesto.
-Pues la verdad no sé dónde lo habrá puesto hoy, sabes que siempre van cambiado de lugar, porque así puede la gente pasearse por la plaza y mirar el resto de puestos y no ir directamente al concreto. Bueno, me tengo que ir, adiós.
-Vale adiós.- Me giré para despedirme de ella con la mano cuando me fijé que llevaba una bolsa con verduras.
¿No dijo que no sabía dónde estaba? No le dí importancia y me fuí en busca del puesto.
Después de un rato dando vueltas, y mira que el pueblo no es muy grande, encontré el puesto.
-Buenos días, señor Raynar.- Le dije al mismo tiempo que miraba las verduras que había, con una sonrisa ya que podría llevar algo de comida a casa, pero esa sonrisa me duró poco.
-Lárgate de aquí, no te quiero en mi puesto, ¿No ves que espantas a la gente?-
Lo miré, es algo más alto que yo, me sacaba media cabeza, y yo media un metro sesenta. El se encontraba mirándome desafiante, como queriendo decir que no era de su agrado. Pero bueno, volviendo a lo que estaba.
-¿Perdona?- Me defendí, puse mis brazos en jarra y le encaré. - Soy la mejor amiga de tu hija. Además, ¿Piensas que puedes hablar así a la gente?- Le señalé con el dedo y luego con la palma abierta la giré alrededor mía para indicarle que mirara a los demás. Gente que ya estaba mirando nuestro espectáculo.
-Te puedo hablar como me dé la gana, y no entiendo cómo mi hija puede tener a alguien como tú de mejor amiga, no queremos aquí a una don nadie, no queremos a la hija de una puta.- Al mismo tiempo cogió y salió de detrás del puesto.-
Ya me estaba empezando a hervir la sangre sobre ese comentario, sí, mi madre se dedicaba a ello, pero ya no tanto como hace años atrás, ya la edad se nota y los hombre no la eligen a ella, si no que prefieren a las jóvenes. Pero de alguna forma hay que ganarse la vida. Solo me limité a dejar caer los brazos y a cerrar los puños.
-¿Llamas puta a mi madre? Cuando todo el mundo sabe que quien la entrenó fue la tuya.- Me crucé de brazos con una sonrisa de lado.
De repente sentí un golpe en mi mejilla izquierda, luego calor y acabó en dolor. De la fuerza del golpe caí de rodillas, me llevé la mano a la mejilla y me levanté. Sentía el sabor del hierro en la boca así que supuse que me había partido el labio. Solo pensé que éste tío no se iba a ir tan limpio a su casa. Miré a mi derecha, en dirección al puesto, vi que también tenía algunas especias, me limité a sonreír como cual loca desquiciada, mi mirada asesina y metí la mano en la cestita que tenía donde había un letrero que ponía "pimienta molida". Me aseguré de cargar bien la mano y lanzarla en dirección al hombre. Éste se llevó las manos a los ojos gritando de escozor y dolor, en ese momento que se quitó las manos de la cara, no llegue a escuchar bien lo que me dijo, solo aprecié una palabra.
-Serás zorra, estás muerta, ¿Me oyes? MUERTA.-
Solo pensé en lanzarme contra él y darle un puñetazo de derecha con final en su nariz, escuché un crujido y me hizo sentir satisfecha. Acabó en el suelo rodando cual cerdo en un charco de barro o estiércol, así que me agaché a su altura y le dije:
-Nadie se mete con mi madre, puedes hacerlo conmigo, pero con ella, ni se te ocurra.-
Me levanté, pero antes de girar sobre mis pasos para irme, le miré.
-Por cierto, que sepas que las zorras son listas y astutas.- Con eso último me puse dirección a mi casa.
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Juntas como la arena y el mar
FantasySarena, una chica donde se da cuenta quien es su verdadera familia, ya que no siempre la familia se elige. Familia es quien está ahí en los peores momentos, quien te apoya, te valora... Es una historia donde puedes ver que la familia no tiene porque...